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sábado, septiembre 7, 2024
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Millones de pastillas azules

México se metió en un brete internacional en el tráfico de drogas ante la reiterada negativa del Presidente Andrés Manuel López Obrador de que, en este país, no se produce fentanilo. Más allá de la cuestión semántica de si los precursores del fentanilo efectivamente no son mexicanos, pero que se importan ilegalmente a México para en territorio nacional producir la droga en polvo o en pastillas identificada como fentanilo, la realidad es que mayormente el Cártel de Sinaloa, pero también el de Jalisco Nueva Generación, están produciendo y traficando fentanilo creado en México hacia Estados Unidos y otras partes del mundo.

El viernes 14 de abril, la Agencia Antinarcóticos de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) dio a conocer una investigación que les llevó años y la hazaña de haber infiltrado al Cártel de Sinaloa, particularmente a la célula de “Los Chapitos” (infiltración que tampoco le pareció correcta al Presidente López Obrador) para conocer en vivo y en directo la ruta del fentanilo mexicano.

Aun cuando no informaron el detalle, develaron que la producción de fentanilo iniciaba en China, donde el Cártel de Sinaloa, a través de diversos intermediarios y mensajeros, adquiría por parte de compañías farmacéuticas y químicas, precursores para la elaboración de pastillas de fentanilo. Esos elementos, internados ilegalmente a México, se mezclan con otros productos químicos en el mercado nacional y en laboratorios clandestinos (Secretaría de la Defensa Nacional y Guardia Nacional han localizado por lo menos dos en Culiacán, Sinaloa en los últimos tres meses) se produce la droga fentanilo, mayormente en pastillas que, de acuerdo a la investigación, después es  traficada por aire, por mar, por tierra y por narco túneles a Estados Unidos, mismas vías que son utilizadas para ingresar a México el efectivo en dólares generado a partir de la venta de la droga fuera del país.

Ante esta evidencia internacional y la consignación de 28 personas, entre ellos los cuatro hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, el Gobierno de México no reaccionó por las vías investigadoras o procuradoras de justicia, es decir, Fiscalía General de la República o Secretaría de Seguridad Pública Ciudadana, para dar a conocer las investigaciones propias sobre los laboratorios clandestinos asegurados por la Sedena o sobre las rutas de trasiego del Cártel de Sinaloa o del de Jalisco. Los únicos comentarios que hubo al respecto, dada la permanente ausencia de Alejandro Gertz Manero, el fiscal general, fueron de López Obrador, quien se mostró molesto y determinó sobre la infiltración del cártel anunciada por la DEA: “Es una intromisión abusiva y prepotente, que no debe aceptarse bajo ningún motivo”.

Por supuesto, el Presidente  insiste en que no hay fentanilo en México, que no se produce en el país; lo más que ha llegado a aceptar, aun cuando tampoco han informado si hay investigaciones al respecto, es que en territorio nacional “sólo” se “troquelan las pastillas”, es decir, que la droga fentanilo viene de otra parte, del extranjero, y aquí sólo se le da forma.

La realidad, más allá de investigaciones extranjeras ante la falta de indagaciones nacionales, es que, de acuerdo a los hallazgos de la Sedena, en México sí se produce fentanilo, y para muestra, los dos súper laboratorios clandestinos localizados por las Fuerzas Armadas en Culiacán, uno en febrero y el otro en abril.

Y para mayor prueba, las millones de pastillas de fentanilo incautadas tanto en la frontera de México, como en la de EU. Va un ejemplo.

El lunes 17 de abril, por la aduana comercial ubicada en Otay, entre Tijuana, Baja California y Otay Mesa, California, como lo hacen más de dos mil tráileres diarios, uno llegó al punto de revisión para exportar desde México e importar a la Unión Americana.

Se trataba de un tráiler cargado con cajas de ejotes, el cual era conducido por un hombre de 48 años de edad. Una vez que ya había pasado los cruces y filtros mexicanos de exportación y aduanas, los oficiales norteamericanos procedieron a revisar la carga. Primero, oficiales de Aduanas, de la Patrulla Fronteriza y Aduanas (CBP, por sus siglas en inglés) hicieron una inspección inicial que describieron como “intensa”, pero no fue suficiente para dejarlos con la certeza de la legalidad.

Procedieron a una segunda inspección, esta vez utilizando un conducto para escanear el tráiler y la carga para obtener imágenes precisas. Alcanzaron a percibir algunas inconsistencias en el análisis de los resultados, y entonces llegó una tercera inspección con personal de Aduanas, un perro detector de drogas y oficiales antinarcóticos del CBP, quienes procedieron a abrir ciertos paquetes de la carga de ejotes. Así hallaron 308 paquetes de droga ocultos en el cargamento.

En total, la droga tuvo un peso de 776.03 libras y se identificó como pastillas de fentanilo. Al hacer un cálculo sobre el valor de la droga encontrada, los oficiales de narcóticos revelaron que se trataba de un decomiso que habría dejado ingresos por 21 millones 120 mil dólares a la organización criminal dueña del ilícito cargamento.

No se sabe, porque la investigación apenas inicia en Estados Unidos y en México nada se sabe de ese cargamento, a cuál cártel pertenece la droga confiscada, por el momento. El conductor del tráiler fue detenido como sospechoso de intento de tráfico de narcóticos hacia Estados Unidos y entregado a la Fuerza de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) mientras que el vehículo y la droga fueron asegurados.

Y como este decomiso, varios se dan al día y a la semana a lo largo de la frontera de México con Estados Unidos, por la cual se trasiegan millones de pastillas azules (y de otros colores) de fentanilo, por más que se niegue la existencia del fenómeno criminal y el problema por parte de una Presidencia de la República que insiste en negar una realidad a lo sumo perjudicial para los mexicanos.

Autor(a)

Adela Navarro Bello
Adela Navarro Bello
Directora general del semanario ZETA, Consejero de Artículo 19 y del CPJ para las Américas, entre otros reconocimientos, tiene el Maria Moors Cabot 2021 de la Universidad de Columbia.
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