Es motivo de gusto, de orgullo para todos los mexicanos, el que nuestra moneda se mantenga estable frente a la moneda estadounidense. ¿Pero esto de qué depende? ¿Es fuerte por su naturaleza intrínseca? ¿Se trata de fortaleza a prueba de cualquier cosa? Definitivamente no.
Alguna vez en la universidad, un especialista en el tema nos decía: La economía es como una persona, con sus emociones y sensibilidad.
Como premisa principal debemos tener presente que la economía no tiene ni respeta fronteras. Es pues, de índole mundial.
En nuestro país, hemos tenido periodos de crecimiento importante. Por ejemplo, la sustitución de importaciones, que tuvo su auge gracias a la economía de guerra, debido a lo cual pudimos incrementar exponencialmente las exportaciones, principalmente a los Estados Unidos; pero una vez resuelto el conflicto y disminuido el flujo comercial, además de la corrupción en el apoyo a la incipiente industria mexicana, sobrevino el fracaso del modelo. Después, en el desarrollo estabilizador y gracias al pacto celebrado por los diferentes sectores de la población, se consiguió dicho crecimiento, pero a costa de la producción en el campo. Se sacaron recursos de un área y se invirtieron en otra. Ello aunado a la represión ejercida por el gobierno, también originó el fracaso y que la sociedad civil se retirara del compromiso contraído. Enseguida, la deuda contratada ante el fracaso de la reforma tributaria, y posteriormente más deuda, junto con el nepotismo y corrupción, a pesar del descubrimiento de importantes yacimientos de petróleo y su elevado precio en el mercado internacional, también causaron el fracaso de la economía mexicana en los gobiernos de Echeverría y José López Portillo.
¿Qué sucedió entonces, que fue tan trascendental y que, por un error, mala decisión o descuido, derivó en el fracaso y la caída económica?
Las causas de ello fueron la corrupción, el abandono del campo, la nula competencia o excesivo proteccionismo, el control forzado del tipo de cambio, el endeudamiento discrecional, el abuso de poder, el tráfico de influencia, la desigualdad… y el exceso de confianza.
Aun erradicando los problemas mencionados, es necesario aclarar que estamos expuestos a variables extranjeras, por lo que nada es seguro.
La economía nacional tiene un importante soporte en las remesas que envían los paisanos que residen en el extranjero. También, en la estabilidad de los precios de los hidrocarburos, de lo que poseemos buena cantidad. De igual manera, la ausencia de vaivenes en las potencias mundiales, abonan a dicha estabilidad; sin embargo, puede verse que los productos de la canasta básica vienen empujando en el mercado, encareciéndose, provocando un proceso inflacionario.
Ante esta situación, el Gobierno Federal ya atiende el problema, celebrando pactos con la iniciativa privada y jugando sus cartas respecto de las exportaciones de granos básicos, a fin de abastecer suficientemente el mercado nacional, y con ello controlar los precios.
Es necesario puntualizar que la confianza en el gobierno es un factor esencial que habrá de propiciar estabilidad económica, pues con ello la iniciativa privada invierte, produce, generando empleos y riqueza; sumado a la honestidad con que se manejen los recursos en beneficio del pueblo, sin corrupción ni desvíos, habría de generar el control de las variables, cuando menos las internas.
Inyectar recursos públicos a la vida económica del país, puede ser un arma de doble filo, pues una de las consecuencias negativas -por experiencia- es el exceso de circulante no justificado, y con ello la inflación y demás problemas económicos adyacentes.
El estado de bienestar o estado benefactor, consistente precisamente en la inyección de dinero a la economía nacional para que sirva como catalizador, puede resultar contraproducente si sólo se trata de eso precisamente, de dinero, sin que este se encuentre respaldado por la productividad interna, puesto que estaríamos hablando de una economía que no se sostiene por sí sola, lo que a la postre podría quedar evidenciado y ocasionar un fuerte golpe, esfumándose el poder adquisitivo a pesar de los significativos aumentos salariales, propiciando la devaluación de la moneda y la inseguridad del mercado, con los problemas que todos ya conocemos.
Abusados. Si se inyecta dinero a la economía por el Gobierno Federal, al mismo tiempo que se reconoce que la fortaleza se debe en gran medida a las remesas provenientes de los connacionales residentes en el extranjero, tácitamente se reconoce que la estabilidad se debe a otros factores, menos a la productividad.
Agradezco a quienes me hacen el favor de prestarme su atención.
Atentamente,
Alfredo Flores Ramírez
Tijuana, B.C.