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martes, octubre 8, 2024
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No soy robot 

“¿Es usted un robot?”, preguntan en la red para verificar si el que está del “otro lado” es humano o un programa. Automáticamente llenamos el espacio con una cruz: “no soy un robot”. El que pregunta, sí lo es.

Quienes controlan los medios masivos de comunicación, ofrecen al que está “del otro lado”, un ser humano receptivo y dispuesto a creer a todo lo que se le ofrece y se le dice: el mensaje con el que es moldeado y manipulado, pues de antemano conocen su nivel económico y cultural, lo que come, lo que bebe, lo que viste, el deporte que ejercita o sus preferencias sexuales, el bar que frecuenta, sus amigos, sus deseos y hasta sus sueños. Por lo tanto, pueden deducir con un “aceptable margen de error” cómo reacciona al mensaje -falso, por lo general- y sabrán también cuándo, cómo y qué venderle, ya sea una mercancía o una ideología política.

Se inventan narrativas con base real y falsa también; con la repetición constante llegan al control de la mente de los consumidores. Esto va más allá de un simple estímulo-respuesta para obtener un resultado esperado, como sería el lograr vender una mercancía; ahora se trata de venderle ideas, fantasías o futuros prometedores. Se inducen formas conscientes, subconscientes o “subliminales” para lograr respuestas de los individuos o de las masas.

Los medios masivos de comunicación tienen esa tarea. Las técnicas de lavado de cerebro sirven para vender ideas, noticias o imágenes que se sacan de contexto para hacer creer una cosa por otra; se va escribiendo una falsa historia que se llega a creer como verdadera.

Decía M. Angelou: “…la historia es una forma de discurso, de lenguaje; se conoce a una sociedad no por su pasado sino por la forma en cómo se narra”. Vemos en los noticieros, en las marchas del movimiento de liberación de la mujer, por ejemplo, imágenes de violencia y destrucción, ya que los medios magnifican las escenas en las que mujeres encapuchadas rompen, destruyen y golpean, mientras por otro lado, ocultan a la mayoría que marcha pacíficamente. La derecha política se caracteriza por su misoginia, machismo y por la violencia contra las mujeres, pero ello no importa; mientras se crea que todas son violentas, hay que hacer la narración, manipular e inducir.

Por otro lado, la izquierda, decía Marcuse, “deberá prestar más atención al movimiento de liberación feminista. Veo en él un potencial fuerte y radical. Toda dominación documentada a lo largo de la historia fue dominación patriarcal. Si llegáramos a ver no sólo la igualdad de la mujer ante la ley, sino también el despliegue de las denominadas cualidades específicas de la mujer, que son: …la no violencia, el pacifismo, la receptividad, la delicadeza y ternura, esto tendería a ser… el comienzo de una sociedad cualitativamente distinta, la verdadera antítesis de la dominación masculina con su naturaleza violenta” (H. Marcuse 1978). Hace 45 años. No hay nada nuevo bajo el sol.

Como en México las mujeres, en otra parte del mundo los medios pintan los acontecimientos del conflicto ruso-ucraniano como una invasión injustificada del “brutal imperio ruso” a una pobre república de campesinos que vivía en santa paz. Sin embargo, ocultan las imágenes de la destrucción, la muerte de niños y mujeres ejercida por las hordas neofascistas de Kiev a las Repúblicas Independentistas del Donbass.

Escuchamos las narrativas y vemos las imágenes de otras guerras, en otros países; nos hacen creer que son en Ucrania, sin embargo, algunas de ellas suceden o sucedieron en Yugoslavia, en Irak o Afganistán, perpetradas por los Estados Unidos y la OTAN, o ataques de Israel a Palestina.

Sin conocer el contexto del conflicto -pues de promover esta ignorancia se encargan los medios-, el bombardeo de una narrativa falsa e hipócrita deja sin alternativa de reflexión a las masas, llevándolas a conclusiones igualmente falsas de que los buenos son estos y no aquellos. Convencidos de que se observan acontecimientos reales, se reacciona a la narrativa perversamente difundida por los poderes económicos hegemónicos. Por otro lado, los medios independientes, difícilmente pueden difundir su versión de las cosas, por el control y la censura fascistoide existente.

Es decir, se libran en la actualidad “verdaderas batallas semánticas, torciendo los conceptos y manipulando al lenguaje para ganar la batalla de ideas… instaura su… retórica y su narrativa… en Una nueva política fascista”. (Maciek Wisniewski, La Jornada, 8/1/22)

En un mundo que no acaba de erradicar el fascismo, con un grave deterioro ambiental, que puede llevar a la extinción de la propia humanidad, no se aprende y se continúa con la depredación del medio ambiente. Los gobiernos corruptos y belicistas, apoyándose con narrativas falsas tergiversan la realidad. En un mundo así, la visión del capitalismo decadente, ve por su fin; y por consecuencia, ve un futuro apocalíptico sin alternativa. Se torna en elemento adecuado para la huida psicológica del individuo.

Ser robot es más cómodo: no pensar, vivir y dejar vivir, dejarlo ser, dejarlo pasar. No obstante, el mundo “debería experimentarse como lo han hecho los amantes de todas las épocas, como lo experimentó el Rey Lear, como lo experimentaron Antonio y Cleopatra; es decir, como una ruptura con la realidad, simultánea a la evocación de imágenes de liberación.” (Marcuse, entrevista, 1978). 

¿Hay esperanza de una sociedad mejor? Debemos de pensar y no reaccionar automáticamente a los estímulos de los medios. Yo pienso y selecciono la vida y la verdad. Yo no soy un robot ¿y usted? (Con apoyo de Fidel Fuentes López)

M.C. Héctor Ramón González Cuéllar es académico del Instituto Tecnológico de Tijuana.

Correo electrónico: profe.hector.itt@gmail.com

Autor(a)

Héctor Ramón González Cuéllar
Héctor Ramón González Cuéllar
Héctor Ortiz Ramírez Héctor Ortiz Ramírez Hector O 37 cygnus9304@hotmail.com
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