La anécdota se desarrolla en el corazón de una reservación Seneca-Cayuga en Oklahoma, donde el trabajo de cámara de Carolina Costa brillantemente acentúa la desigualdad de la comunidad nativa que apenas vive en casas rodantes, con muebles viejos, y sus fuentes de trabajo son escasas y mal pagadas.
La ventaja -tal vez la única- es que son muy pocos pobladores, así que cuando Tawi se pierde dejando atrás a su hija Roki (Isabel DeRoy-Olson) y a su hermana Jax (Lili Gladstone), no debería ser difícil encontrarla. Pero el tiempo pasa y Jax, ya a cargo de Roki, sigue en la indagatoria de un paradero que podría ser mejor no encontrar porque ahí hay redes con el crimen organizado en dos modalidades concretas en donde pudo haberse enredado la joven, al tener contacto con pueblos cercanos, ya fuera de la reservación. Jax conoce esto demasiado bien, luego de haber caminado por estos terrenos pantanosos de los que ya no es posible liberarse del todo.
Lo que hace distinta a la nueva película de Erica Tremblay es que la historia de estas tres mujeres no descansa ahí, sino que sigue en la medida en que se necesitan respuestas en un país con un sistema de gobierno que continúa manteniendo a los pobladores originales en la marginalidad.
Entre la urgencia que Jax por encontrar a Tawi y evitar perder la custodia de Roki, por sus tropiezos pasados, es imposible no envolverse en esta trama que enfatiza también el racismo cuando aparece Frank (Shea Whigham), padre de las hermanas, blanco además, y es quien reclama la custodia de su nieta. En este giro es clave el papel de JJ (Ryan Begay), un agente del FBI que observa cómo la justicia no es expedita para todos.
Así tenemos una película con muchas aristas que son bien sostenidas por una magnífica actuación de Gladstone: estoica, pero no resignada a un destino en donde el sistema parece borrar a personas como ella, por un origen que lejos de ser orgullo nacional, siguen estando en la sombra. ****
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Punto final.- La serie “Eric” en Netflix, con episodios limitados, vaya que vale la pena.
