Un año más de quererle
hoy le susurra al oído;
estremece el corazón,
del alma brota un suspiro.
Una tarde de septiembre
al verla quedó hechizado;
un instante vio sus ojos
que su corazón marcaron.
Olvidarla nunca pudo;
soñaba en poder besarla,
su cabello acariciar,
recostada en seda blanca.
Llevarla al cielo desea
para mostrarle el lucero,
al que llamó con su nombre
y eternizó su recuerdo.
Una cabaña perdida
entre el aroma de pinos,
y el agua de la montaña
que desemboca en el río.
Entre sus brazos la mece
mientras le besa los ojos;
de amor le dice mil cosas,
pues ella es su gran tesoro.
Lleva su esencia en la sangre
y por ella se desvive;
su cuerpo es como un volcán
que al besarla se derrite.
La quiere con todo el alma
y hasta en sueños la enamora;
con magia, de su guitarra
saca las más bellas notas.
Lourdes P. Cabral.
San Diego, California.