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sábado, octubre 26, 2024
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Luis Cortés Bargalló, homenajeado

 

El poeta tijuanense fue homenajeado por el Festival Internacional de Poesía Caracol Tijuana 2022, “por su valiosa labor poética y su trayectoria como escritor y poeta”

 

 

El poeta Luis Cortés Bargalló fue homenajeado por el Festival Internacional de Poesía Caracol Tijuana 2022, mismo que se celebró del 22 al 24 de septiembre en Tijuana, Playas de Rosarito y Tecate.

El poeta bajacaliforniano (Tijuana, 1952) recibió una placa conmemorativa por la XVII edición del Festival Internacional de Poesía Caracol que lo distinguió “por su valiosa labor poética y su trayectoria como escritor y poeta”, misma que le hizo entrega la poeta y promotora cultural Yohanna Jaramillo.

Fundado y dirigido por la poeta Yohanna Jaramillo, y con Iván García Mora, Jesús García Mora y Andrea Latham en el comité organizador, el Festival Internacional de Poesía Caracol Tijuana ha rendido homenaje a autores como Celedonio Orjuela Duarte (2009), Roberto Castillo (2013), Flora Calderón (2016), Tomás Di Bella (2017), Olga García Gutiérrez (2018), Víctor Soto Ferrel (2019) y Luis Cortés Bargalló (2022).

“El hecho que el homenaje esté sucediendo en Tijuana realmente me entusiasma, de alguna manera también me motiva. Estos encuentros me dan la oportunidad, que para mí es muy valiosa, de relacionarme con otras generaciones. Me parece muy estimulante estar con jóvenes con los que tengo una relación de amistad y de conversación”, valoró en entrevista para ZETA Luis Cortés Bargalló, a propósito de que el comité organizador del Festival Caracol esté integrado por escritores jóvenes, entre ellos Yohanna Jaramillo (fundadora), Iván García Mora, Jesús García Mora y Andrea Latham.

 

 

Previa presentación de un video documental que narraba la vida y obra de Luis Cortés Bargalló, en la mesa de homenaje estuvieron los poetas Jorge Ortega y Hamlet Ayala, quienes compartieron sendos mensajes.

Durante la tertulia literaria, el poeta y ensayista Jorge Ortega, Premio Nacional de Literatura “Gilberto Owen” 2022 en el género de Poesía por su poemario “Hotel del Universo”, leyó un texto en homenaje a Luis Cortés Bargalló, mismo que enseguida ZETA comparte con sus lectores con la autorización de su autor:

“Conocí a Luis Cortés Bargalló en octubre de 1997, hace exactamente 25 años. Fue en La Paz, capital de Baja California Sur, en el marco de un encuentro de literatura que conmemoraba los tres siglos de la fundación de la Misión de Loreto. Comenzando por el lugar de nacimiento de ambos, era la segunda vez que la península de Baja California habría de unirnos. Vendrían a partir de entonces muchos reencuentros más, en Tijuana sobre todo, pero también en Ciudad de México y alguna vez en Ciudad Juárez. Además del origen peninsular, la condición fronteriza, dos singulares formas de fatalidad, en nuestro caso, y excentricidad, aquello que se distancia de un centro geográfico, espacial.

