“La literatura es una gran memoria anterior al lenguaje y también es una gran herida que nos impele a contar”, expresó a ZETA la autora de “Todo lo que crece. Naturaleza y escritura”
Entre la naturaleza y escritura hay grandes semejanzas y otras rarezas que la escritora argentina radicada en España explora en su libro de ensayo “Todo lo que crece. Naturaleza y escritura”, editado en 2021 por la editorial Páginas de Espuma.
“No dejo de comparar a la literatura con la naturaleza, mis estrategias literarias se acercan cada vez más a ella”, refiere Clara Obligado en su obra; por eso, antes de compartir algunas reflexiones sobre su ensayo advierte:
“Yo creo que a medida que te vas haciendo mayor, como es mi caso, te das cuenta que todo se parece a todo, que en el fondo las ciencias y las letras no son tan distintas y la cultura no es tan diferente a la naturaleza, es parte de lo mismo; entonces, si tú haces analogías entre distintas ramas del saber o entre la naturaleza y otras cosas, te das cuenta que todo es lo mismo, que todos venimos de una semilla, viajamos hacia una semilla”.
Radicada en España desde 1976 y exiliada política de la dictadura militar argentina, Clara Obligado (Buenos Aires, 1950) compartió a ZETA:
“El arte de la poda es lo más importante de todo, la precisión, la economía; o sea, un montón de principios que serían principios literarios están también en cuidar un huerto, por ejemplo, cuidar un jardín. Cuando hablamos, siempre estamos metiendo entre nuestras palabras cosas ligadas con la naturaleza, aunque nos alejemos tanto de ella”.
“NO ES UN LIBRO SESUDO”
En “Todo lo que crece. Naturaleza y escritura”, Clara Obligado propone un viaje por la exuberante naturaleza, entendida ésta también como punto de partida en su obra literaria:
“Todos mis cuentos suceden en un entorno natural que es importante para la historia, pero me parece que quizás la pandemia nos llevó a reflexionar a muchos escritores, además, sobre quiénes somos en este mundo. Este libro reflexiona mucho sobre el ser humano como parte de la naturaleza y el riesgo que estamos corriendo”, expresó a ZETA la poeta, narradora y ensayista.
Entonces rememoró el proceso de escritura de “Todo lo que crece”, incluso previo a la pandemia por COVID-19:
“Tenía un montón de apuntes. En realidad, leí un libro de Federico Falco, escritor argentino, que se llama ‘Los llanos’ (Finalista del Premio Herralde de Novela 2020). Antes de que escribiera ‘Los llanos’ me dijo: ‘Yo estoy escribiendo un libro que tiene que ver con unos apuntes y un huerto’. Y bueno, leí el libro y me gustó mucho. Yo tenía en mi computadora un archivo que decía ‘Jardines’, donde iba apuntando todos los recuerdos de naturaleza y mi vida, por ejemplo, los veranos con mi padre y todas estas cosas que luego aparecen en el libro, pero no tenía ningún sentido, no sabía cómo armarlo y creo que Federico me dio el camino. Entonces, es un libro fragmentario, no es un libro sesudo; es un libro liviano, es un libro que dice cosas, espero que diga cosas”.
“ROMPO LOS GÉNEROS”
Entre literatura y naturaleza, relato o ensayo, memoria y etimología, Clara Obligado comparte un ensayo que mezcla diversos géneros.
— ¿Ha llegado a alguna conclusión o punto de partida sobre los géneros literarios?, cuestionó ZETA a la autora.
“Bueno, yo soy una extranjera en España, creo que eso es importante, porque siempre he pensado que como extranjera lo que tengo que hacer es dar cuenta de mi situación en un país y para eso rompo los géneros, como decir ‘Bueno, no hay que hacer cosas tan estables, no cosas tan firmes, sino cosas en movimiento’. Creo que los mexicanos los sabréis casi mejor que los argentinos, el hecho de moverse también cuestiona a las formas de cómo se cuenta. Yo por eso hago una forma híbrida, fragmentaria, donde el lector pueda conversar conmigo también. No es un ensayo en el estilo sesudo del término, yo le digo ‘ensayito’. Me gustan más los géneros menores, donde el lector siente que dialoga, espero que sienta que dialoga, no que lo estoy adoctrinando”.
