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viernes, febrero 16, 2024
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Narcultura o cultura de la muerte

“Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla”.

-San Oscar Arnulfo Romero


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Juan Pablo II fue el Pontífice que acuñó la frase Cultura de la Muerte. Y el primero en emplear la palabra mafia en una homilía en 1993 en la cuna de la Cosa Nostra, la mafia italiana.

Rita Antoinette Francis Rizzo, la Madre Angélica, contemporánea del Papa Wojtyla (1920), nacida en Ohio (1923), hija de inmigrantes italianos, fundaría uno de los sistemas de cable más grande en la tierra: Eternal World Television Network (EWTN). Su madre servía como auxiliar de un sacerdote que fue ejecutado junto con los padres y el mismo niño que era bautizado. La mafia y la cultura de la muerte marcarían la vida de la mamá de la religiosa, que debió emigrar a América, y que precisamente tuvo como primer miembro de su congregación en Alabama a su propia madre.

En contraparte de la cultura de la muerte, surge la cultura de la vida.


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Ante la sobreabundancia del aborto, miles de parejas desean adoptar una criatura.

Ante la abundancia de alcohol, tabaco, narcóticos, surgen miles de centros de rehabilitación, grupos de Narcóticos o Neuróticos y Alcohólicos Anónimos (NA, AA), y de Alanon (para familiares).

Ante el armamentismo, el pacifismo. Ante el valemadrismo o indiferencia, los grupos organizados de la sociedad civil.

La geopolítica de las superpotencias incluye el narcotráfico, la destrucción de la familia y de la identidad de la persona humana. Canta Roberto Carlos en El Progreso: “Yo quisiera ser civilizado como los animales”. En la reproducción animal es imprescindible la hembra y el macho. Si alguien quiere un animal de adorno, lo debe esterilizar para que no procree más la especie.

Poco creíbles e incoherentes son los tiranos como Vladimir Putin o las pseudodemocracias europeas y americanas no siguen el dictado de sus conciencias y los mandamientos de sus cristianismos o religiones. Sus conciencias se inspiran en el mercado. Pura simulación para ganar votos, no tienen convicciones sino intereses en los votantes para promover la cultura de la vida.

La cultura de la muerte por supuesto que produce muchísimo sufrimiento, patente en las caravanas de migrantes, desempleo, pobreza, desnutrición, eutanasia; lo que el Papa Francisco llama Cultura del descarte.

Y no se ocupa ser religioso para comprender o ser sensible a la vida con sus Huérfanos del Narco, como escribió Javier Valdez, el sacrificado periodista de Rio Doce de Culiacán. O como canta el buen Joan Manuel Serrat en una de las melodías más hermosas de todos los tiempos sobre la ancianidad, Llegar a Viejo: “Si se viviese entre amigos, que al menos de vez en cuando, pasasen una pelota; si el cansancio y la derrota no supiesen tan amargos; y después de darlo todo, en el camino que a medida, que el corazón se acobarda; los ángeles de la guarda, diesen señales de vida; y si todos entendiésemos que todos llevamos un viejo encima”.

Como hace siglos, una nación hace la guerra a otra, no solo con las armas; el origen de la maravillosa Muralla China, en parte es la guerra de Inglaterra y otras naciones por envenenar con opio a los orientales. Las murallas o muros que los norteamericanos han levantado a lo largo de la frontera con México, tiene ese fin, en parte: evitar un descontrolado ingreso de personas, y sobretodo de drogas. Por ejemplo, se sabe que el tiro casado de las autoridades de USA es contra los contrabandistas del terrible y mortal fentanilo; y eso recientemente, no más de una década. En parte porque está matando a cerca de 200 personas por semana -sino es que más- por los terribles efectos de tal droga.

Millones de personas en la tierra conforman la Narcultura o cultura de la muerte. Ya no se conforman con alcohol, marihuana; recurren a drogas más duras que terminan por destruir a la persona humana en lo mental, espiritual, emocional y cuerpo.

Es conmovedor leer en las mismas páginas públicas de la web de la Agencia Antidrogas (DEA), que la solución al narcotráfico (oferta demanda) está en la promoción de los valores morales de una verdadera religión, o como diría el superviviente de Auschwitz, el Dr. Viktor E. Frankl: la neurosis de nuestro tiempo es no vivir la religión con honestidad o autenticidad.

Germán Orozco Mora reside en Mexicali.

Correo: saeta87@gmail.com

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