Se marcha el año viejo
con el pelo plateado,
con la espalda ya encorvada
y el alma desanimada.
El tiempo nunca regresa
y los momentos vividos
se quedan en el recuerdo
que nos causa un suspiro.
Año dos mil veintitrés,
te has ido yendo veloz;
muy poco te conocí
y ni siquiera tu voz.
Cosas buenas me dejaste
que jamás he de olvidar,
y las muchas bendiciones
con nada puedo pagar.
Llega la melancolía
con tenues rayos de sol,
es una fría mañana
y le falta el arrebol.
Se marcha el año viejo
con esos zapatos rotos,
su ropa no quita el frío
se siente el corazón solo.
La mirada va perdida
sin el brillo juvenil,
no alcanza a ver el camino
y no deja de sufrir.
Sacúdete todo el polvo
y ponte a cantar canciones,
danza con el alma joven
y llena el jardín de flores.
El sol ya volverá mañana
y un año nuevo vendrá;
la nieve que cubre el campo
por fin se derretirá.
Cantarán los ruiseñores
y un jilguero en el manzano,
la vida es tan maravillosa
aunque pasen muchos años.
Lourdes P. Cabral.
San Diego, California.