Después de 42 años consecutivos, ZETA dejó de ser impreso en suelos anglosajones, en aquellos rodillos foráneos, donde se editaba y programaban máquinas enormes, agregando tinta para que ZETA apareciera a todo color cada viernes por casi medio siglo.
Poseer una reliquia tal en papel, pergamino, que a la larga es historia, no se equipara a todo lo que ha sido escrito a pluma o lápiz por sus autores, codirectores, analistas, columnistas, en secciones como “Cartaz”, “Ezenario”, “Sortilegios”, “Deportez”, “Cultura”, “Espectáculoz, “Doble plana”, “Un poco de algo”, etc. Con mayoría mexicana, nacidos en México o hechos en México, son contados los colaboradores extranjeros que han sido parte de la familia escritural de ZETA.
El 2 de septiembre, el Semanario fue impreso en tierras aztecas. Necesité tomar el tiempo de escribir, meditar, atar cabos junto a una taza de café (eran las 3:20 a.m.), idear, sacar conclusiones e ir dando forma a un escrito entendible, honrando a lo escrito en estos 42 años por ciudadanos, licenciados, escritores empíricos, comunicólogos…
Al final, concluyo que ZETA ha sido siempre hecho en México, por neuronas de mexicanos que se desvelan escribiendo sin temblar la mano ante la pluma o teclado, dando vida a hechuras mexicanas: textos publicados los viernes desde mentes mexicanas (y muchas tijuanenses).
Atentamente,
Leopoldo Durán Ramírez.
Tijuana, B.C.