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viernes, febrero 16, 2024
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Murió el escritor Eugenio Aguirre

A la edad de 78 años, falleció el escritor mexicano Eugenio Aguirre, informó este jueves 16 de marzo Editorial Planeta Mexicana, sello que publicó gran parte de su obra novelística:

“Grupo Planeta se une a la pena de familiares y amigos de nuestro querido novelista, cuentista y ensayista Eugenio Aguirre por su fallecimiento el 16 de marzo de 2023”.


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“Acompañamos a los familiares y amigos de nuestro querido novelista Eugenio Aguirre en esta irreparable pérdida”, complementó Editorial Planeta Mexicana.

Asimismo, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) emitió: “Lamentamos el sensible fallecimiento del escritor mexicano Eugenio Aguirre, autor de ‘Los niños de colores’, ‘Pasos de sangre’ y ‘Pecar como Dios manda’, entre otros libros. Acompañamos en la pena a su familia, sus amistades y sus lectores. Descanse en paz”.

Eugenio Aguirre (Ciudad de México, 31 de julio de 1944 – 16 de marzo de 2023), concedió diversas entrevistas a ZETA; a continuación el último diálogo que el entrañable narrador concedió a este Semanario en 2017 durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, ocasión en que presentó su novela negra “El subastador”, publicada por Editorial Planeta Mexicana.


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LA ÚLTIMA ENTREVISTA EN ZETA

Leer a Eugenio Aguirre es siempre un agasajo del lenguaje. Con su vocabulario abundante, el empleo de arcaísmos o frases que usaban los abuelos y que parecían desterrados del habla en México, el uso exquisito de la hipérbole y por supuesto su humor negro, características generales en toda su obra, el escritor mexicano regresa con una nueva entrega.

Se trata de “El subastador” (Planeta, 2017), una novela negra y de aventuras donde Aguirre explora el mundo de las subastas, los anticuarios, los martilleros, objetos raros o exclusivos para un sector de la población mexicana, como podrían ser algunos políticos o narcotraficantes, que prefiere las excentricidades.

“El mundo de las subastas es muy extravagante, muy sofisticado, poco conocido por los lectores comunes y corrientes, y la figura del subastador es muy atractiva porque son personajes excéntricos, cultos, finos y de muy buena presentación, que hacen el trabajo de martillero en las subastas, el personaje que con un martillo golpea la mesa para asignar los bienes subastados después de las pujas; es decir, las direcciones que dan los clientes en las subastas para definir el precio que ofrecen por un objeto que se está subastando”, expresó a ZETA el narrador.

“Es un mundo muy atractivo porque está muy vinculado con el mundo de las antigüedades, de los objetos extraños, únicos, que son codiciados por las personas; es un universo al cual acceden solamente las personas de las élites sociales, porque para asistir a estas subastas se necesitan recursos económicos y una posición social determinada”, complementó.

En “El subastador”, Eugenio Aguirre propone una novela negra y de aventuras en la que un personaje llamado Carlos Thorton, auxiliado por Alonso Faltrique y Susama de Teresa, consigue objetos antiguos y exclusivos con una historia oscura, pero también apasionante, viaja por el mundo; pero el excéntrico martillero también tiene planes malévolos, propios de un sicópata:

“Me pareció interesante este universo de las subastas a través de una novela negra en la cual el subastador resulta ser un sicópata que se esconde detrás de la máscara de este hombre carismático, atractivo, para perpetrar una serie de crímenes que él va definiendo a largo del tiempo, y para ello se dedica a conseguir los objetos que tienen una historia siniestra vinculados con algún crimen, que pueden ser potros de tormento de la Inquisición, guillotinas, puñales o espadas que fueron ensangrentadas, y otros objetos que él lleva a su casa de subastas y los destina hacia las personas a las cuales él les quiere hacer algún daño”, detalló el autor a ZETA.

— Considerando el amplio bagaje sobre las subastas y los diversos anticuarios del mundo que recorren los personajes, ¿implicó investigar para recrear esta novela?

