Esta semana mis alumnos me entrevistaron en su programa de radio Cartelera. Durante dicho ejercicio, conversamos sobre el contexto, características y mensajes de la película “La dictadura perfecta”, la cual fue estrenada en 2014, casi como una secuencia de “La ley de Herodes” (1999), “Un mundo maravilloso” (2006), y “El infierno” (2010). Todas protagonizadas por el actor Damián Alcázar, acompañado por un reparto bastante similar en los cuatro filmes.
Se trata de una serie de producciones con duras críticas hacia los gobiernos del PRI y del PAN, entre 1946 y 2018. Me hubiera encantado que este cine de protesta continuara con un proyecto acerca del gobierno actual; sin embargo, la subjetividad de Alcázar (dada su obcecada simpatía hacia el Presidente) eclipsó su talento. ¡Lástima!
Durante el encuentro radiofónico con mis estudiantes, por cuestiones de tiempo, no pudimos profundizar en algunos puntos sobre la dictadura perfecta, ese término que fue acuñado por Mario Vargas Llosa cuando aseguró que México es “la dictadura camuflada, de tal modo que puede parecer no ser una dictadura, pero tiene, de hecho, si uno escarba, todas las características de la dictadura”.
Cabe precisar que el escritor peruano-español, ganador del Premio Nobel de Literatura 2010, nunca lo relacionó con los medios de comunicación, menos con las redes sociales. Por ello, lo dije en cabina y lo reitero: la película debió llamarse “La caja china”, dado que esta es una estrategia que, además de distraer, aspira a sensibilizar al público mediante un suceso que tiene seguimiento de cierta temporalidad (no es fugaz), atrapándolo mediante las emociones. A lo largo del tiempo han existido otras “cajas chinas”: el chupacabras, los mineros atrapados y los pescadores náufragos que sobrevivieron gracias al canibalismo.
De hecho, a lo largo de la película se observa la aplicación de la “caja china” en dos momentos: primero, al minimizar la impertinente declaración de Sergio Mayer ataviado como presidente, echando mano de videos comprometedores del gobernador Vargas (encarnado por Damián Alcázar). Mientras, a su vez, Carmelo Vargas acude a la televisora para que le ayude a enfrentar la crisis que ellos mismos crearon. Así que, partiendo de un “lapsus brutus”, la magia de la televisión convirtió a un corrupto gobernador en presidente. Queda demostrado que, en ciertas ocasiones, la ficción supera a la realidad, y en otras, la retrata idénticamente.
Lo bueno de la película es el hecho de que se estrenara durante el gobierno de Peña Nieto, aún y cuando se hace una clara referencia hacia él, lo cual nos da una muestra de avance contra la censura. Lo malo es que siguen generando una percepción negativa sobre la política, que sigue decepcionando y alejando a la sociedad. Lo peor es que se opongan a mostrar cómo, desde hace cuatro años, la “caja china” ha evolucionado inconmensurablemente, transformándose en “La matraca tabasqueña”, por aquello de ser paisana de su creador (AMLO) y tan ruidosa que aturde, distrae y desasosiega. En síntesis: mucho ruido y pocas nueces.
En temas más decorosos, el Instituto Nacional de Administración Pública realizó la ceremonia de entrega de medallas al mérito administrativo para distinguir a Carmen Moreno Toscano, Ifigenia Martha Martínez y Héctor Uriel Mayagoitia. Previamente, el INAP incorporó como asociados honorarios a Diego Valadés, José Ángel Gurría, Alicia Bárcena, Dulce María Sauri, Leonel Godoy y Sergio García Ramírez. Además, celebrará un encuentro nacional de consultores con la finalidad de seguir fortaleciendo la profesionalización del ejercicio público, en la cual habremos de participar para seguir trabajando por la dignificación de la política. ¡Enhorabuena!
Post scriptum: “Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace”, frase popular.
Atentamente,
Francisco Ruiz, doctor en Derecho Electoral y asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).
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