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viernes, noviembre 22, 2024
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“Ya no está centralizada la literatura”: Eduardo Antonio Parra

“Ahorita ya no hay distinción, ya casi nadie habla de ‘literatura del norte’, ya se habla de autores mexicanos”, expresó a ZETA el autor de “Sombras detrás de la ventana”

Un clásico del cuento mexicano contemporáneo es Eduardo Antonio Parra, quien acaba de publicar “Sombras detrás de la ventana” (Ediciones Era, 2023), donde reúne 43 cuentos dados a conocer entre 1996 y 2023.

En “Sombras detrás de la ventana. Cuentos reunidos”, Parra reúne cuentos que originalmente fueron publicados en libros como “Los límites de la noche”, “Tierra de nadie”, “Nadie los vio salir”, “Parábolas del silencio” y “Desterrados”.

“Cuando me dijeron: ‘Ya hay que publicar un libro con todos tus libros’, pues dije, ‘Órale, va’. Ya que lo veo publicado, lo veo más gordo, más lleno, porque son 43 cuentos, es un trabajo de 27 años, desde el primer libro que se publicó en 1996, ‘Los límites de la noche’. Ha sido bastante satisfactorio”, expresó a ZETA el narrador mexicano, quien, a su vez, confesó algunos pormenores del cuento y cómo empezó a narrar el norte desde la década de los 90.

PRIMERO FUE LA IMAGEN

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Un viejo que cayó en un pozo pestilente en un desierto muy cerca del “otro lado”, con animales muertos y sin poder salir, mientras en un monólogo narra con desesperación su vida, es la imagen del cuento “El pozo”, contenido en “Sombras detrás de la ventana”, mismo que su autor originalmente publicó en 1996 en “Los límites de la noche”.

“El primer cuento que escribí fue ‘Cómo se pasa la vida’ y después ‘El pozo’. Tengo otro cuento que nunca he publicado en ningún libro, que fue mi primer cuento y no lo encuentro, además ganó un premio. Si voy a Monterrey y lo busco, lo encuentro, porque se publicó en la revista de la Universidad Regiomontana, pero ése no lo integré. Pero esos dos, ‘Cómo se pasa la vida’ y ‘El pozo’, son los primeros que escribí”, confesó a ZETA Eduardo Antonio Parra.

Siempre propenso a contar, revela el origen de su emblemático cuento:

“‘El pozo’ es una anécdota que me contó mi abuela materna, era de Tlahualilo, Durango. Dice que cuando ella era muy joven, muy niña, había un señor en Tlahualilo que estaba todo perjudicado, con los brazos rotos, caminaba todo chueco, lleno de cicatrices y que un día preguntó qué le había pasado a ese señor y le dijeron: ‘Se cayó en un pozo en el desierto, estuvo 28 días ahí’. Esa anécdota me la contó desde que era niño y yo la traía dando vueltas, dije: ‘Voy a escribir un cuento’. Tenía la anécdota del pozo y del hombre, pero tenía que escribir una historia, porque no me había dado otras cosas. Entonces, le estuve dando vueltas hasta que conseguí armar la historia en la cabeza y me senté a escribir”.

El protagonista de “El pozo” es un abogado que ejerce de maestro rural en el desierto del norte de México, muy cerca del “otro lado”:

“Eran mis primeros cuentos, tuve muchos problemas, por supuesto. Me acuerdo que yo quería que el protagonista fuera un campesino y, como narrador en primera persona, de repente dije: ‘No me va a dar, yo no conozco el lenguaje campesino’. Entonces lo tuve que componer, convertirlo en un maestro que era abogado, incluso los días pasados en el pozo de 28 los reduje a 13, porque dije: ‘Va a ser inverosímil’. Pero a mí me fascinaba la imagen del tipo adentro del pozo solo en el mundo y pensando en su vida, aterrorizado porque se va a morir. Ésa era la imagen que detonó y pues, bueno, salió el cuento”.

Foto: Enrique Mendoza

“TENIENDO UN OYENTE, SABES CÓMO HABLAR”

Escuchar a Eduardo Antonio Parra es como acudir a una cátedra con el maestro del cuento. En la entrevista para ZETA, reveló algunos detalles sobre la técnica y el procedimiento de escritura de un cuento desde que empezó a escribir sus primeros relatos.

“El cuento ‘Cómo se pasa la vida’ salió leyendo un cuento de Rafael Ramírez Heredia; estaba leyendo un cuento, vi la técnica y dije: ‘Esta técnica está bien interesante’. Era insertar los diálogos en la prosa, no sacarlos y una serie de flashback; entonces intenté hacer algo parecido. El cuento que yo leía de Ramírez Heredia era sobre un asalto bancario, pero aquí lo puse mejor en un accidente y cambiamos la historia”.

En esos primeros cuentos tuyos evidentemente no dominas el lenguaje propio de los campesinos como podría ser, por ejemplo, Juan Rulfo, pero sí del norte de México. ¿Cuál fue tu principal apuesta en términos estéticos sobre cómo manejar el lenguaje en un cuento?

