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martes, octubre 1, 2024
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Jorge Kuri

Jorge Kuri nace en Puebla, de padre libanés y madre mexicana.

Su padre, suertudo, se gana la lotería dos veces; pero no tan suertudo, se pica y le entra a la adoración de Birján, Dios del juego, perdiendo lo que tenía y un poco más. Y como nos ocurre a muchos, venimos a parar a la tierra de los migrantes, Tijuana.

Con deseos de mostrar que era factible hacer fortuna ganando en la lotería, Don Jorge padre se viste de smoking y se pone gallardo a vender cachitos de lotería. Me acerco sorprendido y le pregunto: “Perdone, me da curiosidad verlo vestido de smoking y vendiendo lotería nacional” y me responde: “Bueno, me visto de smoking para que la gente piense que es factible hacerse millonario comprando boletos de lotería”; le inquiero “¿De dónde es usted?”, pues su lenguaje me sonaba a libanés, y él me responde: “Soy de Líbano, vine a vivir a México, me casé en Puebla, tengo hijos allá; mi esposa es una extraordinaria señora. Me saqué la lotería, me emocioné con el juego, lo perdí todo y vine a Tijuana a buscar fortuna”.

Le dije: “Hay una oportunidad en un negocio interesante en Tijuana que es vendedor en la central camionera a los falluqueros y yo fabrico chamarras; si usted quisiera ser mi agente, yo creo que le iría mejor que vendiendo lotería”, cosa que aceptó.

Nota, en aquel tiempo no había teléfonos celulares y yo jugaba lotería sin perder nunca ni siquiera el costo de la llamada telefónica, que era cara, pues mi cuñado Bernardo, en cuanto caía la lotería en México (dos horas antes que en Tijuana) me llamaba de la siguiente manera mediante operadora: “llamamos al Sr. Alberto Benítez”, respondíamos: “No está”. Pero ya sabíamos que la lotería en México había caído en 1 y 2 que eran las iniciales del nombre falso de Alberto Benítez, A y B. Ni tardo ni perezosos corríamos al estanquillo donde vendía lotería y comprábamos todos los boletos terminados en 1 y 2, lo que nos garantizaba el retorno de nuestro dinero y quizás algún premiecillo; por lo tanto, yo no podía comprarle lotería que me costaría a Don Jorge Kuri, cuando la conseguía gratis a través de mi cuñado Bernardo.

Don Jorge, raudo y veloz, empieza a acudir con mis chamarras a venderlas en la central camionera con gran éxito. Poco a poco se hizo de nuevos proveedores y vende una gran cantidad de artículos con pingües ganancias. Don Jorge me había confiado sus ahorros, que me solicitó, porque ya eran más de 40 mil dólares, y con esos recursos podría pagar buena parte de lo adeudado en Puebla.

Regresa Don Jorge de Puebla en un camión y con su hijo Jorgito sentado en los belices, pues no les había alcanzado para comprar el boleto completo del camión. Ambos hábiles, ponen una tiendita enfrente de la central camionera; y excelentes vendedores empiezan a acumular riqueza.

Don Jorge acude a mí un día y me dice: “Don Pepe, necesito ayuda. Pues, mi hijo Jorgito quiere ser arquitecto y la verdad nos está yendo muy bien en el negocio; yo quisiera que siguiera chambeando conmigo y se olvidara de la arquitectura”. Le respondo: “¿Cómo cree Don Jorge que yo voy a hacer que un joven que quiere estudiar no estudie? Va contra mis principios”, y Don Jorge me responde: “Don Pepe: Jorge Jr. le hace caso a usted por lo que le suplico le pida que por lo menos por los próximos tres años deje la carrera de arquitectura y se dedique a chambear pues no he visto antes oportunidades como ésta”.

Y así hablo con Jorge y le digo “Jorgito, un empresario que tiene recursos puede tener profesionistas a su servicio, puedes tener arquitectos, abogados, ingenieros, doctores, etc.; por lo tanto, no pierdas la oportunidad de este negocio”… Total, lo convencí y cuando Don Jorge gana su primer millón se voltea ante su hijo y le dice “Hijo, éste es tu primer título, pronto vas a tener más”. Y ¡oh!, ¡milagro!, esta profecía se cumplió totalmente.

Las trompadas del Trompo

Pasan los años y Jorge chico está inaugurando Macroplaza, un gigantesco espacio comercial en el Este de la ciudad. Jorge tiene un gran corazón y toma como responsabilidad el cuidar y terminar un espacio maravilloso, que se llama El Museo del Trompo; lo termina y lo lleva a niveles de servicios y organización nunca vistos. No le impide la pandemia tenerlo cuidado, vigente y próspero. Hoy, una veintena de museos de niños en el país han tenido que cerrar por falta de apoyos del gobierno y por falta de clientela, mientras el Trompo de Tijuana está vigente, pues Jorge saca dinero de las piedras, convence a propios, extraños y logra que los niños de la ciudad encuentren un espacio de enseñanza, alegría y paz, junto con ese ángel que cayó del cielo, que se llama Rosario Ruiz.

Ante la necesidad de los migrantes, Jorge se conmueve, y poniendo su cacumen comercial y su capacidad de tocar corazones y pedirles apoyo, mantuvo el Comedor del Padre Chava, poniendo baño para los migrantes, desayunos y comidas, mostrando destino y posibilidades de éxito a los necesitados. Jorge con gusto servía los desayunos personalmente, hasta que algunos seres envidiosos, viendo la prosperidad del lugar le quitaron la dirección a Jorge.

El Comedor del Padre Chava vino a menos y los que se quedaron, después de una breve arrebatinga, volvieron a pedirle ayuda a Jorge, ¿Qué creen que hizo? Si le habían quitado el lugar y tranquilamente podía decirles que se fueran al diablo… ¡Pues no! Jorge regresa con el mismo amor de siempre a cuidar a los migrantes, a darles el milagro de la oportunidad de vivir partiendo de cero. El joven que llega de Puebla a Tijuana, sentado en su beliz con un padre estupendo, con inteligencia y capacidad de negocios, con corazón de hacer el bien con la simpatía y alegría que siempre muestra, vive y vivirá por su enorme generosidad. Ojalá hubiera muchos Jorge Kuris, padre, hijo, nieto y bisnieto, y mejor nos iría.

Espere pronto las siguientes kuriaventuras…

José Galicot es empresario radicado en Tijuana.

Correo: jose.galicot@tijuanainnovadora.com

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