La escritora bajacaliforniana recién publicó este año “Que es un soplo la vida” (CETYS Universidad), donde reúne una serie de elegías escritas entre 1989 y 2022, dedicadas a seres queridos fallecidos
La poeta, narradora, ensayista y editora bajacaliforniana acaba de publicar este año su poemario más reciente, titulado “Que es un soplo la vida”, editado en la Colección Ojo de Agua de CETYS Universidad que dirige Jorge Ortega.
En “Que es un soplo la vida”, Rosina Conde reúne una serie de elegías escritas entre 1989 y 2022, dedicadas in memoriam a seres queridos, como su papá Jorge Guillermo Conde Otáñez y su madre Laura Mabel Zambada Valdez, así como amigos, artistas o escritores entrañables, como Daniel Sada, Federico Campbell, Felipe Ehrenberg, José Dimayuga, Luis Zapata, Francesca Gargallo, Xhevdet Bajraj y David Huerta, además de algunos “Poemas por Ciudad Juárez”.
“Fue difícil decidir qué poemas iba a dejar en el poemario y cuáles iban a quedar fuera. Obviamente, pues seleccioné los de mis papás y los de mis amigos más entrañables, que han sido casi casi como mis hermanos, que han sido personas muy importantes en mi vida y en mi formación también como escritora y como artista, porque pues son personas con las que a lo largo de la vida he intercambiado no nada más experiencias, lecturas, aprendizajes, sino que hemos compartido textos, el momento de la escritura (mucho antes de publicarlos); o sea, personas con las que he convivido casi cotidianamente”, refirió a ZETA Rosina Conde vía Zoom a propósito de su nueva entrega.
LA FIGURA DEL PADRE
Una gran parte (14 poemas bajo el título “Bailo a solas”) de “Que es un soplo la vida” está dedicada in memoriam a su padre Jorge Guillermo Conde Otáñez, donde, como Jorge Manrique (España, hacia 1440-1479) con “Coplas a la muerte de su padre”, Rosina Conde escribe en torno a la figura del padre muerto.
— ¿Cómo fue la influencia de Jorge Manrique en el sentido de cómo abordar la muerte del padre?
“Cuando escribí el poema -lo escribí en el 89, cuando murió mi papá- ya había leído el poema de Manrique. En ese momento yo no estaba pensando en Jorge Manrique; de hecho, el poema de mi papá es un poema en verso libre, pero sí tiene inconscientemente algo de la estructura del texto de Manrique, en el sentido de que éste al principio hace la referencia a la muerte y luego hace una revisión de la vida de su padre. O sea, es un poema muy largo que se divide en tres partes. Y también está la parte en donde Manrique recurre a la tradición en cuanto a la tradición literaria de su padre, como personaje público, y es un poco lo que yo hago en este poema de mi papá”, reconoció Conde, y después argumentó:
“Primero me remito al momento del fallecimiento de mi padre, luego viene el juicio y después vienen las reminiscencias: el revivir su infancia y su juventud, lo que él nos contaba, cuando nos llevaba a Sinaloa en las vacaciones de verano. Viajábamos a Sinaloa, nos mostró su casa donde él nació, recorrimos la plaza y nos bañábamos en el río… pues, hago así como una remembranza de esa parte de los recuerdos que nos contaba mi padre de su propia vida. Entonces, sí sigo más o menos esa línea de la estructura del poema de Manrique; claro, no con la extensión del texto de Manrique, que es muy largo y muy bello. Pero te digo, fue una cuestión inconsciente, porque cuando yo escribí el poema en el 89 -te estoy hablando de hace 34 años-, en ese momento que estás con la cuestión del dolor, pues no lo piensas así. Pero pues claro, está la influencia del maestro; aunque uno no quiera, el maestro está ahí atrás. Y cuando retomé el poema para incluirlo en esta compilación, en este libro, pues ahí fue donde ya quise hacer alusión a la influencia de Manrique y por eso inicio con el epígrafe de las ‘Coplas a la muerte de su padre’”.
