Iban cuatro personas que en un vagón de un tren: una gorda, una rubia guapísima, un madrileño y un mexicano. Al rato el tren pasaba por debajo de un túnel, y se escucha… Plasss…
Sale el tren del túnel y la gorda piensa:
“Creo que el mexicano le quería meter mano a la rubia y ella le dio un tremendo guantazo”.
La rubia piensa:
“El mexicano intentó meterme mano y se equivocó, entonces la gorda le dio un buen guantazo”.
El madrileño piensa:
“El mexicano le quiso meter mano a la rubia… y la rubia me ha dado el guantazo a mí”.
Y el mexicano piensa:
“A ver si pasamos por debajo de otro túnel para meterle otro guantazo al madrileño sangrón”.
Autor: Pasajero del Tren Maya.
La suegra y el yerno
La señora llega a casa de su hija y encuentra a su yerno furioso preparando una maleta.
— ¿Qué pasa?” —pregunta ella.
— ¿Que qué pasa? ¡Le voy a decir exactamente lo que pasa, señora! Le mandé un e-mail a Catalina diciéndole que hoy regresaba a casa de mi viaje de trabajo. Llegué a casa y ¿puede adivinar lo que me encontré…? A mi esposa, sí, ¡su hija!, con un hombre desnudo en nuestra cama. Este es el fin de nuestro matrimonio. ¡Yo me largo de aquí para siempre!
— ¡Cálmate! —dice la suegra—. Hay algo que no me cuadra. Catalina nunca haría una cosa de esas. Yo la eduqué muy bien y la conozco bien. Espera un momento mientras averiguo qué fue lo que pasó.
Un momento después regresa la suegra con una sonrisa enorme.
— Ya ves, te dije que tenía que haber una explicación lógica y la hay, lo que pasa es que ¡Catalina no recibió tu e-mail!
Autor: Una suegra, por supuesto.
La suerte del tío
Dos amigos se encuentran por la calle:
— ¿Qué tal te va?
— Fatal, el otro día enterramos a mi tío.
— ¡No me digas! ¿Cómo pasó?
— Pues nada, estaba en el balcón haciendo una carnita asada y de pronto se acercó demasiado al fuego y…
— Ya, se quemó vivo, ¿no?
— No, qué va. Del susto se echó para atrás y tropezó con la barandilla del balcón…
— Sí, y se cayó por el balcón y se mató, ¿no?
— No. Resulta que en la caída se pudo agarrar a la cornisa, pero se empezó a resbalar y…
— Ya, se dio contra el suelo, ¿no?
— Qué va. Alguien llamó a los bomberos, que habían puesto debajo una lona, pero tuvo tan mala pata que rebotó y…
— Por fin se pegó, ¿no?
(El amigo empieza a ponerse nervioso).
— No, en el rebote se pudo agarrar a un cable de alta tensión…
— ¡Se electrocutó!
— No, como estaba asando carne llevaba guantes, pero el cable cedió y se rompió…
— ¿Y por fin se pegó?
— No, los bomberos habían corrido la lona bajo él, pero aún rebotó, y antes de caer se pepenó de una cornisa…
— ¿PERO ME QUIERES DECIR CÓMO MURIÓ TU TÍO?
— Verás… al final los bomberos llamaron a la policía y tuvieron que abatirlo a tiros…
Autor: Alguien con puro humor negro.
El mejor empleado
Un individuo se presenta en una gran tienda departamental famosa para buscar trabajo de vendedor.
— ¿Es usted buen vendedor?
— De primera.
— Tendré que hacerle previamente unas pruebas.
— Lo que usted considere.
— De momento lo pondré en la sección de ferretería.
Al tío lo pasan a la sección de ferretería. Al día siguiente todo vendido, incluidos los mostradores y la caja registradora.
— Usted se ha pasado un poco, ¿eh?
— Sí, es que cuando me pongo a vender me animo, ¿sabe?
— Ahora lo pondré en la sección de sastrería; si me vende este traje queda usted admitido.
El traje tenía delito: La chaqueta era verde, con las mangas amarillas; el pantalón rojo con lunares negros. Al día siguiente el traje vendido.
— ¿Se lo habrá vendido a un familiar?
— No, a un cliente.
— A un cliente… y ¿qué dijo el cliente?
— Nada, el cliente no dijo nada; eso sí, su perro de soporte visual me quería morder.
Autor: Mejor así lo dejamos.