“Luis acababa de publicar “Al margen indomable” en 1996, y estos conceptos que traigo a cuento iban o van muy bien con el planteamiento de ese libro, ya un clásico de la poesía mexicana contemporánea. Ahí Luis Cortés Bargalló se emplazaba a la orilla de las estéticas dominantes, urdiendo una poesía de los márgenes territoriales y estilísticos donde concurrían y coexistían la microcrónica, el levantamiento de datos, la descripción objetiva, el poema en prosa, la relación de hechos, el versículo, la enumeración caótica, todo ello bajo una pátina, a un tiempo metódica y casual, de cuaderno de notas o apuntes, de diario de viaje o bitácora de observaciones de la estancia en un lugar ajeno. Pero “Al margen indomable” se ocupaba de un locus conocido y entrañable para su autor, “mi cabotaje”, como él lo llama, desplegado en el litoral del Pacífico bajacaliforniano, de su Tijuana natal para abajo, hacia San Quintín. Más allá de estas virtudes de ese libro axial en la poesía de Luis, estaba la confirmación de una búsqueda poética radical que intentaba traslucir la naturaleza fluctuante del decir poético a través de una torsión del lenguaje urgida por la elipsis, la concisión expresiva, la sintaxis lacónica y una operación de enfoque y desenfoque de la realidad, algo que ya veíamos en “El circo silencioso”, de 1985, pero que hallamos también después en títulos más recientes como “Filos de un haz y envés” y, desde luego, “La lámpara hacia abajo”, de 2016, acreedor del Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada. Mas ya “Terrario”, su ópera prima de 1979, denotaba los signos de una poesía que se afana en la problematización de lo poético literario, esa cosa liviana, alada y sagrada, de acuerdo con la ponderada definición de Platón.

“Pero Luis Cortés Bargalló es todo lo contrario de un poeta neoclásico y purista. Para empezar, su trabajo poético está más allá de la poesía en el sentido de que la música y el cine han sido a la par sus nutrientes, aunque más lo primero. No pocos saben de ese grupo de rock que Luis integró en su juventud, Las Plumas Atómicas, con otros jóvenes inquietos, algunos también poetas, como Alberto Blanco y Jorge González de León. El buen oído, facultad esencial de la música de las palabras. Este poeta de culto que es ahora Luis Cortés Bargalló estaba predestinado por esa forma prístina de ser y estar en el mundo: acoger el álgebra de los sonidos, la fonación de los fenómenos, que resbalan por justamente por el oído hasta alcanzar el tímpano. Poesía y música. Dentro y fuera de la literatura ese binomio inseparable desde tiempos inmemoriales ha sido el credo y el ministerio  esencial de Luis, amigo queridísimo, maestro, cómplice y hermano en la poesía que, como quería Lautreamont, la hacemos todos, la hacemos todes”.

Fotos: Jorge Dueñes

En su turno, el poeta Hamlet Ayala leyó un texto titulado “Paréntesis”, en ocasión al homenaje a Luis Cortés Bargalló: “Para mí, una de las lecciones más bellas que se desprenden de su obra y sus ideas sobre el fenómeno del arte es la apuesta absoluta en la que Luis Cortes Bargalló ha puesto su destino como creador y su entrega al quehacer poético como lance definitivo hacia su propio encuentro a través de la nube del no saber, que es el camino por el que andamos todos”.

A continuación, ZETA comparte con sus lectores el texto íntegro del poeta Hamlet Ayala, titulado “Paréntesis”, apropósito del homenaje a Luis Cortés Bargalló concedido por el Festival Internacional de Poesía Caracol Tijuana 2022, previa autorización de su autor:

 

“Paréntesis

Por Hamlet Ayala

 

Conocí a Luis en 2015, después de un homenaje a los autores de Siete poetas jóvenes de Tijuana, la histórica antología publicada en 1974 en la que nuestro poeta se sumó al proyecto colectivo de escribir la poesía moderna de Baja California. Para entonces ya habían llegado a mis manos Al margen indomable —cuya versión de 1996 me leí caminando de ida y vuelta del trabajo sobre las vías del tren— y El circo silencioso, de 1985.

 

De este último, aún seguían dando vueltas en mi cabeza algunos fragmentos de particular severidad hacia el final del libro (“Te golpearon hermano, me golpearon”) además del enigmático dibujo de la portada, cuyo autor, el poeta jalisciense Juan Martínez, es el primero de los descubrimientos posibles que ofrece este volumen. Cuando le propuse entrevistarlo para saber más sobre su relación artística con Juan, me respondió: “Tratándose de Juan, lo que quieras. Cuenta conmigo.”

