Por voluntad propia es una historia que nunca quise escribir, de la cual fui testigo involuntario y ustedes también lo son, queridos amigos y amigas.
Cuando, por voluntad propia, un joven decide quitarse la vida para terminar con su existencia, agonía, sufrimiento, desesperanza, enojo, tristeza o padece una depresión profunda, causada por alguna decepción amorosa, conflicto laboral o familiar o bien por haber caído en infierno de las adicciones del alcohol o las drogas…
Eso, amigo o amiga, marca tu existir, tanto si tiene conexión con tu vida o simplemente te toca el corazón.
Motivos hay muchos para que un joven tome esa triste decisión, que deja a sus seres queridos con un amargo sabor de boca y un gran vacío en el estómago, además de un gran sentimiento de culpa por no haber entendido las señales que anunciaban tan triste suceso. Queda un dolor inmenso en el alma y el pecho por no haber tenido una sola oportunidad de haber impedido que llevara a cabo esa triste decisiones de abandonar por voluntad propia esta en ocasiones inequitativa vida.
En la parte exterior de un recinto funerario se observa a jóvenes con ojos llorosos por la pérdida de su amigo; otros mueven su cabeza de un lado a otro como queriendo negar el trágico suceso, sin comprender lo que motivó a un juvenil deportista a tomar esa fatal decisión.
Unos más al interior de la capilla se despiden calladamente. Nadie sabe por qué, por voluntad propia, partió de esta vida su querido amigo.
Cuidemos que “por voluntad propia” nuestros hijos, seres queridos o amigos no tomen ese camino.
Atentamente,
Francisco Heredia Guzmán.
Tijuana, B.C.