RECORDANDO A DANIEL SADA
Al igual que Daniel Sada, Rosina Conde también nació en Mexicali: ella en 1954, él, en 1953. En “Que es un soplo la vida”, Conde también escribe a Daniel Sada in memoriam, en el poema “Testamento”. Durante la entrevista, Rosina Conde evocó los recuerdos de Daniel Sada (Mexicali, 25 de febrero de 1953 – Ciudad de México, 18 de noviembre de 2011):
— En “Que es un soplo la vida” incluyes los poemas “Testamento”, dedicado a Daniel Sada en 2011, y “Pretexta”, en memoria a Federico Campbell en 2014. Ya anteriormente habías dicho que Daniel Sada y Federico Campbell eran “bajacalifornianos célebres que influyeron en mi vida personal y literaria”…
“Mira, Daniel y yo fuimos carnales, desde hace muchísimos años, o sea, desde que empezamos a escribir; no sólo nos leíamos y nos escuchábamos en los encuentros literarios a los que nos invitaban en los años 80, sino que también nos reuníamos para ir a la cantina, para jugar dominó, para ir a comer y a tomar un café. Y además nos leíamos. Yo le leía, él me leía, platicábamos, teníamos mucha comunicación de ida y vuelta sobre literatura; y no nada más de literatura”.
— ¿En qué sentido reconoces una influencia de Daniel Sada?
“No es tanto los libros, sino la intercomunicación, la interacción de comentarios, sugerencias, charlas, lecturas afines, de aprendizajes verbales entre él y yo. O sea, más que aprender de su literatura, aprendía de él; y él de mí, creo. ‘Testamento’ fue un poema que yo originalmente escribí de memoria cuando yo estaba en el hospital (en 2010), por eso se llama ‘Testamento’. Cuando yo salí del hospital el poema yo no lo había escrito a mano, yo me lo sabía de memoria y la primera persona a la que se lo di a conocer o que se lo dije o que se lo canté fue a Daniel; él fue la primera persona que conoció este texto. Y Daniel lo elogió mucho, le gustó mucho”, evocó.
“Cuando yo salí del hospital, en abril de 2010, Daniel estaba muy mal de los pies por lo de su diabetes y aun así subió dos pisos para ir a verme a mi casa, a visitarme, cuando yo recién salí del hospital, que yo no podía todavía caminar ni nada. Y bueno, por eso le dediqué el poema a Daniel en vida, en ese entonces. Y cuando él falleció, lo apropié para él o lo apropié por él. En 2011 fue cuando se lo dediqué, que fue cuando él falleció. La única persona que conocía el poema era él, yo no lo había hecho público; lo hice público cuando murió Daniel. Fui yo a un encuentro de escritores y en ese encuentro de escritores canté el poema, ahí verbalmente se lo dediqué a Daniel y ahí lo canté. Acababa de fallecer Daniel”.
CON FEDERICO CAMPBELL
En 1981 Rosina Conde publicó su primera plaquette, titulada“Poemas de seducción”, en la editorial La Máquina de Escribir, que dirigía Federico Campbell (Tijuana, 1 de julio de 1941 – Ciudad de México, 15 de febrero de 2014).
Durante la entrevista con ZETA, la escritora bajacaliforniana narró: “Con Federico, pues yo era así como ‘su lazarilla’, porque con Federico es otra historia muy diferente, porque los Campbell y los Conde somos familias muy unidas desde finales de los 50 (en Tijuana)”.
La autora recordó que hizo el examen de admisión en noviembre de 1971 e ingresó en marzo de 1972 a la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Luego reconoció:
“Cuando yo me vine a México a estudiar, pues Federico -no es que se hubiera hecho cargo de mí- como que me apadrinó, pues me acogió. Yo empecé a trabajar con Federico en el 79-80, por ahí; él hacía los libros que compila los mejores artículos de Proceso sobre un tema, son libros temáticos (creo que todavía los siguen haciendo) y Federico estaba a cargo de esa colección. Entonces Federico me jaló a trabajar con él y él fue de mis primeros maestros en la corrección, primero de planas; todavía no de estilo, sino nada más para cotejar con el original, que no hubiera saltos, buscar erratas. Es como una primera etapa en la que te inicias como corrector: primero como corrector de galeras y que haces cotejo con original; y ahí Federico me fue enseñando”, relató.