“Yo tuve una afición a las antigüedades muy fuerte durante muchos años, viajé mucho; no es una novela autobiográfica porque yo me separé del mundo de las antigüedades hace varios años, cuando me di cuenta que era mejor vivir en forma minimalista y con pocas cosas. Cuando te vas despidiendo de la vida te vas deshaciendo de muchos objetos, regalándolos a familiares o a amigos, porque no tiene mucho caso vivir en un bazar como lo hacía yo.

“Yo viajé mucho a sitios como San Francisco, Nueva Orleans, Estocolmo, París, Londres, Madrid, etcétera, visitando los mercados de pulgas, como podría ser La Lagunilla en México, visitando galerías de anticuarios, de tapetes, de objetos, y fui aprendiendo. También alguna vez fui a algunas subastas en Londres y me vinculé con la atmósfera para poderla definir en la novela, entonces, todo eso fue importante”.

En torno a los consumidores de excentricidades, Eugenio Aguirre expresó: “En las casas de las personas de la alta burguesía mexicana hay muchísimos objetos de arte que están catalogados, que son muy valiosos y que circulan lentamente en el medio social; normalmente circulan cuando el propietario fallece y los herederos no saben ni de qué se trata de lo que tenía el abuelo, y lo venden a los anticuarios de los bazares de la Zona Rosa o los de La Lagunilla, o a galerías para que los vendan. Son personas digamos frívolas, pero con un trasfondo cultural importante, entonces, una de las intenciones es hacer una crítica fuerte a los grupos de élite que se preocupan básicamente por satisfacer su vanidad y su ego, y se desvinculan del resto de la sociedad”.

Como también es característico en su narrativa, por “El subastador” desfilan diversas referencias de escritores y, sobre todo, el lector siempre queda deslumbrado por el excelso dominio del español en la pluma de don Eugenio Aguirre.

“Yo me dedico a trabajar con la lengua, con el idioma, me dedico a estructurar mis juicios narrativos con nuestra lengua, con las palabras que utilizamos; para mí la lengua es la materia prima más rica de mi quehacer cultural, entonces yo tengo cierta proclividad y cierta obligación de manejar un acervo lingüístico lo más abundante posible.

“Un escritor que no domina su lengua, pues no puede escribir más que cosas muy elementales y primarias, pero si tú quieres hacer una obra digamos trascendente, importante, que tenga un peso específico en el mundo literario, pues sí tienes que manejar un acervo lingüístico muy abundante, eso lo ves en cualquier escritor del país que sea. Paul Auster tiene su acervo lingüístico definido, Javier Marías tiene su acervo lingüístico, Pérez-Reverte tiene su acervo lingüístico, cada escritor se va haciendo y eso se queda en el disco duro de tu cerebro; muchas veces los términos vienen solitos, uno no se podría explicar cuál es el fenómeno de selección de los términos que hace el cerebro, pero lo hace, eso sí te lo puedo asegurar.

“Y el lector, aunque no sepa qué quieren decir los términos, en el contexto y en la lectura lineal los va a comprender; sé de muchos de mis lectores que acuden a los diccionarios, y eso me da mucho gusto, porque eso implica que les preocupa la lengua, que quieren saber de ella y que enriquecen su acervo lingüístico.

“Me pasa con frecuencia que me dicen los lectores: ‘oye, me encontré esta palabra en tu novela y no sabía qué quería decir, fui al diccionario y ya la entendí bien y ya la sé aplicar’; eso me parece importante, o sea, uno tiene que hacer aportaciones a través de la literatura a la cultura”.

Autor de más de 50 libros, Eugenio Aguirre (Ciudad de México, 1944) entregó recientemente también obras como “El abogánster” (Planeta, 2014), “Marieta, no seas coqueta” (Planeta, 2015), “Templo de sangre” (Planeta, 2016) y “Los burgueses” (Planeta, 2017) donde el protagonista es el lenguaje.

