La palabra “político” es definida por el Diccionario de la Lengua Española como una “persona cortés”, es decir, una persona educada, que sabe comunicarse con respeto y lograr acuerdos mediante el diálogo. Por otra parte, Rogelio Hernández Rodríguez en su libro El oficio político (Colmex, 2021), asegura que, de acuerdo con Manuel Bartlett y el extinto Porfirio Muñoz Ledo, “la política es conducción, dirección, liderazgo para organizar a los seres humanos hacia el bienestar”. De este concepto podemos destacar tres ejes fundamentales: orden, funcionamiento y bienestar.
Para lograr esos tres pilares que caracterizan y dan razón a la política, se han creado diversas formas de gobierno en el mundo. A lo largo del tiempo, con experiencias gratas y otras no tanto, ha quedado de manifiesto cuáles han resultado más convenientes para la sociedad. De tal suerte que, con todo y sus altibajos, en el sistema democrático enraizado en México desde hace muchos años, y con muchos atisbos de mejora, el poder público se ha desconcentrado en tres entes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Aplicándose en tres niveles: federal, estatal y municipal. Esto nos permite cumplir con el primer “requisito” de la política: orden. Sin embargo, no se trata de una “orden de enchiladas”, sino de la organización y disciplina que requiere todo organismo público.
De ahí que previamente se pretendió dilucidar en qué consiste el Supremo Poder Legislativo de la Federación, entiéndase el Congreso de la Unión. Sin embargo, en nuestro país también existen las legislaturas locales, es decir, por cada entidad federativa. Una de las más recientes fue en la Ciudad de México, gracias a la reforma política de 2014, se suprimió a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal para dar pasó al Congreso actual.
Así, hoy en día, los 32 estados que integran la República Mexicana cuentan con su respectivo Congreso local. Cada uno atiende la naturaleza y particularidades de la entidad federativa a la que pertenece. Precisamente derivado de otras reformas político-electorales, el próximo año los mexicanos habremos de renovar las legislaturas locales con nuestro voto. Mientras en países como Estados Unidos sí cuentan con un Senado estatal, los Congresos locales sólo cuentan con una Cámara, la de diputados, dado que estos son “representantes del pueblo”.
En el caso de Baja California, se cuenta con 25 diputados estatales: 17 electos en las urnas y ocho plurinominales, los cuales son electos cada tres años y cuentan con un suplente. Podrán reelegirse de manera consecutiva siempre que sean postulados por el mismo partido político y se separen del cargo mínimo un día antes del inicio de la campaña. Para ocupar dicha responsabilidad se requiere ser mexicano por nacimiento, tener 18 años y contar con una residencia de, por lo menos, cinco años previos a la elección.
Es de llamar la atención que, como el propio presidente del Congreso bajacaliforniano lo señalara, no todos los legisladores entregaron públicamente su informe de labores. “Tengo varios pendientes”, dijo el primero entre sus iguales cuando recibió el texto mediante el cual Román Cota, diputado por Tecate, rindió cuentas. Y si algo llamó aún más mi atención, fue la conducta pública del todavía alcalde de dicho municipio, quien además de mostrarse agresivo con uno de los asistentes al evento (que no era suyo), realizó una serie de expresiones que más parecían recomendaciones para que quienes aspiren a ocupar su oficina, no se postulen. Como que no le gusta la competencia o siente pasos en la azotea. Como quiera que sea, dicen por ahí que: “arrieros somos y en el camino andamos”, aunque en este caso, se trata de políticos.
Post scriptum: “Divide y vencerás”, Julio César (atribuido).
Atentamente,
Francisco Ruiz, escritor, catedrático, doctor en Derecho Electoral y asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).