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viernes, febrero 16, 2024
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Península Guadalupana: La Paloma Blanca

“¿Quién osaría venir aquí sin intervención? ¿Qué loco o tonto se atrevería a trazar el alcance de la montaña, del cielo, o del propio ser? Sólo yo, Kino, en sólo una jugada, un sorteo, el premio el Oriente, este desolado desierto al perdedor”.

-Jane Candia Coleman, Cartografía


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La primera imagen de Nuestra Señora de Guadalupe llegó al noroeste de la Nueva España, hoy México, cuando el misionero Eusebio Kino solicito a Juan Correa, pintor virreinal, una copia a mano del original del Tepeyac. El jesuita italiano era guadalupano como el milanés Juan María Salvatierra, fundador de Loreto.

Basta leer las reflexiones de uno de los más grandes historiadores en el mundo, el mexicano Miguel León Portilla, para descubrir el “interés” de los norteamericanos por “hacerse” de la península californiana: hay más de cinco mil títulos de libros e investigaciones en inglés sobre el tema de Baja California, desde caminatas, viajes, destinos turísticos, y sitios que ni los mexicanos tenemos idea que existen.

Para el explorador e historiador bajacaliforniano Carlos Lazcano Sahagún, autor de más de 50 libros, sobre todo de la región y sus misioneros y misiones, la primera misión del jesuita Eusebio Francisco Kino fue la de Nuestra Señora de Guadalupe de las Californias, en honor a la Virgen del Tepeyac, y a la vez para honrar la memoria de la bienhechora de las misiones de Sonora, Arizona y Baja California, la Duquesa de Aveiro (cerca de Fátima), la portuguesa María Guadalupe Lancaster.


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Kino la fundó en abril de 1683, cerca de La Paz. Al respecto, Carlos Lazcano considera que los norteamericanos desistieron de apoderarse de la Península, porque es una geografía tan mexicana como guadalupana, toda vez que la vida misional fundante de las Californias inicia en 1683 con el padre Kino, y termina en 1844 con la fundación de Nuestra Señora de Guadalupe, en el valle cercano a Ensenada, atribuida al dominico Félix Caballero. La protección guadalupana recorre desde su primera misión jesuítica hasta la última, la del admirable Valle de Guadalupe.

Otra gran etapa Guadalupana Peninsular será la de los padres del Seminario de Misiones Extranjeras de Roma, San Pedro y San Pablo, entre ellos Juan Rossi y César Castaldi (Comondú-Mulegé), entre 1915 a 1939, cuando llegan al Vicariato Apostólico de la Baja California, los misioneros del Espíritu Santo, fundados por el sacerdote francés Félix de Jesús Rougier y la santa mexicana de San Luis Potosí, Concepción Cabrera de Armida, madre de ocho hijos, algunos de ellos presbíteros y religiosas.

Así como San Junípero Serra se apoyó en la Estrella del Norte (la Virgen de Guadalupe) para conquistar a los pames de la Sierra Gorda, Querétaro, los jesuitas italianos Salvatierra y Kino llevarán con ellos a Nuestra Señora de Loreto; sin embargo, estos se identificarán con María de Guadalupe, defensora de México, pero admirablemente protectora de las Californias. Iluminadora la obra Misionando en Baja California del padre Guadalupe Álvarez, misionero del Espíritu Santo, en su capítulo “Sembrando el Guadalupanismo en la Península”.  

Germán Orozco Mora reside en Mexicali.

Correo: saeta87@gmail.com

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