 

La conversación se concretó en diciembre de ese mismo año y se centró, desde luego, en la obra de Luis. Ya instalados en un café del centro de Tijuana, en el Pasaje Rodríguez, habiendo repasado los sitios que albergaron incontables sesiones de intercambio y discusión entre él y sus colegas durante los años 70, nos dimos a la tarea de revisitar desde el principio una trayectoria que al día de hoy sigue entregando materiales de brillantez inusitada e inmersión multidimensional en la realidad, que generan y exigenuna inmersión en la experiencia poética de carácter corpuscular, es decir, al nivel de la propia experiencia de su escritura.

 

Remitiéndome a los libros mencionados, desde el principio me había llamado la atención su capacidad de pasar (algunas veces a saltos, otras a través del empleo de diversas modulaciones) de un tratamiento lírico de contenida claridad y voluntad de forma al desarrollo de intrincados objetos textuales que se tensaban por su naturaleza esquinada, donde se percibe un entrecruzamiento de intención cronística inicial, acentuación de las cualidades lingüísticas de la expresión e indagación en los fenómenos que se suscitan en y entre el observante y los objetos mismos que atraviesa y desnuda.

 

Esta actitud fue resaltada por el poeta Eduardo Hurtado en Estancias del nómada, texto publicado en el Periódico de Poesía de la UNAM Nueva Época No. 3, la primavera del 2002, a propósito de Al margen indomable, de la siguiente manera:

 

“Francis Ponge describe a la imaginación como una actividad capaz de crear un mundo que parte de la realidad pero que tiene una existencia propia, un mundo en el que las mismas cosas revelan la presencia de otra cosa. A partir de esa idea, intuye una escritura en la que el objeto del texto surge de la pulverización del sujeto, una poesía que lucha por dispersar el sentido mediante una práctica singular: dejar que los eventos más triviales se confundan con la percepción más esencial del mundo, ponerse a la disposición de las cosas, sumergirse en una historia para encontrarse con la historia propia. El resultado de este complejo ejercicio es la creación de piezas fragmentarias, que sumadas parecen formar un cuerpo irreductible. Cada parte, como los trozos de una serpiente, está dotada para existir en el conjunto, pero también para poner en juego, si las circunstancias lo exigen, una existencia independiente.”

 

“Testigos y presencia. Ebullición y fundiciones.

Lo que todos y ninguno dejan al cortarse el hilo.” (en La lámpara hacia abajo)

 

Al cuestionarlo sobre ese notable empleo de diversas configuraciones del lenguaje poético, que sugiere la presencia de una vena experimental, Luis me comentó:

“Yo nunca me he propuesto de manera deliberada hacer experimentos (…) Cuando he terminado por escribir algo que por sus resultados formales podría parecer de estirpe experimental es porque he llegado a un punto donde más bien pierdo el piso, y voy estirando las manos, voy pasando por un banco de niebla, y de pronto me doy cuenta de que hay algo ahí que me pide ser expresado con exigencia, y lo hago con lo que tengo a la mano, que muchas veces es poco, porque sólo lo sé hasta que lo encuentro. (…) sencillamente hay momentos en que tengo que asumir lo dicho por el poeta Rückert, parafraseado por Freud al final de Más allá del principio del placer: lo que no puedas conseguir volando lo tendrás que conseguir a rastras.”

 

De este modo, confirmamos que la naturaleza de sus poemas responde invariablemente a esa entrega, a la indagación en la deriva expresiva, colocado justo en medio de la riada, siempre tratando de eludir caminos que ha recorrido antes. Este procedimiento dota a sus poemas de una sensación de naturalidad y construcción orgánica —incluso en sus momentos de enrarecimiento— sin más asidero que el ejercicio de libertad en la página y la confianza en la materia con que se van construyendo sus destellos y oscurecimientos.