“En ‘El pozo’ era mantener el monólogo para tener al lector en tensión. Estuve buscando ejemplos y me acuerdo que encontré el tono en un cuento de un español, de un tipo en la cárcel hablándole a otro, contándole su historia; ese tono me gustó y lo quise adaptar, lo empecé a adaptar, yo sabía que el oyente no iba a decir ni una sola palabra. Ese oyente me dio una especie de dirección, porque ya teniendo un oyente, sabes cómo hablar. Así se fue armando”, confesó.

Como un flashback en la entrevista para este Semanario, Eduardo Antonio Parra (León, Guanajuato, 1965) también trajo a la memoria la primera década de los 90, cuando en Monterrey tallereaba junto a otros jóvenes aspirantes a escritores de su generación que ahora gozan también del reconocimiento:

“En ese tiempo, yo tenía un grupo de amigos que teníamos un taller. Entonces llevé el texto de ‘El pozo’ ahí y le pusieron una madriza y tuve que corregir un montón de cosas. Luego lo volví a llevar y ya les gustó. En ese grupo estaba David Toscana, Hugo Valdés y otros que ahora son escritores, ya tienen muchos libros, por ese entonces empezamos. Más o menos así fue, fueron mis primeros textos y me di cuenta que la dificultad estaba siempre en el procedimiento y en la técnica. Y bueno, fue una manera de aprender a madrazos, ahora sí”.

EL PRIMER CONTRATO

Actualmente, Eduardo Antonio Parra va por la vida con el reconocimiento como cuentista bajo el brazo, pero a mediados de los 90 no tenía editorial, aunque ya escribía sus primeros relatos en Monterrey.

¿Cómo publicaste “Los límites de la noche” en 1996?

“Vivía en Monterrey y ya que reuní el libro me fui a Ciudad de México a buscar editor. Me acuerdo que traía tres listas: según yo, la primera división, la segunda división y la tercera división. Mi primera opción fue el Fondo de Cultura Económica; llegué, me recibió un editor, pero me dijo: ‘No podemos recibirte el libro. Nos dijo el director que no recibiéramos nada hasta agosto’, dijo, era marzo. ‘Te lo dejo y lo lees en agosto’, le dije. ‘No, porque luego nos dicen que quememos todos los originales que haya’, me dijo. El director en ese entonces era Miguel de la Madrid. Me vio todo agüitado y me dice: ‘¿Cuál es tu segunda opción?’. Le dije: ‘Voy a ir a Ediciones Era’. Dice: ‘Ahí sí te lo van a recibir, pregunta por Marcelo Uribe, el editor’”.

Así fue como llegó a Ediciones Era, editorial donde ha publicado sus cuentos:

“Me entrevisté con Marcelo Uribe, no me dio muchas esperanzas, pero me dijo: ‘Deja el libro, a ver qué tal’. No me dio muchas esperanzas porque eran cuentos, porque era yo de provincia, nadie me conocía. Me dijo: ‘En tres meses te resolvemos. No llames, no vengas’. En dos meses me buscó por teléfono y me dijo: ‘Oye, tu libro nos encantó, te queremos publicar’”, recordó.

“Yo andaba de vacaciones en Mazatlán, hasta allá me habló Marcelo Uribe, me dijo: ‘Me gustó mucho tu libro, lo queremos publicar’. Yo estaba brincando de gusto. Me dice Marcelo: ‘Oye, ¿este libro lo enviaste por correo o lo trajiste?’. Te lo di en tu propia mano. ‘Pero es que no me acuerdo de tu cara, pero cuando te des una vuelta a la Ciudad de México, firmas el contrato’, me dijo. Se rio y le dije: ‘Mañana salgo’. En dos semanas me inventé un pretexto y fui a firmar el contrato”.

Ganador del Concurso Nacional de Cuento 1995 del Ayuntamiento de Guasave, Sinaloa y de la Universidad de Occidente; y del primer lugar en el Certamen de Cuento, Poesía y Ensayo 1994 de la Universidad Veracruzana, Eduardo Antonio Parra no necesitó la tercera opción:

“Había una palanca que se me había ofrecido y no la quise utilizar, la dejé como último recurso: Daniel Sada, porque él fue jurado de un premio que gané. Me dijo: ‘Oye, me encantó tu cuento, cuando tengas un libro y no consigas editor, llámame, yo te consigo un editor’. Pero como salió la oportunidad en Era, ya no le hablé a Daniel. Era 1995”.

EL NORTE EN UN CUENTO

En los cuentos de Eduardo Antonio Parra habita el norte de México y sus temáticas, como la migración, el desierto, su idiosincrasia, el paisaje, sus problemas, el lenguaje, la cotidianidad, la frontera, el “otro lado”, la violencia.

