“La verdadera amistad es planta que crece despacio y no prospera nunca si no se basa en un mérito mutuo y conocido”.
-Philip Dormer Stanhope.
En ocasiones es difícil escribir en relación a personas a las que conocimos por muchos años, y muy desafortunadamente encontraron el final de su vida en plenitud de su actividad intelectual, sus actos éticos; la obtención de muchas metas que se trazaron durante su vida: en el ámbito de familiar, con su esposa, hijos; en el ámbito profesional, desempeñando con gran vocación su carrera profesional tanto en el servicio público, como en el ejercicio del litigio; y siendo un ejemplo muy sobresaliente como servidor público por su extraordinaria calidad humana, tanto en la atención a la ciudadanía como a sus compañeros de profesión de la abogacía.
Es el caso de mi querido amigo y hermano Narciso Ramírez Moreno, a quien tuve la suerte de conocer en 1977. Nació en el municipio de El Rosario, estado de Sinaloa, pero residía en la ciudad de Tijuana, B.C., desde el año 1953. Contrajo matrimonio con la reconocida jurista Dalila Villegas, Juez en retiro en materia familiar, y tuvo cuatro hijos: Hiram, Gildardo, Aleida y Dalila. Realizó sus estudios en la Escuela Secundaria Federal Número Siete de esta ciudad (del Centro Escolar de Agua Caliente) y sus estudios en la Escuela de Preparatoria Federal por Cooperación, igualmente del Centro Escolar Agua Caliente.
Tuvo que irse a residir a la Ciudad de México para realizar sus estudios profesionales en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), para después que los concluyó retornar a Tijuana, a ejercer su carrera de Abogado; primeramente como litigante y después ingresar al Poder Judicial del Estado de Baja California, en donde se desempeñó como Juez Primero de lo Civil en los Partidos Judiciales de Tijuana y Ensenada, respectivamente, de noviembre de 1971 al mes de abril de 1974.
Por algún tiempo, después de que dejó de ejercer sus funciones como Juez, estuvo litigando en las materias civil, familiar y penal; en aquel entonces los juzgados tanto en materia civil como en materia penal se encontraban en lo que algún tiempo fue el edificio que ocupó la Comisión Estatal de Servicios Públicos.
Tuve el enorme privilegio de ingresar a la Logia Fénix número 10, de la cual igualmente formaba parte Narciso Ramírez “Chicho”, como cariñosamente le llamábamos sus amigos, sus hermanos, los muchos litigantes que conoció y trató, y muchas personas para quienes fue muy cercano. En Fénix 10 se gestó nuestra gran amistad que ya jamás concluyó. Recuerdo que en aquel edificio que algún tiempo ocupo la CESPT, llegaba muchas veces a conversar conmigo y a tomarse un café en las oficinas en donde me desempeñé por más de 16 años como Agente del Ministerio Público, y en tono de broma le decía que algún día igualmente lo visitaría en las oficinas en donde él laborara en el servicio público; incluso, le llegué a decir: “Algún día tú serás igual Agente del Ministerio Público” y se sonreía y decía “No, eso nunca va a suceder”.
Sin embargo, el destino me dio la razón e ingresó a la entonces Procuraduría General de Justicia del Estado, en donde se desempeñó múltiples responsabilidades como Subprocurador por Ministerio de Ley, director de Control de Procesos, y Agente del Ministerio Publico por 19 años hasta el mes de abril de 2016. En las últimas etapas dentro de la Procuraduría estaba desempeñándose como Agente del Ministerio Público adscrito al Juzgado Séptimo Penal y entonces era yo quien lo visitaba y conversábamos sobre temas legales y políticos que siempre le apasionaron, recordando aquellos tiempos en los que ejercía las funciones de director estatal de Acción Civil Juvenil del PRI en el Estado de Baja California y también fue presidente del Comité Municipal del PRI en esta ciudad.
Aunque nuestra amistad estaba ampliamente consolidada, tuvo otro punto sobresaliente cuando fue electo como presidente del Colegio de Abogados “Emilio Rabasa de Tijuana, A.C.” de 1971 a 1989, en donde múltiples ocasiones nos encontrábamos en las reuniones que convocaba nuestro colegio y en las sesiones de expresidentes del mismo.
Chicho tuvo un don de gentes excepcional, evaluaba todas las cosas que sucedían a su alrededor, asignándoles la importancia que merecían; se distinguió por tratar fraternalmente a sus hermanos y con gran aprecio a los muchísimos amigos que tuvo en vida. Le recordaremos siempre con gran emoción, procurando seguir su ejemplo: “Sembrar semillas del amor y la fraternidad en cualquier camino que él recorrió”.
Benigno Licea González es doctor en Derecho Penal y Derecho Constitucional; fue presidente del Colegio de Abogados “Emilio Rabasa” y actualmente preside el Colegio de Medicina Legal y Ciencias Forenses de B.C.
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