“La tolerancia es la virtud más difícil; nuestro primer impulso, y aun el segundo, es odiar a todos los que no piensan como nosotros”.
-Fréderick Lemaître, literato francés
En 1963, el régimen político priista encabezado por Adolfo López Mateos llevó a cabo una reforma electoral que por primera vez permitía el acceso de diputados “pluris” al Congreso de la Unión. Con el fin de canalizar la presión social existente mediante la lucha partidista y garantizar, en cierta expresión, la representación política de las minorías en el poder público en México, nacen los denominados “diputados de partido”. A través de dicha reforma, Acción Nacional -en ese momento, el único partido de oposición consolidado- logró en las elecciones de 1964, una bancada real en la Cámara de Diputados Federal: 20 legisladores, 2 de mayoría y 18 de “partido”, al haber rebasado por primera vez el millón de votos.
A través de los “pluris de partido” llegaron a la Cámara, figuras históricas del debate y la lucha democrática en México como: Adolfo Christlieb Ibarrola, Salvador Rosas Magallón, Abel Vicencio Tovar y Miguel Estrada Iturbide, entre otros; aún más importante que el arribo de estos personajes fue que, como consecuencia de su voz opositora, se inició una etapa de dialogo con el poder absoluto existente.
Como la de 1963, las de 1977, 86, 89-90, 93, 94, 96, 2007-08 y 2014, todas las reformas electorales en México (todas sin excepción) han derivado de la exigencia, impulso y empuje de la oposición política. Todas han obedecido a años de lucha democrática de quienes son minorías, no poder gobernante. Como consecuencia, el régimen existente siempre tuvo que dialogar, conceder, consensar y, lo más elemental, reconocer la diversidad de pensamiento, la disidencia, la libertad política. Hasta que llegó Andrés Manuel López Obrador.
Él, el impoluto e inmaculado, es distinto, es histórico, como se ve quien despierta todos los días en un palacio. En su México de conservadores y liberales, el opositor es detestable, porque él encarna al pueblo; y quien piense distinto, es un “cretino, corrupto, inmoral y conservador”. Los calificativos de hipócritas, aspiracionistas e ingenuos no merecen entrecomillado, ya que no expresan con elocuencia la rabia, el complejo y la intolerancia del autoritarismo que caracteriza a nuestro Presidente de la República.
En una sociedad donde el campo de lucha política ya no es la plaza pública, sino el foro digital, el mediático, de redes sociales, el Presidente de la República lanza insultos, descalificaciones y sentencias diariamente a los disidentes. Entendiendo que la realidad de México y el mundo cambió con la revolución tecnológica, López Obrador no requiere sofocar mítines o protestas con la fuerza del estado, ni mandar amenazas a ciudadanos en domicilios particulares o de negocios, ni amenazar periodistas u organizaciones de la sociedad civil; nada eso, eso es tan de los 70´s. Ahora solo requiere un medio de difusión cada mañana, para generar el mismo efecto: silenciar las voces opositoras.
Y así llegamos a la presentación de una reforma electoral por parte de López Obrador, donde elimina los institutos locales electorales, se politiza la elección de magistrados y consejeros electorales, se eliminan los diputados plurinominales y se le resta autonomía en aspectos diversos al Instituto Nacional Electoral; todo desde el poder, todo sin hacer política con los partidos que representan a las minorías. ¿Para qué dirían los neo estalinistas en YouTube, Facebook y Twitter? ¡Que ganen elecciones, si quieren espacios!… el mismo autoritarismo que le costó la vida, cárcel, golpizas y ruina a económica a quienes levantaban la voz hace 30 años, ahora en versión digital, mucho más efectiva, menos directa y personal, pero con mayor alcance para asegurar la permanencia de un nuevo régimen a un más autoritario.
Con la presentación de esta iniciativa presidencial, el Congreso de la Unión ha dejado de ser un Poder más, y sin dignidad alguna, lo aceptan con una disciplina castrense, antidemocrática, detestable; se confirman como una oficina de trámites, sin debate, análisis, ni discusión que importe. El Presidente ya decidió el cómo, cuándo y porqué de la reforma desde su mañanera; los legisladores de su propio “movimiento” no importan, él piensa y decide por ellos, y en esta caricatura de democracia, nuestro mandatario voltea a la oposición y les tiende una mano retándolos: apoyen mi reforma, conservadores, cretinos, corruptos e inmorales.
Así, el reto demócrata por el futuro de nuestro país deberá ser a nivel distrital, desde lo local, asegurar la dignidad y existencia un poder legislativo independiente al ejecutivo.
Atentamente,
Héctor R. Ibarra Calvo es mexicalense, abogado postulante y catedrático de Amparo en Cetys Universidad. Regidor en el XXII y XXIII Ayuntamiento de Mexicali.
Correo: hectoribarra@idlegal.com.mx Twitter: @ibarracalvo