El Presidente de México decide salir a la calle y ver cómo está la situación en las escuelas y cárceles. Primero visita las escuelas y, al llegar a la primera, el director, aprovechando la ocasión, le comunica las carencias en cuanto a infraestructura deportiva, sanitaria, docentes, recreativas y, cómo no, le pide dinero.
El Presidente toma nota de cada anomalía y, tras meditar largo rato, dice al director:
“Querido señor director, tu labor en este centro educativo es admirable, pues con la carencia de medios que tienes, estás sacando las cosas adelante y merece todo mi respeto tu labor, así como la de tus profesores; pero sabes que en el país tenemos un gobierno de austeridá y por eso tenemos todos que apretarnos el cinturón. Pero no te preocupes, aunque ahora no puedo darte el dinero que me pides, ten por seguro que en cuanto tengamos algo disponible será para tu escuela y la educación del pueblo bueno”.
Y así recorre el mandatario varias escuelas del país. En eso decide ir a ver las cárceles y pasa lo mismo. El director de una le hace saber las carencias y pide dinero para comprar televisores para cada celda, hacer un gimnasio con baño sauna, una cafetería moderna y hasta espacios más íntimos donde los reos puedan recibir visitas especiales cómoda y discretamente.
Pensativo, el Presidente dice:
“De acuerdo, te voy a dar lo que necesites para que realices todas las mejoras que me has pedido y más”.
El secretario no puede evitar la cara de asombro. Ya a bordo del auto presidencial, el funcionario revienta y, con todos los respetos, lanza la pregunta:
“Señor presidente, ¿cómo es posible que no tengamos dinero para ayudar a los muchachos de las escuelas a formarse para el futuro, el futuro de nuestro país, lo más importante que tenemos y, sin embargo, le haya dado ayuda al director de la cárcel?”.
Con cara de astucia, el Presidente responde:
“Mira, lo que es seguro es que jamás volveremos a la escuela, pero a la cárcel, ¡quién sabe!”.
Autor: Un opositor.
El nombre del hijo
Sale el doctor de atender un parto y, con angustia, indica al padre del recién nacido:
“Tuvimos que ponerle oxígeno a su hijo”.
Con el rostro de decepción, el padre contesta:
“¡Y yo que lo quería ponerle Brayan!”.
Autor: Un tal Bayron.
Desde el fuerte
En el fuerte, el vigía del Séptimo de Caballería grita:
— ¡Capitán! ¡Llegan unos 203 indios!
“¿Cómo que unos 203 indios?”.
— Sí, tres delante y como unos doscientos atrás.
Autor: Anónimo de la Sedena.
Nerd
Un arquitecto, un artista y un nerd estaban discutiendo acerca de si era mejor pasar el rato con la mujer o con la amante.
El arquitecto dijo que disfrutaba pasar el tiempo con su mujer, construyendo una base sólida para una relación duradera.
El artista aseguró que disfrutaba pasar el tiempo con su amante, porque con ella encontraba pasión y misterio.
Y el nerd expresó:
— A mí me gustan las dos.
“¡¿Las dos?!”.
— Sí. Si tienes una mujer y una amante, cada una de ellas asumirá que estás pasando el rato con la otra, y puedes ir a la planta y dejar el trabajo terminado.
Autor: Un ingeniero.
Dos de enanos
Un enano le pregunta a un hombre:
— ¿Cómo llego al metro?
“¡Pero si usted no llega ni a los 60 centímetros!
***
Primera escena: Un enanito dice groserías.
Segunda escena: Un enanito dice groserías.
Tercera escena: El mismo enanito dice groserías.
¿Cómo se llama la obra?
Bulgarcito.
Autor: Un larguchón.
Cínico
La mujer, muy pero muy enojada, se encuentra con su marido en la puerta. Este tiene olor a alcohol y manchas de lápiz de labios en el cuello. Ella dice:
— Asumo que tienes una muy buena razón para presentarte de tan lamentable manera a las seis de la mañana.
“Sí tengo: el desayuno”.
Autor: Un marido.
En el médico
Un matrimonio va al médico y, tras examinar a la mujer, se le informa al marido:
— La verdad es que no me gusta el aspecto de su esposa.
“Pues ni a mí, ¡pero es que su padre es rico!”.
Autor: Otro cínico.
Alumno
Un alumno de Derecho presenta examen oral:
— ¿Qué es la discriminación?
“Es lo que el señor profesor está haciendo ahora mismo”.
— ¡Lo que faltaba! ¡Explíquese!
“Según el Código Penal, comete un acto discriminatorio todo aquel que se aprovecha de la ignorancia del otro para perjudicarlo”.
Autor: Un legislador de Morena.
El origen del error humano
Un estudiante de Ingeniería en Computación enseña un programa al profesor y le pregunta en qué parte del código está el error.
El maestro mira el programa, luego mira fijamente al estudiante, mueve la cabeza lentamente de izquierda a derecha y dice:
“En tu ADN”.
Autor: Un profe.