Si eres de las personas que critican negativamente al feminismo, felicidades; quizás esta carta sólo te confirme tu posicionamiento frente a un tema de importancia mundial. Porque no hay nada que genere más opiniones dolosas, inquisitivas y revictimizantes que cuando las mujeres se manifiestan.
Hablar del feminismo, teorías feministas y posicionamientos pareciera algo nuevo, muy de millenial o de las nuevas generaciones que no tienen más que hacer que quejarse. Lo que obvian es que el tema no es reciente, sino que ha ido evolucionando y ramificándose hasta el siglo XXI.
Por ejemplo, en la educación mexicana, la materia de Historia hace una nota al pie sobre la conmemoración del Día de la Mujer; para explicar que desde 1960 en México el Día de la Mujer Mexicana se conmemora el 15 de febrero, pero aludiendo al impacto global de cómo se instauró el 8 de marzo a nivel internacional tras la protesta de mujeres trabajadoras en una fábrica de textil de EUA, en 1857 (aunque hay artículos, como “On the Socialist Origins of International Women’s Day”, de Temma Kaplan, y “Le Mythe des origines à propos de la journée internationale des femmes”, de Liliane Kandel, que han buscado desmitificar este dato; ambos disponibles en internet).
Independientemente del origen, lo cierto es que en los últimos años se ha procurado que las mujeres y su lucha no queden como mera nota al pie ni invisibilizadas por la agenda política de los gobernantes en turno. Sobre todo en Latinoamérica es notable la movilización por la igualdad de género y la búsqueda de justicia para tantas desaparecidas y víctimas de feminicidio, así como la erradicación de la misoginia, el machismo y los “valores” propios de la sociedad patriarcal que ha imperado durante siglos.
Quizás entonces podrías pensar que, ante una causa tan importante y noble, el que luego las féminas se dediquen a rayar paredes o quemar instalaciones sólo las hace ver mal. Que esas no son las formas. Que se desprestigian. Que únicamente comparten un mensaje de odio a los hombres.
A pesar de lo que muchos creen, que las marchas feministas excluyen a los hombres, lo que se pide es que no pretendan protagonizar o incluso gashlightear el movimiento; ha habido quienes sí respetan y hasta muestran su apoyo, como tantas veces que señores han obsequiado líquidos para que se hidraten las participantes. O personas como José Luis Castillo, quien cada año marcha por su hija desaparecida, y a quien le exclaman “¡no estás solo!” mientras Don José lanza diamantina morada como símbolo de esperanza.
Hay demasiados actos pacíficos realizados por las feministas que han sido revirados mediante sátiras, burlas y campañas de desacreditación, que no bastarían unas líneas para ejemplificarlos, en tanto los números de muertas y desaparecidas siguen a la alza. En este contexto, no queda otra que emplear medidas más drásticas y reaccionarias para que se voltee a ver la grave problemática que tenemos en países como México, donde el abuso sexual, la violencia de género, y la inequidad salarial son maquilladas con un “No todos los hombres” o con las famosas cuotas de participación, usadas arbitrariamente.
¿Acaso no reaccionarías con la misma indignación si fuera una persona cercana la que fue violentada, la que sigue desaparecida, la que su expediente continúa en revisión mientras que el asesino continúa suelto? ¿No gritarías, no exigirías justicia, aunque esto conlleve actos como rayar una estación sin uso del SITT, encender una hoguera al cierre de la marcha, devolver la bomba de gas que el gobierno niega haber lanzado o tumbar una barde de protección que sólo aparece cuando mujeres se conglomeran a demandar dignidad humana? Ante tanta impotencia, ¿no querrías quemarlo todo?
Atentamente,
Andrea López González.
Tijuana, B.C.