— A propósito de la estructura en un texto híbrido, fragmentario, podría argumentar sobre lo no lineal, como lo es la memoria o la naturaleza…
“Es lineal por un lado porque empieza por una niña que termina siendo una mujer mayor, pero dentro de esta linealidad se van trenzando cosas de la vida; yo diría que mi origen es justamente Sor Juana Inés de la Cruz con una frase que a mí me encanta, que dice: ‘Si Aristóteles hubiera guisado, mucho mejor hubiera pensado’. A mí me interesa mucho esta mezcla de vida normal con escritura, con saber; Sor Juana sabía mucho de esto. Por eso el libro tiene un orden desordenado, que eso para un escritor es quizás lo más difícil, porque ser desordenado es relativamente sencillo y ser ordenado también, pero mantener este equilibrio, esta tensión entre lo que parece que fluye como una caminata casi y lo que está férreamente atado y lo que está totalmente suelto, es difícil; es lo que más me costó en el libro: la estructura”.
— ¿Pero Usted tiene el control en ese bosque de la literatura donde hay muchas digresiones, donde no es necesariamente todo lineal?, ¿quién tiene el control en la escritura?
“Bueno, como ‘Hansel y Gretel’: en el medio estaría la cabaña de la bruja, si nos perdemos; y si salimos del bosque, conquistaremos un reino. O sea, las tradiciones nos lo dicen: en el bosque te pierdes, en la vida te pierdes, pero si las gestionas con un poco de sabiduría también conquistas un reino.
“Yo creo que la simultaneidad es mucho más parecida a lo que nos pasa. La linealidad quizás sea una percepción que no es real, los seres humanos sólo podemos pensar lo que tenemos dentro de la cabeza. Hay árboles que son eternos, por ejemplo, que no tienen fecha de caducidad, no tienen esta idea del tiempo que fluye que tenemos nosotros. Entonces, la pregunta sobre el tiempo también es una pregunta que está inscripta en la naturaleza”, comparó.
“Yo soy una obsesiva grave, con lo cual no hay nada que yo no controle. Yo creo que cuando uno acepta que el mundo es descontrolado, lo que tiene que hacer es controlarlo para poderlo contar, es un falso control en el fondo porque soy consciente de que el conocimiento es descontrolado, pero si yo te lo quiero transmitir, tengo que organizarlo. Al mismo tiempo, pienso que este libro se podría leer por fragmentos, o sea que el lector está autorizado para romperlo, pero yo como escritora tengo que dar lo mejor de mí”.
“LA LITERATURA ES TAMBIÉN UNA GRAN HERIDA”
En un tono siempre poético, Clara Obligado entrega un ensayo que también reflexiona sobre creación y literatura.
— “Antes de que nazcan las palabras están el tacto, el olfato, el oído”, se lee por “Todo lo que crece”. Podría hablarnos de la poesía antes de que las cosas tengan un nombre…
“Yo soy narradora, este libro es lo más próximo que he hecho a la poesía, quería hacerlo, además, quería que fuera un homenaje a la naturaleza en la que me incluyo, me mezclo yo en la naturaleza. Creo que al preguntarme por el origen de tantas cosas me pregunté también por el origen de la escritura, ¿por qué escribo?, ¿desde dónde escribo? Y yo creo que escribo desde esa etapa donde sentía, pero no sabía hablar. Entonces, creo que esa búsqueda de las palabras, el pre-lenguaje, es lo que a mí me establece como escritora”.
— ¿Hay poesía, literatura, antes del lenguaje o del nombre de las cosas?
“Yo creo que sí. Yo tengo el recuerdo de los ojos de una mariposa, cómo son los ojos de una mariposa; ahora no veo la mariposa directamente. Un niño tiene antes del lenguaje esa memoria obsesiva de las cosas, que es lo que determina una manera de contar. También tengo memoria de cuando confundía las palabras, por ejemplo, bombero con sombrero, quería decir bombero y decía sombrero; o sea, ése es el trabajo del escritor en el fondo: la búsqueda de la palabra exacta, yo creo que ahí está la tinta donde mojamos la pluma después. Después diría que la literatura es también una gran herida; la literatura es una gran memoria anterior al lenguaje y también es una gran herida que nos impele a contar, a narrar”.
— ¿Cómo fue este descubrimiento de que hay lenguaje, poesía, literatura, incluso antes de aprender a leer y escribir?
“Yo tengo memoria casi intrauterina; o sea, recuerdo cuando aprendí a caminar, por ejemplo. Mi psicoanalista argentina me decía: ‘Es imposible’. Entonces yo decía: ‘No es imposible. Yo me recuerdo en la cuna mirándome los pies’. O sea, recuerdo esa infancia, mis emociones en ese momento y creo que no son tan diferentes a las actuales. O sea que ese deslumbramiento por la luz, por el olor, esa sinécdoque general que tiene el niño, yo creo que eso es la base del poema; Emily Dickinson te diría lo mismo, creo yo”.