Contrapunto entre poesía del lenguaje y claros anecdóticos, de lo objetivo a lo sensorial y emotivo. Acerca de esta proclividad por mirar las cosas en diferentes planos de profundidad o capas, en la voluntad de develar el envés de todo lo que su escritura aborda, como mirando a través de un caleidoscopio, Luis me dijo:

 

“Soy un tanto reacio a entender la realidad en función de un más allá porque tengo la sensación de que, en todo caso, está acá y ahora, y de manera sensible (aunque no necesariamente visible).” El más allá es, más bien, un más acá.

 

Palabra ensimismada no. En todo caso, estos acercamientos resultan siempre en un internamiento afortunado a todo cuanto nos define como seres vivos y sensibles, señalando incluso aquello que opera de manera sutil en el entramado de nuestra historia de vida, derivando, en muchos casos, en una conversación emocionada con el misterio,  aquello que nos rebasa pero que, a través de la poesía, como un filo con el cual incidir también en lo inefable, nos permite asomarnos a ese envés de las cosas que aquí y ahora nos habita y habitamos, y que, como afirma un poema de Rilke, por incidir en lo humano, no nos es extraña.

 

Un poema me está soñando/ ¿puede?, ¿cómo le hace, donde?” (de La lámpara hacia abajo)

 

En este sentido, al familiarizarse con sus instrumentos y ponerlos al servicio (y a prueba) de sus intuiciones, Luis Cortés Bargalló consigue adentrarse en la realidad empleando perspectivas múltiples y recurriendo a motivos y temas tan variados como sus mitos personales, el tiempo como experiencia física, la historia social y natural de su territorio de nacimiento o su país de origen (y su personal relación con ello), las diferentes tradiciones estéticas y filosóficas que impregnan su camino de ideas y experiencias estéticas, la paternidad, el amor, la enfermedad, los amigos, la visión de la realidad mediata como puesta en escena del mundo, el poder, el comportamiento de los elementos de la naturaleza, la música y la pintura, la experiencia citadina, el viaje y las fronteras, la soledad, la escritura misma.

 

En una entrevista titulada El mundo en que me tocó escribir, realizada por el poeta Jair Cortés, Luis dice lo siguiente:

 

“Si la puerta estrecha, la única, es la vida individual y ésta tiene la inclinación natural de expresarse a través de la construcción de una personalidad (cuya vertiente estética sería el estilo), no debemos olvidar que este impulso tiene que ver con un movimiento interior que corre a contrapelo: la experiencia más inapresable y honda de estar conscientes de nuestra impermanencia, nuestra soledad, nuestras limitaciones y contradicciones, nuestra miseria y riqueza, nuestra mayor o menos capacidad de reconciliarnos con la incertidumbre y, por supuesto, con el otro que, suponemos —y por eso lo llamamos semejante—, comparte esta misma, dolorosa condición.”

 

En su poesía, a final de cuentas, nada queda intacto (incluida, por supuesto, la sensibilidad del lector), todo es humano y reflejo de nuestra propia constitución, de nuestro drama individual y colectivo. Ante un mundo disperso, religar. Hambre de realidad, indagación, estar en y con el mundo. “A veces no hace falta más/que masticar y masticarse” (en La lámpara hacia abajo) “Te golpearon hermano, me golpearon” (en El circo silencioso).

 

Cabe remarcar la presencia de la música como un componente que nutre esta obra aludida manera literal o velada, además de la implicada todo el tiempo la composición misma de los versos y la selección de palabras, figurando como late motiv, música ambiental, alusiones que dan color y temperamento, así como el empleo de las palabras mismas y los silencios, ensayando variaciones rítmicas, resonancias y texturas que enriquecen en conjunto el sonido y los enlaces entre múltiples referentes del rock, el folk, la música clásica y el jazz, preponderantemente.

