“La manipulación inteligente de las masas es en sí un gobierno invisible, que es el verdadero poder gobernante en nuestro país”.
-Edward Louis Bernays
El 4 de mayo se celebró el “Día Mundial de la Libertad de Prensa”, que desde 1994 se conmemora en el mundo. Fecha establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) al reunirse representantes de los medios de comunicación africanos en Windhoek, Namibia, en 1991. El encuentro, conocido como la “Declaración de Windhoek”, enfatiza la importancia de la libertad de prensa para el desarrollo democrático y la buena gobernanza.
Los objetivos fundamentales de la declaración incluyeron: la libertad de expresión, el acceso a la información, el pluralismo de los medios; las tendencias y desafíos que enfrenta la libertad de prensa en el mundo y los mecanismos de protección a periodistas en situación de violencia, de intimidación o censura. Y cada año, en este día, la UNESCO rinde homenaje a los periodistas que han sido asesinados o muertos en circunstancias peligrosas mientras cumplían con su labor informativa.
Actualmente en los medios occidentales de información, la libertad de expresión se encuentra en la peor etapa de su historia. La mentira (fake news), la manipulación y el ocultamiento de información, se han convertido en práctica generalizada. En Vietnam, en Cuba y en Corea la mentira fue “el peligro comunista”; en Irak fue la destrucción de las Torres Gemelas por Saddam Hussein y la existencia de “armas de destrucción masiva”. Todo fue mentira.
No importan los hechos, lo importante es que no se sepan; es más, aun sabiéndose, el cinismo del poder gubernamental, el bombardeo mediático, la represión y control “legaloide” de medios independientes y el asesinato de periodistas, logran mantener convenientemente la “falsa narrativa y la justificación de los crímenes como necesarios”.
El gobierno supremacista y racista de Israel mantiene la mentira del “derecho a la venganza” por los hechos del 7 de octubre de 2024, y la creencia de ser el “pueblo elegido”. El gobierno de Estados Unidos mantiene su narrativa para seguir apoyando a este gobierno genocida, con el argumento de que tiene la obligación de “defender las democracias del comunismo en el mundo libre”.
¿Cómo entender el comportamiento fascista del gobierno actual de Biden, que por un lado lamenta las muertes de los niños y mujeres en Gaza, mientras continúa mandando miles de millones de dólares y armas al genocida Netanyahu? ¿Cómo entender la represión a estudiantes en las universidades acusándolos de revoltosos y violentos, cuando son los sionistas y la policía quienes los golpean, y los directores los expulsan y reprimen cuando se manifiestan en apoyo a Palestina pacíficamente dentro del campus universitario cuando es en las universidades dónde debe haber libertad de expresión más que en cualquier otra parte?
Sabemos que estas universidades son financiadas principalmente por el Lobby Israelita (AIPAC) y que el gobierno de Estados Unidos y el complejo militar industrial también; que el gobierno de Netanyahu “ordena” a Biden y lo desobedece. En el fondo de ese comportamiento oficial, está una larga trayectoria de adoctrinamiento y control ideológico ejercido por los medios.
En 1917, Edward Louis Bernays y Walter Lipman fueron con Woodrow Wilson y le plantearon: “Si quiere entrar en la Ira Guerra Mundial, tiene que venderle la idea al pueblo norteamericano…y la mejor manera de persuadirlo es atrapándolo por sus emociones a través de sus impulsos inconscientes e instintos… No hay que molestarse con los hechos, hay que aterrorizar a las personas con el infierno”.
Woodrow Wilson creó la primera maquinaria moderna de propaganda, la oficina de relaciones públicas. “U.S. Commity of Public Information”, creada expresamente para convencer a los norteamericanos de entrar a la guerra. Actualmente, el Pentágono gasta mil millones de dólares al año en propaganda; utiliza a los Generales como voceros en los medios para exponer sus “necesidades bélicas” y contrata a cientos de reporteros como corresponsales de guerra o “embutidos” a quienes se les da información predigerida (700 en Irak). La maquinaria de Wilson trabaja.
Para Louis Bernays las “relaciones públicas eran una guerra contra el pueblo para manipular su voluntad”. Bernays era sobrino de Sigmund Freud. Podríamos decir que fue el papá de Goebbels.
Atentamente,
Fidel Fuentes.
Correo: fidelfuentes@gmail.com