Los abogados jamás deberían hacerle una pregunta a una abuela si no se encuentran preparados para la respuesta.
Durante un juicio en un pequeño pueblo, el abogado acusador llama al estrado a su primera testigo, una mujer de avanzada edad.
Se acerca y le pregunta:
“Señora Sánchez, ¿sabe usted quién soy yo?”.
Con la calma que dan los años, ella responde:
“Sí, señor López, le conozco. Le conozco desde que era un niño, y francamente le digo que usted resultó una gran decepción para sus padres. Siempre miente, cree saber de todo, es muy prepotente, abusivo, engaña a su esposa, y lo peor de todo, manipula a las personas. Se cree el mejor de todos, cuando en realidad no es usted nadie. Sí, señor, lo conozco muy bien”.
Un pesado silencio invade la sala. El abogado queda perplejo, sin saber exactamente qué hacer. Entonces, apuntando hacia la sala, pregunta a la señora Sánchez si conoce al abogado de la defensa.
Nuevamente y con la misma calma, la mujer responde:
“Claro que sí. También conozco a señor García desde que era un niño. Se parece mucho a usted, pero aparte es un zángano, vago y corrupto. Desde chiquillo fue flojo, y ahora, cuando se toma unos tragos, le sale la borrachera. Para su desgracia tiene problemas con la bebida. No puede tener una relación normal con nadie y, junto con usted, son los peores abogados de la región, sin mencionar que él engaña a su esposa con tres mujeres diferentes, una de ellas la esposa suya, ¿recuerda? Sí, conozco al señor García. Su mamá tampoco está orgullosa de él”.
Ante tal declaración, el abogado de la defensa casi cae muerto.
Acto seguido, el juez llama a los dos abogados para que se acerquen al estrado, advirtiéndoles:
“Si alguno de ustedes, par de ineptos, le pregunta a esta señora si me conoce, ¡los refundo de por vida!”.
Autor: Otro juez.
Entre marido y mujer
Una mujer envía un mensaje a su marido:
– Cariño, por favor no olvides comprar pan cuando regreses del trabajo. Y antes de que se me olvide: tu novia Fátima está aquí, te envía saludos”.
“¿Quién es Fátima?”.
– Nadie, sólo quería que respondieras, para tener la confirmación de que viste mi mensaje.
“Ah, me sorprendió porque justo ahora estoy con Fátima, ¡creí que me habías visto!”.
– ¡¿QUÉ?! ¿DÓNDE ESTÁS?”
“¡En la panadería cerca de casa!”.
– ¡Voy para allá ahora mismo!
Después de 5 minutos, la esposa envía otro mensaje al marido:
– Estoy en la panadería, ¿dónde estás?
“En el trabajo. Ahora qué estás en la panadería, ¡compra el pan y vete a la casa! Te amo, besitos…”.
Autor: El panadero
Privilegios
Estaba San Pedro recibiendo a las almitas que llegaban al cielo, cuando llega un curita. San Pedro le indica:
“Esta casita y este pequeño automóvil serán tuyos, hijo”.
El sacerdote se retira a hacer fila en la ventanilla de Entrega de Títulos de Propiedad. En eso nota que llega un tipo y conversa con San Pedro. El santo sonríe mucho, lo abraza, le da unas indicaciones y el tipo se dirige muy contento a la fila. Extrañado de tanta alegría, el cura pregunta al recién llegado:
– ¿Por qué tanta alegría, amigo?
“Es que me entregaron una mansión y una limusina”.
Indignado, el sacerdote se dirige donde San Pedro:
– San Pedro, ¿por qué le dio todo eso a ese tipo? ¡Creí que en el Cielo no había favoritismos! Yo fui sacerdote, pero ¿y él?
“Verás, hijo. Él era abogado, ¡y cómo no vamos a estar felices, si es la primera vez que llega uno!”.
Autor: Un estudiante de Derecho.
Optimista
Había un tipo tan, pero tan optimista, que a todo le encontraba el lado bueno. Un día, un amigo le dice:
– ¿Qué crees? Ayer llegó Juan a su casa y encontró a su mujer con un hombre, sacó su pistola, los mató a los dos y luego se suicidó.
“¡Qué bueno!”.
– ¿Cómo que qué bueno? ¡Eso es una tragedia!
“Pues sí, pero si hubiera llegado un día antes, ¡el muerto hubiera sido yo!”.
Autor: Un pesimista.