En el intento de resolver los problemas de Tijuana mediante el programa “Reimaginando la ciudad”, realizamos un estudio ciudadano, a los que les pediremos su opinión para rediseñar la ciudad para los hijos y nietos, la ciudad del futuro.
Si hubiéramos vivido hace 300 años, probablemente todos viviríamos en el campo y del campo. Hoy día vivimos en la ciudad y no nos vamos a ir; nuestros hijos y nietos nacerán, vivirán en la ciudad que les demos. Así pues, si amamos a nuestra descendencia, debemos cuidarla, modernizarla y convertir a Tijuana en una ciudad vivible para ellos: con agua, con seguridad, con parques, sin contaminación ambiental, con lugares de recreo y de estudio.
Empezamos, pues, a sumar voluntarios en entusiastas juntas y reuniones con gente comprometida que desea crear condiciones de vida y un mundo mejor que el que actualmente vivimos.
Alguien me recomendó al Dr. Tito Alegría como un experto en cuidado de ciudades, al que ni pronto ni perezoso, invité por teléfono para que al iniciar cada una de las reuniones nos diera una pequeña charla de su concepción de la ciudad moderna. De Tito sabía poco, sólo que estaba enfermo; sin embargo, semana a semana nos nutría con una charla breve, inteligente y generosa, con dulce pasión y amplio conocimiento.
Me fui enterando que Tito era peruano, nacido en Chiclayo, y que estudió Desarrollo Urbano en la Universidad de California, con un sinfín de estudios, premios, glorias, que lo hacían estelar en el firmamento de talentos en El Colegio de la Frontera Norte.
Por primera vez, la última semana Tito Alegría no llegó a la reunión, como acostumbraba vía Zoom; dediqué tiempo a buscarlo y no obtuve respuesta. Hoy por la mañana, un pequeño pájaro petirrojo bombardeó a piquetazos mi ventana, no paraba de atacar el vidrio y me distraía con su constante ruido; decidí nombrarlo, ponerle nombre, pedí todo tipo de cooperación con ideas, curiosamente la que triunfó fue Tito. Media hora después recibo la noticia del fallecimiento de Tito Alegría y no puedo dejar de sentir la profunda tristeza del fallecimiento de un hombre generoso y bueno, que considero mi amigo; que amé y no lo conocí personalmente.
Sin embargo, no sé por qué presiento que me dejó la presencia de su tocayo, el pequeño pájaro de pecho rojo, y el lamento de perder a un precioso aliado.
Adiós, Tito. No se me hizo estrechar tu mano, pero aquí dejaste huella.
José Galicot es empresario radicado en Tijuana, B.C.