 

Hacen aparición Bob Dylan, Debussy, Eric Satie, Los cuartetos de Bartok, Jimmy Hendrix, The Beatles, Winton Marsalis, L. A. Woman de The Doors, el Tijuana moods de Mingus y, según ha revelado el autor, el sonido mismo de las olas del mar descargándose en la arena, pensando en Frank Zappa. Luis Cortes Bargalló, como todo buen poeta, es también un músico, y ha sabido sacrificar su insistencia tras el sonido como manifestación superior del arte, en favor de la poesía como testimonio de lo que el alma humana es, tal vez siguiendo el dictum de don Miguel de Cervantes: La pluma es la lengua del alma. O, quizá, por fatalidad, como dejó sentado su tocayo Fray Luis de León, “Más por inclinación de su Estrella que por juicio o voluntad.”

 

En la misma entrevista con Jair Cortés antes citada, Luis comenta:

 

“Atender a las necesidades expresivas es un proceso de depuración que así como revela paisajes interiores insospechados puede poner en crisis los afectos y apegos más arraigados. Esta necesidad no se detiene ante ninguna expectativa. Durante algún tiempo quise dedicarme a la música, lo quise en realidad, con mucha fuerza. Desde joven había tocado algo de guitarra y siempre me gustó el bajo eléctrico que absorbería muchas horas de estudio y también de placer indescriptible. Inicié estudios formales de música y tuve la oportunidad de saber qué se sentía tocar un instrumento con un grupo musical; durante cerca de cinco años me embarqué en este viaje. Sin embargo, entre más sabía y en la medida en que podía tocar mejor, mis limitaciones me parecían insoportables. Siempre he amado la música y, en mis condiciones, esto no ayudaba mucho. Tuve que hacerme muchas preguntas, a pesar de que aprendí mucho de poesía mientras estudiaba música, a pesar de que las relaciones que estableces con alguien con quien has tocado son muy profundas. La pregunta más importante tenía que ver con la necesidad interior, ¿en realidad debía, podía expresarme a través de la música? ¿Encontraba en mi manera de hacerlo toda la libertad que requería? Cuando me di cuenta de que era posible para mí sobrevivir escuchando activamente un cuarteto de Ligeti, un concierto de Mozart, un disco entero de Dylan o Tom Waits, una cantata de Bach o una larga y compleja improvisación de Charlie Mingus, sabía que había llegado a una respuesta, lo sabía por dentro, aunque me doliera. Lógicamente, me pregunté lo mismo sobre la poesía e incluso me puse a prueba. Imposible. Todo lo que sé en esta vida ha sido a través de la poesía. Para mí no hay supervivencia sin la poesía; es allí donde puedo comunicarme conmigo mismo, con el mundo; la sola posibilidad (y la necesidad) de sentirme en sus cercanías me impide dejar de escribir.”

Sin un programa predeterminado o fácilmente adivinable, el trabajo de Luis —y sé que él no estará de acuerdo en llamarlo “trabajo”— ha ido develando la dirección de sus múltiples trazos palabra por palabra a lo largo de más de cuatro décadas de escritura poética, traducción literaria, labor investigativa, trabajo editorial, difusión musical y, en suma, de ejercicio intelectual.

 

No está de más señalar que, además de sus evidentes aportaciones al enriquecimiento y diversificación de registros del corpus literario de nuestro país con propia escritura, ha entregado a los lectores esa gran antología de total importancia para el estudio y difusión de la tradición literaria de su península natal, los dos míticos volúmenes de Baja California Piedra de Serpiente, Prosa y poesía de los siglos XVII al XX, publicada por el Conaculta en 1993 en la colección Letras de la Republica, que a estas alturas bien merece una justa reedición al alcance de los estudiosos y escritores de las nuevas generaciones. Su entrega y fascinación por los fenómenos culturales y producciones artísticas que surgen de ambos lados de la frontera norte de nuestro país, han entregado a los lectores otros materiales que se han ido volviendo cada vez más codiciados y mejor apreciados, como Connecting lines: new poetry from Mexico, o los títulos que publicara la SEP sobre poesía chicana por recomendación de Luis, cuando trabajaba como editor en esa dependencia.

