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martes, octubre 1, 2024
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“Gelman transforma una ausencia en una presencia abarcadora”: Eduardo Hurtado

Tras una estancia de cinco años, el poeta Eduardo Hurtado presentó en Tijuana una lectura del poema “Carta a mi madre”, de Juan Gelman, junto con la artista escénica Elva Buck, el pasado viernes 10 de febrero de 2023.

La lectura a dos voces fue la última actividad literaria de Eduardo Hurtado en Tijuana, tras cinco años de residencia en la ciudad fronteriza.

En 2018, Eduardo Hurtado (Ciudad de México, 1950) se estableció en Tijuana donde fundó la Casa de la Poesía en la Frontera Norte y organizó en 2019 el primer Encuentro de Poesía en Tijuana, en el 130 Aniversario de la ciudad fronteriza, en coordinación con el Instituto Municipal de Arte y Cultura que dirigía en ese entonces Haydé Zavala. 

Cabe recordar que el Encuentro de Poesía en Tijuana de 2019 logró reunir a poetas como David Huerta y Víctor Soto Ferrel (homenajeados), además de Javier Sicilia, Coral Bracho, Elsa Cross, Anthony Seidman, Antonio León, Edgardo Moctezuma, Francisco Segovia, Jhonnathan Curiel, Luis Cortés Bargalló, Ruth Varga Leyva y Teresa Avedoy.

Entonces, tras una estancia de cinco años, entre 2018 y 2023, Eduardo Hurtado regresa a la Ciudad de México; no sin antes compartir con los lectores y público tijuanense una lectura a dos voces del poema “Carta a mi madre”, de Juan Gelman.

Tras la lectura del célebre poema de Juan Gelman, Eduardo Hurtado también compartió una lectura del texto titulado “Memoria de la sombra de una memoria” en torno a “Carta a mi madre” en la que “el poeta se adentra, de cara a la muerte, en las complejidades de las relaciones madre-hijo. Lo hace con una veracidad desgarradora y, al mismo tiempo, con enorme ternura. No nos propone, como otros, un ascenso a la elevada cima de sus emociones sino, por el contrario, un descenso a las tribulaciones y anhelos más humanos”, tal como expresó Hurtado.

A continuación, el texto íntegro titulado “Memoria de la sombra de una memoria (A propósito de la ‘Carta a mi madre’, de Juan Gelman)”, publicado en ZETA con la autorización de su autor:

LA LECTURA DE EDUARDO HURTADO

“Memoria de la sombra de una memoria (A propósito de la “Carta a mi madre”, de Juan Gelman)

“Por Eduardo Hurtado

“Redactado entre 1984 y 1987, ‘Carta a mi madre’ es uno de los grandes poemas de nuestra lengua. La circunstancia en que germina no puede ser más dramática: unos minutos después de recibir la noticia del fallecimiento de su madre en Argentina, el poeta, exiliado entonces en Nicaragua, recibe una carta que ella misma le envió poco antes de morir. De esta misiva sólo sabemos que ha sido escrita con interrupciones forzadas por la enfermedad y el cansancio. La respuesta de Gelman, la carta que da título al poema, parece definir la condición de la poesía en los tiempos que corren: recoge un pre/texto póstumo, no lleva inscritos fecha ni rumbo y su destinatario es un fantasma que se aloja en el desorden de la memoria. 

“Como lo hizo a lo largo de casi toda su obra, Gelman transforma una ausencia, la madre muerta en este caso, en una presencia abarcadora. Así le restituye a la poesía uno de sus poderes primordiales: hacer que dure lo que el tiempo se empeña en dispersar. En esta tentativa, los signos de interrogación juegan un papel central. Gelman lanza preguntas a sabiendas de que encaran un silencio (el silencio cabal de lo que ya no está). Pero sabe también que cada poema propone una sucesión de enigmas que nos ayudan a vivir contra la resignación y el olvido. 

“Juan Gelman creía que el principal enemigo del poeta es el olvido. A él le gustaba llamar la atención sobre un hecho extraordinario en la historia de Occidente: para los griegos de hace 2,500 años el antónimo de olvido no era ‘memoria’ sino ‘verdad’. Hoy, como entonces, la poesía es el lugar donde se ejerce en plenitud el maridaje de lo memorable y lo verdadero. Memoria de una verdad a un mismo tiempo amorosa y punzante, ‘Carta a mi madre’ consigue revertir en ternura el sufrimiento de sabernos, literalmente, desmadrados.

“Para oponerse a que el paso de los años disipe la historia de un amor verdadero, el amor entre una madre y su hijo, Gelman escribe un poema de cuerpo presente donde se consuma lo que el poeta llama ‘la presencia ausente de lo amado’. Este es, quizá, el punto de partida del poema: la necesidad de cuestionar la condición supuestamente irrevocable de la ausencia. Para conseguirlo, el poeta comienza por ir más allá del dolor y ponerse a la altura de la pena, para luego desafiar a la muerte con un contragolpe que pone en juego la posibilidad de ‘ser en otro’: ‘no sé cómo es que mueras/ me sos/ estás desordenada en mi memoria… tengo gestos de vos que son en vos… ¿en qué mirada mía vos mirás…’.

