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martes, octubre 29, 2024
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El caudillo tiene siempre la razón

Colaboración invitada

“Derribar leyes es quitarse a sí mismo el primer apoyo”

– Publilio Siro, poeta latino

Se dice que la política, como la historia, es cíclica; repite premisas generando los mismos resultados. El argumento encuentra contundencia cuando alcanzas a percibir paralelismos en lo actual, lo cercano, con lo que alguna vez te topaste en el pasado.

En 1922, Benito Mussolini logró lo impensable, presionar al Rey Víctor Manuel III para que le cediera el poder ejecutivo del gobierno de Italia. Logró tal hazaña al marchar sobre Roma, con sus camisas negras, un grupo paramilitar que rebasaba 3 a 1 al ejército asentado en la capital italiana. Las camisas negras obedecían al unísono -al igual que el pueblo italiano más tarde- a un principio del fascismo: “Il Duce ha sempre ragione”. Mussolini, el caudillo, tenía siempre la razón.

Andrés Manuel López Obrador, líder de “izquierda”, se ha acercado más que nunca a lo que tanto criticó, la radical ultraderecha política, soportada siempre en la fuerza militar. Hoy López Obrador está más cerca del funesto Pinochet que de Allende, en una contradicción ideológica simplemente deleznable, llevándose en ésta a todo su “movimiento”: sus legisladores, sus intelectuales, sus militantes… Todos incapaces de decirle al caudillo que, en este momento, se equivocó, que no tiene la razón.

Y no la tiene porque simple y sencillamente su estrategia de combate al crimen organizado fracasó. Y el caudillo no lo acepta. Con la jerarquía sobre la falange, logró desdecirse impunemente de su postura documentada de doce años en contra de la decisión de sacar al ejército a realizar labores de seguridad pública, iniciada por Felipe Calderón y continuada por Enrique Peña Nieto.

En 2019, él mismo pontificó y tatuó en la Constitución el 2024, como fecha de retorno del ejército a los cuarteles; tres años después y a dos de concluir su mandato se desdijo, en un fracaso que transformó en una arenga de falso patriotismo y lealtad republicana hacia una milicia que no requiere engañar a los mexicanos. Hoy el ejército, como todo grupo de poder, tiene fortalezas que no permitirá que se le retiren, ajenas a su labor de salvaguarda de la seguridad nacional: aduanas, puertos, aeropuertos, obra pública y hasta salud.

En su afán de ejercer el poder en su máxima expresión (las fuerza de las armas), el Presidente de la Republica ha atentado impunemente contra la estabilidad y futuro democrático del estado mexicano, porqué el próximo titular del Ejecutivo no podrá designar al futuro General Secretario de la Sedena bajo las reglas y protocolos no escritos con los que lo hicieron el propio López Obrador y cada uno de los Presidentes de la época moderna de México.

El caudillo ya modificó y condicionó en detrimento de la figura presidencial (inclusive del sufragio que dicta el rumbo de un país por seis años) los delicados equilibrios que le permitían a México tener a un ejército fuera de lo civil, fuera de la política, fuera de los contrapesos naturales del gabinete, fuera de la definición presupuestal del Gobierno Federal. López Obrador logró constitucional y egoístamente, engatillar su poder transexenal hasta un 2028 de pinta verde olivo.

El gran perdedor en el derrumbe de las Instituciones, de la Ley, será sin duda -en lo individual- López Obrador; las consecuencias de esta decisión serán históricas, pero no en el sentido que busca. Al traicionar sus convicciones por el fracaso de sus metas, perdemos todos, ya que se dañará de manera irreparable la seguridad pública, donde esta sí tiene solución y futuro a través del fortalecimiento de las policías municipales y estatales, cómo es el caso de Baja California.

El empoderamiento constitucional, político, presupuestal del ejército, a la par del engaño de una Guardia Nacional que nunca tuvo la intención de hacerla civil, es un atentado frontal contra nuestras comunidades, al denigrar, someter y debilitar aún más a nuestros cuerpos de seguridad pública locales. Baja California no es Zacatecas. ¿Podrán defender este regionalismo valido nuestra gobernadora y alcaldes? ¿O también para ellas y ellos el caudillo no se equivoca?

Héctor R. Ibarra Calvo es mexicalense, abogado postulante y catedrático de Amparo en Cetys Universidad. Regidor en el XXII y XXIII Ayuntamiento de Mexicali.

Correo: hectoribarra@idlegal.com.mx Twitter: @ibarracalvo

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