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jueves, noviembre 21, 2024
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De Culiacán a Tijuana: balacera contra El Rayo

Una casa en el residencial Rincón Toscano en Cumbres de Juárez en Tijuana, inicia su precio en un millón 250 mil dólares. No muy lejos de esa zona, calles abajo, en la colonia Cacho, solían ocultarse a plena vista los hermanos Benjamín y Ramón Arellano Félix en la década de los ochenta.

Tal cual, casi 40 años después de la llegada de los Arellano a Tijuana, un miembro, a saber oficialmente del Cártel de Sinaloa, seleccionó esa zona dorada de la ciudad para vivir, para ocultarse a plena vista.

Desde hace por lo menos tres años, Javier Quintanilla Castillo alias El Rayo, llegó a Rincón Toscano acompañado de su familia, compuesta por esposa e hijos. No desentonaron de sus vecinos al moverse en el mismo círculo de lujos, ropa y bolsas de diseñador para la mujer, autos para el hombre y la familia. Dos Mercedes Benz, una Lincoln, un Jeep, una Pilot, una tipo van.

Tampoco les despertó sospechas a los vecinos que el hombre se tomara temporadas largas sin visitar a la familia. Trabajaba en Ensenada -refirió un investigador a ZETA- y venía cada quince días a visitar a su familia. Por la Mesa de Coordinación para la Seguridad, se sabe que en el municipio porteño impera de manera criminal la célula de Sinaloa que encabezan René y Aquiles Arzate.

Pero El Rayo se confió de su seguridad, y de acuerdo a testimonios de vecinos, cuando regresó por ahí del 20 de enero, ya no se volvió a ir. Se quedó en la casa de Toscano con su esposa e hijas hasta el 26 de febrero, cuando un grupo de sicarios intentó asesinarlo en la lujosa residencia que rentaba para ocultarse.

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Eran las 04:16 horas de ese lunes cuando la balacera despertó a vecinos y alertó a las autoridades. Fueron unos diez minutos de balazos constantes. Desde fuera, los hombres habían entrado al residencial por una ladera de las muchas que caracterizan a esa zona, y se fueron acomodando frente a la casa que atacarían. Posteriormente llegaría un camión en el que pretenderían huir después del crimen.

La zona dentro de la casa es de guerra. Hay armas largas, más de cinco mil cartuchos, droga, cocaína, metanfetamina y al parecer fentanilo. Más de 200 impactos de bala de afuera hacia adentro, tiene la residencia.

A pesar del cruento y prolongado ataque, El Rayo logró huir. De acuerdo a los investigadores que procesaron la escena, lo primero que hizo al saberse descubierto y atacado, fue resguardar a su familia. En la parte alta de la mansión se ubican cuatro recámaras, una que era ocupada por él y su pareja, otra de su vástago, una más acondicionada como oficina y la última sólo tenía una cama.

De acuerdo a periciales, El Rayo repelió el ataque de los sicarios que rodearon su casa y logró poner a salvo a su familia en una camioneta Lincoln blanca, la misma en la que huyó de la escena. Dentro de la casa, investigadores localizaron cuatro armas largas y tres cortas, además de 5 mil cartuchos útiles.

La balacera duró diez minutos, lo que permitió al Consulado de Estados Unidos en Tijuana, emitir una alerta para sus residentes, dado que precisamente en esa zona, esa representación diplomática arrienda algunas viviendas para trabajadores administrativos.

Cuando la balacera cesó y los sicarios que habían llegado por la ladera subieron a la camioneta para huir, pero fueron detenidos, los primeros en llegar a la escena fueron los oficiales de la Municipal de Tijuana. Ellos aseguraron la escena hasta que una mujer, agente del Ministerio Público del Estado arribó a la zona, entrevistó al de la caseta, tomó fotografías, y cuando la municipal le preguntó si ella sería la responsable, dijo que no. Que sólo había armas y cartuchos y eso correspondía a la Fiscalía General de la República, cuyas autoridades no estaban en ese momento en el lugar.

De hecho fue hasta las 09:30 horas cuando la Policía Municipal puso a disposición de la FGR a los detenidos, justificando que en la fiscalía estatal “no nos los quieren recibir”.

A los hombres los detuvieron cuando intentaban huir, a una cuantas cuadras de la zona del ataque, en la calle Gobernador Rico esquina con Bulevar Cuauhtémoc Sur. De entrada, anota el parte, por “daños en propiedad ajena por disparos de arma de fuego y lesionado”.

Se trata de siete personas: un menor de edad, guerrerense de 16 años, quien resultó lesionado en el ataque. Además, Ángel de Jesús Moreno González, otro guerrerense de 32 años; Fernando Ávila Soto, de 34 y originario de Tijuana; Uril Pulido Ramos, tijuanense de 26 años; Dionisio Gerardo Luque, de Sinaloa, 37 años; Jesús Enrique Castañeda Rodríguez, originario de California, Estados Unidos, 34 años; y Jorge Luis Carranza Vázquez, también de 34 años, pero originario de Guerrero.

Ninguno de los siete detenidos, incluido el menor de edad, registra antecedentes delictivos.

A los sicarios les fueron aseguradas armas y equipo táctico para cada uno de ellos, compuesto por múltiples cargadores, arma de fuego y cartuchos útiles. En total, ocho de armas de fuego, cuatro cortas y cuatro largas.

Del móvil del ataque, aun cuando oficialmente los investigadores no han logrado obtener información de ninguno de los siete detenidos, en un inicio estimaron que la agresión era contra una persona identificada como Jaime Daniel Gutiérrez García el Toro, quien habría huido a Tijuana para resguardarse tras haber asesinado a un menor de edad en Sinaloa.

De acuerdo al periódico Ríodoce, el 7 de enero de 2024, un vehículo en que viajaba una familia, padre, madre e hijo, fue atacado, resultando herido el menor de edad que fue trasladado al hospital, donde falleció. A saber, se trató de una rencilla entre Jaime Daniel Gutiérrez García y a quien identifican como su socio, Ricardo Beltrán el Lico Beltrán, cuyo hijo fue asesinado.

El ataque ocurrido en Culiacán tendría repercusiones en Tijuana. De acuerdo a las primeras indagaciones, El Toro habría huido a la ciudad fronteriza y sería el objeto de la balacera del 26 de febrero, sin embargo, al procesar la escena, investigadores no encontraron elementos que les indicaran que ahí residía, aun cuando no descartan que se le haya ofrecido algún tipo de protección por parte de Javier Quintana Castillo, quien se ocultaba en Rincón Toscano, a la vista de todos.

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