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jueves, noviembre 21, 2024
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Sabias reflexiones

Si me van a invitar a tomar, recuerden primero invitarme a comer… uno ya no está en edad para tomar tragos con el estómago vacío.

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Las lluvias continuarán en las próximas horas. Se aconseja pintarse las cejas con marcador permanente.

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Unos se casan, otros se divorcian, algunos ponen cuernos, otros llevan cuernos… Y yo aquí, tranquila, viendo todo ese desorden.

Autora: Estudiante de Filosofía.


El encargo

Una esposa envía un mensaje al marido:

Cariño, por favor no olvides comprar pan cuando regreses del trabajo. Y antes de que me olvide: tu novia Fátima está aquí, te envía saludos.

“¿Quién es Fátima?”.

Nadie, sólo quería que respondieras, para tener la confirmación de que viste mi mensaje.

“Ah, me sorprendió porque justo ahora estoy con Fátima, ¡creí que me habías visto!”.

¿QUE DÓNDE ESTÁS?

“En la panadería cerca de la casa”.

¡AHORA MISMO VOY PARA ALLÁ!

Luego de cinco minutos, la esposa envía otro mensaje:

Estoy en la panadería. ¿Dónde estás?

“En el trabajo. Ahora qué estás en la panadería, ¡compra el pan y vete a casa! Te amo, besitos…”.

Autora: Una tal Fátima.


Jaimito y San Pedro

Estaba San Pedro en la puerta del cielo en lo que de repente tocan a la puerta y cuando sale San Pedro no hay nadie.

Pasa un rato en lo que vuelven a tocar la puerta y nuevamente no hay nadie.

En eso San Pedro se dice a sí mismo: “cuando vuelvan a tocar a la puerta voy a agarrarle la mano al que toque”.

Pasa un rato y vuelven a tocar la puerta y cuando San Pedro abre la puerta le toma de inmediato la mano al que tocaba y se encuentra a Jaimito y le dice: 

San Pedro pregunta:

– ¿Por qué andas tocando la puerta y te escapas?

Jaimito responde: 

– No me diga a mí, dígale al doctor que me anda reanimando con el desfibrilador.

Autor: Pepito.


Abuelita testigo

Dos abogados jamás deberían hacerle una pregunta a una abuela, si no se encuentran preparados para la respuesta.

Dicen que durante un juicio en un pequeño pueblo, el abogado acusador llamó al estrado a su primera testigo, una mujer de avanzada edad.

El abogado se acerca y le pregunta:

“Señora Sánchez, ¿sabe usted quién soy yo?”.

Con la calma que dan los años, ella responde:

“Sí, señor, lo conozco desde que era un niño, y francamente le digo que usted resultó ser una gran decepción para sus padres. Siempre miente, cree saber de todo, es muy prepotente, abusivo, engaña a su esposa y, lo peor de todo, manipula a las personas. Se cree el mejor de todos, cuando en realidad no es usted nadie. Sí, señor, le conozco muy bien”.

Un pesado silencio invade la sala… El abogado queda perplejo, sin saber exactamente qué hacer.

Apuntando hacia la sala, aborda de nuevo a la señora Sánchez:

“¿Conoce al abogado de la defensa?”.

Con la misma calma, ella contesta:

“Claro que sí. También conozco al señor García desde que era un niño. Se parece mucho a usted, pero aparte también es un zángano, vago y corrupto. Desde chiquillo fue flojo, y ahora, cuando se toma unos tragos, le sale la borrachera. Para su desgracia, tiene problemas con la bebida. No puede tener una relación normal con nadie y, junto con usted, son los peores abogados de la región. Sin mencionar que él engaña a su esposa con tres mujeres diferentes, una de ellas la esposa suya, ¿recuerda? Sí, señor, yo conozco al señor García. Su mamá tampoco está orgullosa de él”.

El abogado de la defensa casi cae muerto. El juez llama a los dos abogados para que se acerquen al estrado, advirtiéndoles:

“Si alguno de ustedes, par de ineptos, le pregunta a esta señora si me conoce, ¡los refundo en la cárcel!”.

Autora: La abuelita.

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Autor(a)

Gabriela Olivares
Gabriela Olivares
gabriela@zeta.com
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