“Luego él me recomendó con algunas editoriales; que no me publicaron, por cierto, porque querían novela, no querían cuento. Ya ves que el cuento es un género muy poco valorado por los editores, es un género como el patito feo de la literatura, de la narrativa. Y también con Federico era andar ahí con él pegada, como la hermanita o la hijita; él siempre me vio así, como muy paternalistamente. Y al principio de los 80, él todavía no conocía a Carmen (Gaitán); iba con él al Parnaso a tomar café y luego llegaba Rulfo y se sentaba con él, con nosotros, y pues ahí estaba yo como niña boba, como jovencita con el hocico abierto, oyéndolos platicar, a Federico y a Rulfo… fue una experiencia padre”, recreó.
“Yo ya me fui a Tijuana en el 85, luego él conoció a Carmen, se casaron. Bueno, ellos iban a Tijuana o yo venía, nos visitábamos, y cuando ya me vine a vivir a México, Federico ya no me veía como como la niñita tonta a la que hay que enseñarle a trabajar y a moverse en el medio. La relación con Federico fue una relación muy familiar, muy del tío Federico, del hermano mayor Federico o del maestro Federico, porque pues tuvo varios papeles conmigo ‘el Fede’… Todavía ve cómo se me ilumina la cara hablando de él, yo todavía lo recuerdo. Además, ‘el Fede’ era muy alegre, muy motivador, siempre echando porras”.
— En tu poema “Pretexta” dedicado a Federico Campbell no destacas “Tijuanenses” (1989), una de sus obras más citadas. ¿Por qué en “Que es un soplo la vida” prefieres citar en este poema a “Pretexta” (1979) e “Infame turba” (1971)?
“Quizá porque fueron los libros con los que más conviví de Federico. ‘Tijuanenses’ sí lo leí en su momento, pero pues era digamos con lo que estábamos trabajando todos los escritores en Baja California. En cambio, ‘Pretexta’ e ‘Infame turba’ trabajan cuestiones muy alejadas de la parte bajacaliforniana. No es que no me guste ‘Tijuanenses’, me encanta, pero me refiero a que es con lo que convivíamos nosotros; en cambio con los otros (con ‘Pretexta’ e ‘Infame turba’) me abrían mundos, me abrieron mundos, me abrieron otra visión”.
SOBRE LUIS ZAPATA Y FELIPE EHRENBERG
En “Que es un soplo la vida”, Rosina Conde también dedica in memoriam sendos poemas a sus amigos Luis Zapata (Chilpancingo, 27 de abril de 1951 – Ciudad de México, 4 de noviembre de 2020) y Felipe Ehrenberg (Ciudad de México, 27 de junio de 1943 – Cuernavaca, 15 de mayo de 2017).
Narró Rosina Conde: “Con Luis Zapata no nada más íbamos a comer, sino que viajábamos juntos Luis, Pepe (José Dimayuga), la prima de Luis; éramos un grupito de amigos que viajábamos mucho juntos, nos íbamos a casa de Luis a Cuernavaca, nos íbamos a Acapulco, a Cuautla; y en Acapulco pasábamos temporadas largas. Cuando Luis terminaba de escribir una novela, siempre nos la daba a leer a sus amigos de la bolita, para saber qué opinábamos, le decíamos sugerencias, en fin, y viceversa. A mí, por ejemplo, me dio a leer ‘De pétalos perennes’ (1981), ‘En jirones’ (1985), que es mi novela favorita; ‘Los postulados del buen golpista’ (1995), y algunas otras”.
Reconoció: “Luis escribió la cuarta de forros de ‘Arrieras somos…’ (Premio Nacional de Literatura ‘Gilberto Owen’ 1993); de hecho, Luis fue el que me impulsó, me convenció, de mandar el libro al concurso del ‘Owen’, casi casi metió él el libro de cuentos al sobre. Y cuando se publicó el libro, él escribió la cuarta de forros. Me decía: ‘Lo tienes que mandar a concurso, tu libro es muy bueno’. Él, por ejemplo, fue el primer lector del manuscrito de mi libro de cuentos ‘Arrieras somos…’”.