“Yo decía: ‘La violencia norteña es muy distinta a la violencia del centro y del sur del país’. Entonces me decían: ‘¿Cómo distinta?’. Yo decía: ‘Es más seca, me da la impresión que es mucho más seca’. Hay un pasaje en ‘El laberinto de la soledad’ que decía que ‘el mexicano es tan amable que incluso cuando te clavan un puñal, te dicen ‘guárdame este fierrito’. Y decía yo: ‘En el norte no pasa esto’. En el norte es un poco más seco, a veces no se dicen palabras, llegan los golpes, los balazos. Entonces, yo quería reflejar eso. Obviamente estaba atento a lo que pasaba a mi alrededor, la gente que se movía alrededor, los habitantes de las ciudades, los migrantes, todo eso que era la problemática de las ciudades norteñas y ciudades fronterizas me atraía mucho, atrapaba mucho mi atención y yo quería reproducirla. Cuando escribí los cuentos de migrantes, ahora abundan también, pero en ese entonces yo no encontraba referencias. Me acuerdo de una novela de Luis Spota que se llamaba ‘Murieron a mitad del río’, el cuento de Rulfo, ‘Paso del Norte’ y párale de contar. No había mucho, entonces dije ‘pues hay que escribirlos’”.

Tus cuentos evidentemente no reflejan el habla de Chiapas, Veracruz, Yucatán o Ciudad de México. ¿Cuál fue el principal desafío sobre cómo escribir un cuento en el norte?

“Creo que cada texto exige un desafío. Desde el principio me planteé los pies en Monterrey y luego el norte, vamos a decirlo. Yo nací en León, pero nunca viví en León; crecí en Monterrey y viví en Nuevo Laredo y Ciudad Juárez, entonces eso me ayudaba, tenía una visión si no completa, por lo menos la mitad del norte la conocía. Entonces, mis historias me gustaban porque desde que las concebía, las concebía pensando en Nuevo Laredo, Ciudad Juárez o en Monterrey o en Linares, etcétera. Entonces, fue una cuestión de decisión, dices: ‘Bueno, voy a ser un escritor norteño’, además lo pensaba y lo decía. Decíamos: ‘Tenemos que escribir nuestra realidad porque queremos lectores de nuestra realidad, de nuestra región; tenemos que crear lectores porque no existen todavía, hay que crearlos’. Parecía utópico en ese tiempo, pero creo que se logró. Ahorita 30 años después voy a todas las ciudades del norte, me conocen y me han leído”.

Han pasado 30 años, pero tus cuentos ya no se identifican como “literatura del desierto” o “literatura del norte”, tal como se acuñaba en los 80 y 90, sino como literatura mexicana o cuentística de México…

“Bueno, ése era el segundo paso. Primero tenía que ser del norte y luego que se incorporara al corpus nacional, de alguna manera. Ahorita ya no hay distinción, ya casi nadie habla de ‘literatura del norte’, ya se habla de autores mexicanos, ya no está centralizada la literatura, ya son de todas las regiones. Salvo de los del desierto, pero siempre era toda la Ciudad de México; incluso me acuerdo que había un montón de libros sobre la colonia Narvarte. Había que mostrar la variedad del país un poco más, ahora ya se da incluso en el sur, ya hay narradores bastante interesantes en el sur, en el sureste”.

Foto: Cortesía

LA JOYA DE LA CORONA

En la entrevista para este Semanario, Eduardo Antonio Parra también se mostró dispuesto a compartir su idea del cuento y su estructura básica en la literatura universal.

¿Cómo concebías el cuento en los 90 y cómo actualmente? Es decir, ¿ha cambiado tu idea sobre qué es el cuento tres décadas después de que iniciaste a escribir?

“Creo que no. Yo estoy convencido que hay dos líneas muy fuertes de escritura del cuento a nivel mundial: una es los descendientes de Chéjov y otra que es los descendientes de Maupassant. Yo estoy más del lado de los descendientes de Maupassant, o sea, me gusta más la estructura clásica. He intentado y también he escrito algunos del lado Chéjov, cuando el cuento parece que no cierra, parece que no pasa nada, de repente hay cosas así, pero me sigue gustando más la estructura clásica y me sigo aferrando a ella.

“Por supuesto, como muchos escritores, de repente le quito elementos a la estructura clásica para hacerlo a lo mejor más destanteante o más interesante, pero creo que sigo teniendo una concepción del cuento que viene desde Chéjov y desde Maupassant, o sea, no ha cambiado mucho. Lo que veo, por ejemplo, en otros escritores más jóvenes, es que hay mucha influencia del cuento norteamericano más que del cuento latinoamericano. Yo tengo mucho más influencia del cuento latinoamericano, dentro de una tradición muy española, pues”.

¿Qué es el cuento?

“El cuento es el género literario más chingón, el género narrativo más interesante y también, probablemente, el más difícil; el cuento es la joya de la corona de la narrativa”.

Lapidó el maestro del cuento:

“Un buen libro de cuentos me parece más difícil que una muy buena novela, y, a veces, un buen cuento me entusiasma más que una buena novela”.

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Autor(a)

Enrique Mendoza
Enrique Mendoza
Estudió Comunicación en UABC Campus Tijuana. Premio Estatal de Literatura 2022-2023 en Baja California en la categoría de Periodismo Cultural. Autor del libro “Poetas de frontera. Anécdotas y otros diálogos con poetas tijuanenses nacidos en las décadas de 1940 y 1950”. Periodista cultural en Semanario ZETA de 2004 a la fecha.
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