Una de las arias más famosas de la Ópera, es “Vesti la Giubba”de la obra “Pagliacci”(Payaso)de Ruggero Leoncavallo. Se traduce como “Ponte el vestuario”. Un drama épico de un mimo que debe de continuar, aun cuando la tristeza lo avasalla. En su parte de mayor desconsuelo, el Payaso canta con desgarro y pena que le ahoga el alma: “¡…Ríe, payaso, y todos te aplaudirán! Transforma en bromas la congoja y el llanto; en una mueca los sollozos y el dolor. ¡Ay! ¡Ríe, payaso, sobre tu amor despedazado! ¡Ríe del dolor que te envenena el corazón!”.
Como si la tragedia del personaje de Leoncavallo, responsable de arrancar sonrisas, fuera una marca para quien lo interprete, hace unos cuantos días, un padre de familia en Tijuana, actuando como Payaso, hacía muecas, bromas y reía con niños, cuando uno de sus gemelos fue acribillado por la espalda en la banqueta, donde, sentado con su hermano, esperaba que su padre terminara su acto en una fiesta infantil. Él también era aún un niño, apenas tenía 15 años. Seguramente orgulloso de su padre, que a través de las sonrisas les brindaba sustento; formaba parte de una ferviente familia cristiana, ahora tocada de una forma de la que nunca se recuperará.
No puedo entender cómo un alma tan joven puede ser arrebatada por un criminal. No alcanzo a dimensionar de que puede ser responsable un joven tan inmaduro como para que fuere merecedor de que se le arrebate la vida. No da.
Platicando con una humana y gran periodista de Tijuana, me confesaba cómo resulta casi imposible mantener el reportaje diario ante tanta violencia; cómo en la jornada informativa, se pierde la crónica y el seguimiento a la nota, ante una sangrienta realidad que destruye la continuidad de las líneas y contamina la comunicación efectiva, alejándolos de su fuente, cada vez más fugaz, por surgimiento inmediato de una nueva.
Me niego a pensar que en el delirio de terror que vive nuestro Estado, la tragedia de un padre no lo sea por el simple hecho de que al otro día hubo otra y al día siguiente otra más, y mientras escribo estas líneas algún desgarre adicional; o por qué, a horas del atentado y en pleno sufrimiento familiar, la autoridad dijo lo que es su justificante diaria: “Se investiga circunstancia delictiva cercana”. Como si con eso se borrara la impunidad que alentó y permitió acabar con la vida de un prematuro joven.
Al hablar sobre la carencia de empatía hacia el prójimo, un evangelista dijo que “los grandes egos tienen pequeños oídos”. En Baja California, el Poder Público tiene oídos diminutos y egos de rascacielos. La justificación para ellos es sencilla: no te detengas ante el dolor particular, porque lo harás notar y mañana habrá algo más que lo hará olvidar. Porque “nadie” es responsable de que Baja California sea el cuarto Estado más violento del país, y Tijuana la segunda Ciudad. La vida sigue para nuestra clase gobernante, para nuestros “responsables” de no brindarnos seguridad ciudadana o nula procuración de justicia.
¿Y si como ellos, mejor nos sonrojamos y soñamos con la sucesión presidencial y nuestra corcholata favorita? ¿O nos enfurecemos contra el anterior mandamás Jaime Bonilla, para que ese impresentable termine ayudándonos con más distracción y cortinas de humo? ¿O si mejor seguimos a nuestros diputados oficialistas (representantes del pueblo) y decidimos establecer el día del dátil en Baja California? ¿O quizás mejor nos igualamos a las plurinominales de “oposición” que tiene Tijuana, de un partido llamado PES, que prefieren darle la espalda a la crisis que derruye a su ciudad, para voltear a Mexicali y buscar señales desde el Poder Ejecutivo?
¿De verdad esa es nuestra cara hacia México? ¿Hacia el extranjero? ¿Nos convertimos en ellos? ¿Vamos a tolerarlo? Si la respuesta es “No”, exijamos que dejen de reírse como vulgares espectadores de un circo donde animales destazan a humanos, y reclamémosles que atiendan sus graves deudas sociales; porque para ser bufones les falta la dignidad para interpretar a un Payaso… Y si la respuesta es que “sí” los vamos a tolerar, pues entonces que el Cuartel del Aguaje de la Tuna se abra para todo Baja California, porque como ciudadanos también fracasamos y merecemos refugio.
Héctor R. Ibarra Calvo es mexicalense, abogado postulante y catedrático de Amparo en Cetys Universidad. Regidor en el XXII y XXIII Ayuntamiento de Mexicali.
Correo: hectoribarra@idlegal.com.mx Twitter: @ibarracalvo