Con la energía contenida, arribará la banda argentina Los Cafres a tierras bajacalifornianas para celebrar más tres décadas de esparcir su reggae roots por Latinoamérica y el mundo, festejo pausado por pandemia y salud, pero que avivarán mañana 1 de abril en el Audiorama del Museo El Trompo, donde dejarán su sello como pioneros de un sonido jamaicano en español
Catalogada como un estilo de vida, la poesía precursora y sonido reggae de Los Cafres, espejo social, espíritu rastafari, y conciencia musical gestada en Buenos Aires, Argentina, será espolvoreada mañana 1 de abril sobre la frontera bajacaliforniana, a donde la agrupación retornará luego de casi cuatro años ausente; pretexto para que Gonzalo Albornoz (bajo), y Víctor Raffo (guitarra), dialogaran con ZETA sobre el sentir de la banda frente al planeta Tierra, la sociedad actual y la inteligencia artificial, así como compartir reflexiones sobre la industria de la música, e inquietudes sobre su visita a la entidad.
“Hemos extrañado tanto los escenarios, ese estilo de vida a lo Cafre, pero justo estamos de regreso, entusiasmados; de pronto lanzar la segunda parte de una trilogía discográfica en el marco de los 30 años de la banda, que incluyen temas grabados en vivo de forma muy informal, muy rústica: versiones de viejos temas, canciones que quedaron fuera de nuestros discos, y algunas perlas que sumamos. La tarea está hecha, veremos su fruto muy pronto en plataformas, y al final un disco triple, físico”, apuntó Raffo, quien destacó que entre sus adelantos se alistan temas como “La leña” y “Acto salvaje”, mismas que interpretarán en Baja California.
— Retornar a los escenarios luego de una pandemia global, y sobrellevar temas de salud en la banda, engloban su pasado inmediato… ¿Qué momento viven hoy Los Cafres?
“Sin duda, de reencuentro; tuvimos una pausa forzada, impensada e imprevista, muy larga. De manera que muy felices, tuvimos tiempo de revalorar lo lindo de hacer giras, viajar, de estar en contacto con la gente, de disfrutar estar arriba del escenario de un estadio; lo mismo que un club, o un festival. Eso se está notando en cómo está sonando la banda en vivo, y es el resultado de la energía contenida”.
— En ese sentido, ¿hubo espacio para reflexionar sobre la relevancia que tienen en sus escuchas de todo el mundo?
“Más que en las personas, en los músicos: nos preguntábamos qué sintieron al escuchar un disco de Los Cafres, de cómo se cuestionaron la posibilidad de hacer reggae cantando en castellano; obviamente fue un desafío muy grande. Se puede, y ahí está la historia de millones que han sido influenciados por la música, que de pronto la han utilizado como instrumento de sanación en momentos de crisis, y ese tipo de cosas son las que realmente nos llenan”.
— En referencia a la sanación, como ciudadanos del mundo y migrantes musicales, ¿qué les inquieta de la actualidad?
“Particularmente el tema de la inteligencia artificial de la que tanto se está hablando. Es algo que no sé, que no lo veo como algo muy positivo, no sé a dónde nos puede llevar. Y, por otro lado, el cambio climático y el agotamiento de los recursos de la tierra; creo que eso ya hace décadas que se viene hablando, que se viene pronosticando, que estamos cerca de un punto del que no existirá retorno, y eso nos preocupa. En Argentina, por ejemplo, estamos teniendo temperaturas impensadas de más de 40 grados centígrados, veranos que se extienden de manera que no es lógica. La gente más grande que no tomó conciencia, no la va a tomar; confiamos en que los jóvenes se activen por su futuro, tomen cartas en el asunto, y se tomen acciones para revertir. Lamentablemente la decisión de detener el cambio climático está en manos de muy poca gente”.
— ¿Son inquietudes abonadas a una estricta convicción rastafari o filosofía espiritual?
“Digamos que lo que tomamos del rastafarismo es su mensaje claramente universal, y que compete a toda la humanidad. Mensajes de no discriminación, de tomar tu cuerpo como templo, de unidad, de que somos una sola raza, una sola sangre; el mensaje de aprender de la opresión sufrida. Y no sólo se trata de la gente esclavizada de África que llegó a las América y sus islas, como Jamaica, sino también por la similitud con el sufrimiento que han vivido los pueblos originarios en América. Son identificaciones comunes aplicadas a nuestra cultura, y entendimiento. Nosotros nos enamoramos de la música reggae de Bob Marley y Peter Tosh, más que de un mensaje religioso; y el poder de transmitir a través de las letras de Guillermo y Claudio mensaje positivos por encima de cualquier religión”, enfatizaron Albornoz y Raffo a ZETA, quienes puntualizaron seguir influenciándose por clásicos como Gregory Isaacs y Barrington Levy, además de la armonía melodiosa del ska británico.
En relación a la industria de la música y cómo la inmediatez ha permeado la concepción de las canciones, y se ha desvalorado el disco, señalaron: “Lo que se perdió es el concepto del disco, de lo artísticamente visto como una obra compuesta de canciones. Hemos perdido la experiencia de ir a comprar un disco, escucharlo por los dos lados, sentarte a revivir los temas, para convertirnos en un mercado de canciones, un mercado intangible digital, donde prácticamente nadie es dueño de la obra que escucha. Antes comprar un disco era como adquirir un libro. Lo tenías toda la vida, lo heredabas a tus hijos. Hoy rentamos música de una nube, y no eres dueño de nada: pagas cuotas para escuchar canciones aisladas. El concepto de disco se perdió, y con ello se modificó la industria de la música… y eso lamentablemente va en detrimento. No importa tanto el arte, sino producir, vender, y obtener ganancias. Ya no importa tanto el contenido ni la calidad, mientras puedas darle cualquier cosa a los oídos que generen ganancias”.
Y agregaron: “Estamos viendo una tendencia a la pérdida de músicos jóvenes; a las nuevas generaciones no les interesa tanto estudiar y dominar un instrumento. Vemos cada vez menos jóvenes de 10, 11 o 12 años entrando a escuelas de música, cuando estos a los 20 años pudieran estar trabajando profesionalmente con productores. Los chicos de hoy se van a las aplicaciones del celular para componer, y ya se creen músicos, pero bueno, se suben al escenario y no pasa nada”.
— Finalmente, ¿qué pasa por su cabeza cuando Tijuana, y Baja California se atraviesa en la agenda de Los Cafres?
“Nos encanta estar allá por su misticismo. Nos sentimos cómodos. Es una ciudad atractiva por donde la mires. También por ese límite de hierro entrando al mar con una reflexión tan profunda. ¿Qué pasa con el ser humano? ¿Qué es esta división? Como si hubiera diferencia entre un lado y el otro. Somos seres humanos de los dos lados. Y en el muro, miles de cruces pintadas en representación fría a los migrantes que murieron intentando cruzar nos siguen impactando. Y, sin duda alguna, también pensamos en el pescado, los tacos de camarón y pulpo del Pacífico”, concluyeron.