 

Pero su apasionamiento y sentido de pertenencia van siempre más allá, en tanto suceden, en los casos más deseables, más acá. Así lo cuenta él mismo en una entrevista inédita de 2018, realizada por el poeta Omar Pimienta, y que se encuentra su archivo personal de investigaciones sobre poéticas de esta frontera:

 

“Una vez, entre tijuanenses de tres generaciones (para ser preciso, Haydé Zavala, Guillermo Arreola, Samantha Luna y yo), cada quien con una distinta ciudad en su cabeza, al salir a las luces ambarinas de la calle, bañados por el aire fresco de la noche y por un rumor de música que sonaba a un mix de Prince y The Cure y Los Tucanes & taxis, no sé cómo pero nos encontramos de pronto en un compás de sintonía y entendimiento que, buscando las palabras que no hubo, se podría verbalizar como una pregunta cuya respuesta ya sabíamos: ¿habrá, para nosotros, otro lugar en que, rebasando el caos, la locura, la mugre, se pueda sentir con tanta nitidez la pertenencia? Después de un rato, sólo se me ocurrió susurrar los famosos versos de The Tempest, “We are such stuff / As dreams are made on”. Es ese estado de activación el que echo de menos y que no podría darse en otro lado, pero también entiendo que una constante exposición a él terminaría por opacarlo. Tomarlo desde una perspectiva, es decir, en una relación que pone en la balanza lejanía y proximidad es algo que también lo hace único y que deja suficiente espacio para lo que trae el día a día, que no es poco. Es por eso que también extraño la niebla levantándose de la superficie del mar que, en absoluta calma, recibe las luces de la mañana; el polvo dorado del atardecer en la subida a la Altamira en verano; el oro puro de un buen vaso de cerveza retomando, entre los míos, esa conversación que siempre queda viva.”

 

Mas por ser de amor el lance,

Di un ciego y oscuro salto

San Juan de la Cruz

 

Hace poco, en una conversación, Luis me comentó que se encontraba retomando en un nuevo momento de labor sobre poemas que se han ido erigiendo lenta y pausadamente (como suele pasar con materiales semejantes), como tótems que va esculpiendo el otro lado de la mente y el cuerpo. Frente a la naturaleza de ese proceso, tanto o más enigmático que otros, y ante la irremediable posibilidad de no estar capacitado para llevarlos hasta sus últimas consecuencias, ya fuera por la singularidad del proyecto en relación al resto de su producción o porque, sencillamente, en poesía las cosas son así, me comentó que, por esta vez”—cosa que yo tomé como “por vez primera” dado el nivel de exigencia creadora de este autor”—, se estaba “dando chance”.  Y esto, tratándose de un poeta de la talla de Luis y a estas alturas de su trayectoria, no deja de ser un ejemplo de absoluta humildad ante la tarea de la escritura y la poesía.

 

Para mí, una de las lecciones más bellas que se desprenden de su obra y sus ideas sobre el fenómeno del arte es la apuesta absoluta en la que Luis Cortes Bargalló ha puesto su destino como creador y su entrega al quehacer poético como lance definitivo hacia su propio encuentro a través de la nube del no saber, que es el camino por el que andamos todos. Dan fe las palabras del poema Paréntesis, de su más reciente libro, como una poética abarcadora y vigente:

 

“Hablo de lo que no sé

de lo que no veo de

lo que no seria

esa mi razón

de hablar y

callo

veo siento

y es palparlo

como si supiera:

parto de lo que no

hablo de lo que no sé”.

 

Autor(a)

Enrique Mendoza
Enrique Mendoza
Estudió Comunicación en UABC Campus Tijuana. Premio Estatal de Literatura 2022-2023 en Baja California en la categoría de Periodismo Cultural. Autor del libro “Poetas de frontera. Anécdotas y otros diálogos con poetas tijuanenses nacidos en las décadas de 1940 y 1950”. Periodista cultural en Semanario ZETA de 2004 a la fecha.
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