— ¿Cuál es el papel del escritor cuando no tiene o no encuentra las palabras para nombrar algo?
“Yo creo que los escritores estamos abocados al éxito y al fracaso; al éxito porque somos capaces de espejear el mundo, de dar un espejo como concentrándolo, llevando la semilla, como para que sea más entendible, porque el mundo en sí es simultáneo, no es entendible, es muy caótico; y por otro lado, sabemos que las palabras tienen un límite y nos asomamos a un hueco donde no sabemos qué decir, que podríamos llamarle muerte. Entonces, nos movemos entre estos dos límites, entre la sombra y el espejo, el hueco y el silencio; ahí está nuestra historia”.
— ¿Ha considerado que entre las palabras y lo que nombran hay solamente una aproximación? Es decir, no necesariamente hay una exactitud entre ellas…
“No hay ninguna exactitud; las palabras no se pegan a las cosas. Ya lo decía Borges desde hace muchísimo tiempo: ‘Las palabras pueden ser éstas o las contrarias’. O sea, yo vivo en una cultura donde mi castellano originario no es el que habla la gente; yo estoy traduciéndome permanentemente, del castellano al castellano. Entonces, yo creo que ese proceso de traducción es lo que es la cultura, ese proceso de entender al otro y sus circunstancias y hacer la propia”.
PASIÓN POR LAS PALABRAS
En “Todo lo que crece. Naturaleza y escritura”, Clara Obligado incluye en el transcurso de la obra un glosario etimológico, en torno a botánica o en general sobre naturaleza, también su relación con la humanidad y el mundo: capitaloceno, solastalgia, simbioceno, mermerosidad…
“Son las palabras que más me preocupan, o las que más me gustan o las que más me acompañaron; por ejemplo, la idea de crepúsculo, como pequeña muerte, ésta es la etimología de la palabra crepúsculo, que quiere decir ‘muertecita’. Entonces, yo cada vez que veo un crepúsculo, pienso en la ‘muertecita’, eso me ha acompañado desde que conozco la etimología. Y otras han sido un descubrimiento, buscando la palabra encuentro el significado que me interesa”, refirió a este Semanario.
“Me pongo a buscarlas, por ejemplo, madera, ¿de dónde viene la palabra madera? Pues viene de la palabra madre; madre, madera y materia tienen el mismo origen. Entonces, me pongo a reflexionar sobre lo que quiere decir que alguien, en algún momento de nuestra historia, entendió que la madera era nuestra madre, me parece maravilloso. Las etimologías me asaltan con nocturnidad”.
— ¿De dónde viene su pasión por las palabras al incluir etimologías en “Todo lo que crece”?
“Había una época que me compré el ‘Diccionario etimológico’ (‘Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana’) de Corominas -fue mi inversión porque son muchos tomos-, y lo leía todas las mañanas en la cama como quien lee una novela. A mí me parece que si la naturaleza es la historia del planeta, la etimología es la historia de las palabras. Entonces, si nosotros miramos para atrás, en cada palabra está escondida nuestra historia, eso me pareció absolutamente fascinante”.
“EJERCITAMOS DISTINTOS YOES EN CADA MOMENTO”
En alguna parte de “Todo lo que crece. Naturaleza y escritura”, se lee: “No soy yo la que escribe, es alguien que me habita”. Finalmente llega el momento de preguntarle sobre el yo lírico:
— ¿Quién habla en la obra de Clara Obligado?
“Mi otro yo. Yo creo que tenemos muchos yoes, o sea, si no estaríamos todos psicóticos. Si yo actuara en una junta de empresarios como un ama de casa y si actuara con mi marido como si fuera escritora, y si actuara como escritora cuando fuera cocinera, estaría totalmente loca. Entonces, ejercitamos distintos yoes en cada momento y hay un yo que es el yo de la escritora, que, en cierto momento, con nocturnidad en mi casa, desarrolla lo que tiene extrañamente en la cabeza, pero después soy una persona normal”.
Concluyó: “Yo abogo por la normalidad, escribo desde la normalidad y creo que eso es normal. Soy una persona que cocina, que trabaja, normal en una mujer. A mí me parece que la gente que lleva al escritor puesto todo el día es pesadísimo”.