Inicia el llamado Mes de la Patria, llegan las fiestas para honrar a nuestros héroes. Bien por esa memoria. Con agosto, quedaron los recuerdos de varios festejos. El Aniversario de la Cámara Nacional de Comercio, nos es particularmente entrañable.
Nuestra fugaz presencia de tres años en el edificio de la Av. México y Madero, permitió relacionarnos con hombres muy especiales. El primer contacto con ellos fue responder a un aviso, pues buscaban a quien se encargara de la contabilidad interna de la institución. Ahí vamos a entrevistarnos con el entonces tesorero (inicios de 1971) don César Cázares Trewartha. Finalizar la charla, ya con el ansiado trabajo y la fortuna de un jefe inmediato, respetuoso y sencillo.
El segundo hombre, y con el que por fortuna resultó vecino de oficina, sin la molesta puerta impidiendo el libre paso cada que era necesario consultarlo, fue don Sixto Acevedo Pérez, gerente de la Canaco por muchos años. Hombre trabajador, dinámico, interesado en servir siempre y cuidar de los empleados: sus compañeros, nunca sus subalternos. Y por supuesto, atento de que “sus jefes” (presidente y todos los directivos) actuaran, cumpliendo siempre los estatutos.
Don Sixto, originario de Oaxaca, había llegado a Tijuana muchos años atrás, para fortuna de esta ciudad, pues en su calidad de gerente de Canaco recibía a infinidad de personas que, de paso por la ciudad, se acercaban a la institución para buscar ayuda. Entre tantas virtudes de hombre bueno, estaba una inquietud por servir a quien lo necesitara. Era efectivo, exitoso y siempre daba respuestas a propios y extraños.
La posición privilegiada de Don Sixto Acevedo en Canaco, le permitía llevar las riendas de la institución y responder a las inquietudes de los directivos. En aquel entonces parecía que eran muchos; ahora, al ver el directorio, resalta la enorme cantidad de hombres y mujeres (ahora sí integradas, aunque no en la cantidad que se merecen). Entre tantas anécdotas del flamante gerente, recordamos una que sirve de ejemplo para acercarse a la personalidad de este gran hombre:
Un día se estacionó frente al edificio -donde ahora está un Museo de Cera- un autobús repleto de estudiantes del Politécnico Nacional. En tanto la muchachada se bajó a estirar piernas, el maestro encargado llegó preguntando por don Sixto, con el que ya había tenido comunicación telefónica desde México.
Ninguno de los estudiantes traía pasaporte y el plan era visitar Los Ángeles. Pidió que su secretaria lo comunicara con el jefe de la oficina en San Ysidro, al que días antes le había solicitado que les permitiera pasar a los muchachos, con solo presentar su identificación de estudiantes.
Una hora después, don Sixto recibió la llamada de que ya estaban en California, sin ningún problema. Así nos acostumbró, a servir en lo posible; recordando que Canaco estaba para atender a sus cientos de agremiados, sin descuidar el trato con la comunidad. Celebramos que en su nuevo edificio Canaco tenga en su entrada principal un busto de Don Sixto Acevedo, que tan bien sirvió a esa casi centenaria institución.
Nota 1. El Insabi no le llega ni a los talones al Seguro Popular.
Nota 2. ¿Actuó correctamente la titular de Protección Civil, en el caso de los mineros de Coahuila?
Nota 3. Insaciable en los gastos la Refinería Dos Bocas.
Luz Elena Picos es directora de Red Social de Tijuana.
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