Una película estupendamente dirigida, actuada y escrita. No se puede pedir más. La historia gira en torno a Paul Hunman (Paul Giamatti), maestro de un internado para niños ricos llamado Barton Academy. Esto transcurre en Nueva Inglaterra en 1970, y vaya que hasta para los estándares conservadores de la época, este profesor de civilizaciones antiguas es más estricto que todos.
Además de burlarse constantemente de los chicos, a quienes considera no muy inteligentes que digamos, reprueba al hijo del millonario que acaba de financiar un nuevo gimnasio para el colegio y, con esta medida, el muchacho perderá su ingreso a Princeton.
Cuando el director de la escuela no logra que Hunman se retracte, lo deja encargado de los jóvenes que no podrán pasar las fiestas decembrinas en casa. En ese caso, el único alumno que se queda en la academia es Angus (Dominic Sessa) y la cocinera Mary Lamb (Da’Vine Joy Randolph), cuyo único hijo fue becado en Barton, pero al no poder continuar sus estudios, se enlistó para Vietnam, donde falleció.
Paul es un solitario, un hombre desagradable, antipático, que empieza a cavar la fosa de su vejez con una visión de perdedor hacia el futuro. Esto es hasta que ve en Angus y Mary lo que ha perdido, al grado que el personaje que vemos al inicio, sólo en la superficie, termina siendo otro hacia el final.
Sessa, Da’Vine y Giamatti no podrían haber hecho un mejor equipo en esta cinta cómica, hecha a conciencia, con el propósito de reivindicar a esos maestros que tal vez todos tuvimos en algún momento dado y quedaron en el olvido, por más valiosos que fueron. Historias cotidianas, vaya, que marcan la diferencia en las generaciones. ****
Punto final.- Y el Óscar es para…