“Yo pongo mucho énfasis en que el lenguaje de mis novelas sea un lenguaje vigente, bien estructurado, pero también recurro a muchos arcaísmos o palabras en desuso para volverlas a traer y darles vida dentro del lenguaje que manejamos los hablantes del español; recurro también a neologismos, muchas veces invento palabras, procuro buscarles sus orígenes, sus etimologías particulares y crear nuevos términos. El lenguaje es la musicalidad del discurso narrativo, es lo que propicia cierto ritmo, cierta velocidad o reflexión del discurso narrativo”.

— ¿De dónde obtiene Usted su vocabulario a propósito de los arcaísmos o frases de otra época que abundan en su bibliografía?

“Las palabras vienen de que ya soy un hombre de edad, muchas palabras las escuchaba yo en casa de mis abuelos, en la familia, pero también a través de las lecturas. Me gusta mucho cuidar el lenguaje en mis libros, mi preocupación principal es el lenguaje, porque a final de cuentas la literatura se hace con la lengua.

“Hay términos que se ponen de moda y se utilizan durante cierta época y luego pierden vigencia, pero si tú vas a los pueblos y escuchas hablar a los campesinos, a la gente del lugar, y tienes buen oído, vas recogiendo este acervo que es muy rico, es muy hermoso. Por cierto, aquí quiero hacer un homenaje a Ricardo Garibay, que tenía un oído finísimo para detectar la terminología lingüística de los mexicanos.

“Yo manejo un acervo lexicográfico bastante amplio, aunque nunca he sido invitado a ser parte de la Academia Mexicana de la Lengua, creo que el acervo lexicográfico que he manejado a lo largo de más de 50 libros ya forma un corpus terminológico que podría estar en cualquier diccionario; me atrae mucho el lenguaje, me gusta investigar las etimologías de las palabras, el empleo de las palabras, cómo han evolucionado, cómo han caído en desuso.

“El lenguaje que hoy se maneja por la gente del común, por decirlo de alguna forma, es muy restringido, es un lenguaje escaso, que maneja muy pocas palabras, de pronto escuchas diálogos que son verdaderamente asombrosos como alguien que toca una puerta y arriba le preguntan: ‘¿quién chingaos?’, y el de abajo contesta: ‘yo, chingaos’, entonces el de arriba dice: ‘ah, chingaos’; eso ya es un diálogo que puedes escuchar en muchos lugares, y así hay muchos.

“Entonces, el lenguaje se ha reducido, eso es muy triste, porque nuestra lengua, el español, es una lengua maravillosa, riquísima, con una terminología vastísima, que uno como escritor llega a enamorarse de ese lenguaje y amarlo, y a tratar de hacerlo resurgir en sus obras para que el lector, aunque tenga que ir al diccionario para ver qué significa esa palabra, la recobre.

“Quizá se ha perdido esta tradición que se daba en otras generaciones de los diálogos a la hora de la comida o de la cena, entre los padres y los hijos, era una especie de responsabilidad de los padres el trasmitirles un lenguaje no necesariamente culto, pero sí un lenguaje rico a los hijos, eso se ha perdido”.

— Finalmente, don Eugenio, ¿en qué momento de su trayectoria se encuentra Usted?

“Te voy a ser honesto: yo me siento ya un poco de salida, la vida me ha dado mucho, estoy muy agradecido con ella, a mi edad estoy activo escribiendo todos los días, nunca dejo de escribir para no perder el oficio; siempre recuerdo que Goethe escribió ‘Fausto’ después de los 70 años, que muchos escritores longevos han dejado maravillas. Entonces, intento hacer el esfuerzo de mantenerme lúcido, vivo, presente en el mundo de las letras. Yo creo que ya he cumplido de sobra con mi oficio de escritor por el número de títulos publicados, sin embargo, un escritor, al igual que un pintor o un músico, se muere en la línea”.

Autor(a)

Enrique Mendoza
Enrique Mendoza
Estudió Comunicación en UABC Campus Tijuana. Premio Estatal de Literatura 2022-2023 en Baja California en la categoría de Periodismo Cultural. Autor del libro “Poetas de frontera. Anécdotas y otros diálogos con poetas tijuanenses nacidos en las décadas de 1940 y 1950”. Periodista cultural en Semanario ZETA de 2004 a la fecha.
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