Luego trajo a la memoria al artista y escritor Felipe Ehrenberg:
“Durante 30 años, varios amigos nos reunimos con Lourdes Hernández Fuentes y Felipe Ehrenberg, todos los martes, a tallerear. Empecé a mi regreso de Tijuana, en el 93. Originalmente, nos reuníamos en la casa de Tepito de Felipe y Lourdes, luego empezamos a turnarnos en las casas de todos nosotros. Después, ellos compraron una casa en la Portales, donde crearon un interesantísimo centro cultural independiente, en el que seguimos reuniéndonos. Entre otros, estaban Juan José Díaz Infante, Pancho Hinojosa, Maylo Colmenares, Armando Vega Gil, Carmelita Ruiz, Lilia Soto Aragón, Rafael Barajas ‘El Fisgón’, Maru Camacho, Andrés Ruiz, Magdalena Flores Peñafiel, Roberto Hernández, Ricardo Guzmán Wolffer, Guillermo Heredia. Éramos un grupo muy grande. Entre otras cosas, hicimos una revista llamada ‘Biombo Negro’, en la que publicábamos nuestros textos producidos en el taller. Felipe Ehrenberg siempre me daba a mí a revisar sus textos cuando los iba a publicar, tenía una confianza absoluta en mí como correctora de estilo. Revisé varios libros de Felipe, como ‘Manchuria Visión Periférica’”, relató.
“CADA VEZ ME CUESTA MÁS TRABAJO ESCRIBIR”
Rosina Conde es una de las autoras bajacalifornianas más fructíferas en géneros como Poesía, Cuento, Novela, Ensayo, Dramaturgia, Performance; además de ser académica, editora y artista multidisciplinaria.
Entre otros reconocimientos, ha ganado el Premio Nacional de Literatura “Gilberto Owen” (1993), el Premio de Nacional de Literatura “Carlos Monsiváis” (2010), Creadora Emérita de Baja California (2010), Medalla al Mérito Literario “Abigael Bohórquez” (2017) y Medalla “Leona Vicario Madre de la Patria” (2020). Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, promoción 2022.
— Después de una reconocida y extensa trayectoria, ¿has llegado a alguna idea o punto de partida sobre qué ha sido para ti la poesía o la literatura en general?
“Pues yo nací con ella, mis papás eran compositores y eran músicos. Cuando nosotros empezamos a hablar nos enseñaron a hablar con canciones y con poemas, y crecimos con eso. Mi papá, todos los días después de comer se ponía a tocar el piano o a tocar el acordeón o la guitarra y nos ponía a todos a cantar, a mi mamá, a mí. Los fines de semana la casa siempre estaba llena de amigos o de familiares que bajaban de Hollywood, de Santa Bárbara, de Los Ángeles, entre ellos varios músicos”, contó Rosina Conde.
“Entonces, para mí la literatura es como hablar, como caminar, como respirar. Ya sea cantando, ya sea recitando o escribiendo ahí está, forma parte de mis maneras, hasta cómo mover los brazos; es algo inherente, no innato porque sí fue aprendido. Así empezamos a hablar, así aprendimos a caminar: con canciones, con poemas, así como a los niños los ponen a que aprendan a sumar y a restar con canciones en el kínder. Mi papá me enseñó a versificar desde muy niña, porque se dio cuenta que yo tenía como que esa inclinación”, reconoció.
“Cuando yo llegué aquí a México a la Facultad (de Filosofía y Letras de la UNAM), yo escribía con métrica y rima y se burlaban de mí; me decían que ya era decimonónico, lo que estaba en boga era el verso libre. Entonces, me costó mucho trabajo aprender a escribir en verso libre; de hecho, mis primeros poemas en verso libre, pues ahí se notan los pininos, no en la temática, pero sí en la parte de la composición de los versos, de las medidas de los versos”.
— Finalmente, ¿en qué momento consideras que te encuentras en tu trayectoria?
“Pues yo me siento todavía en pininos, porque cada vez me cuesta más trabajo escribir. Lo digo en serio, cada vez me cuesta más trabajo escribir. Empiezo a escribir y digo: ‘esto ya lo dije, esto ya lo dije así, esto no tiene nada de novedoso, esto ya está muy trillado, esto ya lo dijo fulano’…”.
“Conforme vas escribiendo más trabajo te cuesta, porque nos estamos repitiendo constantemente y pues uno trata de no repetirse, aunque sigas repitiéndote y sigas trabajando los mismos temas con los que empezaste; pero pues es cada vez más difícil, cuando menos para mí. Quisiera ser Stephen King”, sentenció.