“La pareja imaginación-experiencia alcanza en este poema un grado mayor de reciprocidad. Casi cada estrofa parte de un referente autobiográfico; enseguida, ese referente ingresa en la espiral vertiginosa de las preguntas sin respuesta y, en consecuencia, en el terreno de las posibilidades y las presunciones. 

“Así, la estrofa inicial informa: “te habían visto por entonces/ aguda como siempre/ activa a los 85 años de edad pese a las tres operaciones contra el cáncer que finalmente te llevó…”, mientras las líneas que siguen colocan estos hechos bajo la lente de las conjeturas: “¿te llevó el cáncer?/ ¿no mi última carta?/ la leíste, respondiste, moriste/ ¿adivinaste que me preparaba a volver?/ yo entraría a tu cuarto y no lo ibas a admitir/ y nos besábamos…”. 

“Más adelante, el autor consigna algunos datos duros de su arribo al mundo: ‘nací con 5,5 kilos de peso/ estuviste 36 horas en la cama dura del hospital hasta sacarme al mundo/ me tuviste todo el tiempo que tu cuerpo me pudo contener…’; acto seguido, abre un espacio para reflexionar en torno al significado de alumbrar y nacer. Aquí aparece un tema, el de la expulsión y el exilio, frecuente en esta poesía: ‘¿estabas bien conmigo adentro?…/ ¿estábamos bien, juntos así, yo en vos nadando a ciegas?…/ debo haber sido muy feliz adentro tuyo/ habré querido no salir nunca de vos/ me expulsaste y lo expulsado te expulsó…’. 

Foto: Enrique Mendoza

“El juego de espejos que Gelman establece a partir de esta reflexión ocupa el núcleo del poema. El poeta descubre que su historia, como la de todos los hombres, comienza con un destierro: el del vientre materno. Pero el destierro implica asimismo a la madre, que al dar a luz renuncia a una posesión entrañable. El amor entre madre e hijo se alimenta, entonces, de una doble añoranza. La dialéctica dentro-afuera, interior-intemperie, mundo-casa, se despliega aquí alentada por un memorar originario. Gelman se sumerge en el agua primordial y desde ahí explora el porqué de todas sus búsquedas y de la poesía misma: ‘¿por eso escribo versos?/ ¿para volver al vientre donde toda palabra va a nacer?/ ¿por hilo tenue?/ la poesía ¿es simulacro de vos?’.

“‘Memoria de la sombra de la memoria’: así, con un enunciado de linaje platónico, describe Gelman la poesía. El poema ocurre en una especie de laberinto hecho de simulacros y hallazgos. No es posible ingresar a esta zona recóndita con el mismo lenguaje que empleamos cada día para ofrecer y comprar, para garabatear edictos o recetas. Gelman violenta aquí toda gramática, toda sintaxis, porque así se lo exige su voluntad de hacer las preguntas más incómodas, de trascender las apariencias que nos permiten vivir sin sobresaltos. 

“Esto se ha traducido en una imperiosa subversión de las pautas que intentan ‘normalizar’ el uso de la lengua, pero también y sobre todo de las que rigen la lógica ordinaria. Julio Cortázar, que por afinidad con la poética de Gelman supo entender la energía transgresora del poeta, describe así este contralenguaje: ‘…no es fácil entrar desde la primera línea en un discurso que va de tal manera contra la corriente, que incluso pisotea sin lástima las reglas más ahincadas de nuestras grillas prosódicas, de nuestra aceptación pasiva de las funciones gramaticales… Ahí donde lo masculino se vuelve femenino y viceversa para pisotear los cánones del pensamiento estereotipado, ahí donde sin vacilar se vuelven activas y operantes tantas palabras que manejamos pasivamente, el poema cesa de ser comunicación para volverse contacto…’.

“En ‘Carta a mi madre’ el poeta se adentra, de cara a la muerte, en las complejidades de las relaciones madre-hijo. Lo hace con una veracidad desgarradora y, al mismo tiempo, con enorme ternura. No nos propone, como otros, un ascenso a la elevada cima de sus emociones sino, por el contrario, un descenso a las tribulaciones y anhelos más humanos. Lo infinito en este mundo nuestro (alcanza a decirnos el poeta), más se parece a nuestro persistente aspirar a una vida posible (vientre materno, utopía) que a un improbable Paraíso. 

“Parábola pagana de la expulsión originaria, este poema nos toca, hace contacto, nos tienta a buscar las razones del amor en un vacío: ese que hacemos para que la inmensidad de lo amado halle un espacio que lo acoja. 

“Todo poema es de circunstancia. Aquí confluyen la del nacimiento del tercer hijo de una pareja de inmigrantes ucranianos, con la muerte, más de cincuenta años después y en territorio americano, de la madre de aquel hijo que ya para entonces había fundado dos patrias: el exilio y la poesía. Este exiliado esencial había hallado, por momentos, un refugio singular: la nuca de su madre. Espacio irrevocable, ese refugio persiste a pesar de la muerte; en la memoria, en el tacto, en el poema, encuentra su ración de eternidad: ‘no soy sin vos sino de vos/ no me reproches eso/ todavía me entibia el blancor de tu nuca/ y mis besos allí/ siervos de esa armonía…’”.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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