El olvido en las regiones de las costas de Guerrero es sistemático. No cuentan con desarrollo urbano, escasean los servicios básicos, los ayuntamientos están solos sin coordinación con el Estado. La pobreza impera y en esas condiciones, acceder a la seguridad y la justicia es casi imposible…
En Guerrero aún no se sobrepasaba el amargo trago de la masacre de policías municipales en Coyuca de Benítez, cuando sobrevino la devastación por el huracán Otis, que dejó a esa comunidad, a la de Tecpan y la de Acapulco, de manera particular pero no exclusiva, en la desolación de la damnificación: sin agua, sin energía eléctrica, sin servicios básicos, sin carreteras y sin certidumbre en materia de seguridad y justicia.
Unas horas antes de que entrara en una Categoría 5 el huracán Otis a las costas de Guerrero, en la Costa Grande de la región, en el municipio de Coyuca de Benítez, un comando criminal emboscó, asesinó, secuestró y mató en total, a trece elementos de la Policía Municipal de esa demarcación.
Entre los asesinados, el secretario de Seguridad de Coyuca de Benítez, Alfredo Alonso López, y el director de la Policía, Honorio Salinas.
La escena del crimen, harto compartida en redes sociales, es tan sangrienta como trágica. A cinco policías los fusilaron. Los capturaron, los esposaron a algunos, los formaron en una fila y les dispararon. Todos cayeron boca bajo sobre un montículo de arena. Otros tres agentes fueron arrinconados y asesinados. Sus cuerpos quedaron sostenidos unos entre otros, aun con sus armas de cargo y su uniforme oficial.
Cuerpos abandonados alrededor de las unidades oficiales. Sangre alrededor, miseria, injusticia, desolación.
La gobernadora Evelyn Salgado, reportaron medios de aquella entidad federativa, no se encontraba en Guerrero para posicionarse sobre el atroz acto. Como muchos gobernadores de Morena, incluida la de Baja California, suele acompañar al Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, cuando a este le place o le es necesario en términos políticos. Un día después del asesinato de los trece en Coyuca de Benítez, la mandataria apareció para dar un mensaje desde la comodidad de sus instalaciones: exigía la solución del caso a la Fiscalía General del Estado, misma institución que, supuestamente por seguridad, había ordenado a sus funcionarios en la Costa Grande de Guerrero, retirarse de las instalaciones.
No se observó en el actuar oficial del Gobierno del Estado de Guerrero, un compromiso por combatir la inseguridad y hacer justicia.
De la fiscalía estatal guerrerense nada informaron sobre las investigaciones. Ni siquiera lo encontrado en la escena del crimen que ya había sido reportado a partir de imágenes en redes sociales. Nada de sospechosos, aunque se sabe que en esa región, el Cártel Jalisco Nueva Generación disputa territorios a un cada vez más presente en la zona: Cártel de Sinaloa. Nada. Ni una sola mención a quienes pudieran ser los responsables de los trece asesinatos, ni siquiera la aportación de un norte sobre el móvil del crimen.
La incapacidad y el abandono de las autoridades procuradoras de justicia en Guerrero (aunque también sucede en otras entidades del país) no son una novedad con el caso de los trece de Coyuca. Un año atrás, en octubre de 2022, en una comunidad cercana, San Miguel Totolapan, un comando criminal asesinó a 22 personas, entre ellas al alcalde de la ciudad, a su padre y algunos de sus colaboradores, pues sostenían una reunión oficial. La justicia no les ha llegado. Nadie ha sido detenido, ninguna organización criminal ha sido señalada por la masacre de los 22. Las flores atiborran el cementerio donde perece también la justicia.
El olvido en las regiones de las costas de Guerrero es sistemático. No cuentan con desarrollo urbano, escasean los servicios básicos, los ayuntamientos están solos sin coordinación con el Estado. La pobreza impera y en esas condiciones, acceder a la seguridad y la justicia es casi imposible. Están más propensos a ser víctimas de los cárteles que a las oportunidades de desarrollo.
Poco más de 24 horas después de la masacre de los trece, el huracán Otis entró a las costas de Guerrero en Categoría 5, la más alta para un fenómeno de esa naturaleza, que implica vientos de más de 250 kilómetros por hora y altos oleajes. Afectó varios municipios, entre ellos, Coyuca de Benítez, Tecpan, Acapulco.
Los vientos desbordaron ríos y arrasaron con carreteras, interrumpiendo las comunicaciones terrestres con la región. También levantaron palmas, vehículos, espectaculares, estrellaron vidrios y estructuras de edificios de oficinas, residenciales, de condominios y hoteles, se llevaron a su paso los de por sí frágiles postes de luz y todo lo que en calles y avenidas encontraron.
El panorama una que vez que pasó el huracán por la costa guerrerense, es de devastación y desolación. 48 horas después del azote de Otis, el Gobierno de México seguía sin tener información sobre los daños, los damnificados, las afectaciones a la infraestructura urbana y privada, y los tiempos para restaurar los servicios de comunicaciones, agua potable, energía y carreteros. En una escena que más pareció una burda sátira política que una visita para el recuento de daños, el Presidente Andrés Manuel López Obrador desoyó las recomendaciones de no viajar a la zona de devastación por la vía terrestre dadas las condiciones de destrucción de las carreteras. Con su aparato militar y civil, se quedó atascado en el lodazal, residuo del oleaje y las tormentas que acompañaron al huracán Otis. Una visita inútil. Los guerrerenses continúan en el abandono.
Los hoteles en su mayoría han atendido en la medida de lo posible a sus huéspedes y personal, en sótanos, bodegas, áreas de máquinas y otras áreas seguras para resguardarlos de las inclemencias, y poco a poco proveerles de lo necesario. Los ciudadanos de los municipios afectados permanecen en el abandono. No tienen ni agua ni alimentos, el huracán arrasó con sus casas, comercios, y los pocos que quedaron de pie han sido saqueados ante la necesidad que no es cubierta por un gobierno que no tiene un programa de atención para eventualidades como esta.
Sin justicia, inmersos en un clima de inseguridad y violencia, ahora los guerrerenses se levantan de entre los escombros mientras el resto del país no ha dimensionado el nivel de la tragedia ante la ausencia de información oficial. Lo que se sabe, es por videos tomados por personas que en el centro del huracán y posterior a su paso, han documentado lo que sucedió y lo que acontece, y el panorama se ve entre la tragedia y la desolación.