— Una pregunta, Padre. ¡Hic!
“A ver, hijo, dime”.
— ¡Hic! ¿Los borrachos vamos al infierno? ¡Hic! O vienen a recogernos… ¡hic!
Autor: Un sobrio.
El cuento del sapo encantado
Había una vez dos bellísimas doncellas paseando por los alrededores de su castillo. De pronto, una de ellas escuchó una tímida voz que gritaba:
“¡Eeeh! ¡Mira aquí abajo!”.
Las doncellas miraron y vieron un pequeño sapo a la orilla del foso. Éste les dijo:
“¡Hola! En realidad, soy un cantante, pero un genio malvado me ha convertido en sapo. Si una de ustedes me besa, volveré a ser cantante y viviremos felices para siempre”.
Entonces, la más bella de las dos lo tomó con la mano y se lo metió en el bolsillo. La otra le pregunta:
— ¿No vas a besarlo?
“¿Bromeas? ¡Puedes ganar mucho más dinero con un sapo que habla, que con un cantante!”.
Autor: Una sugar baby.
Amigo investigador
Un hombre dice a su amigo:
“¿Te puedo pedir un favor? Voy de viaje por tres meses y me gustaría que vigilaras de cerca a mi mujer, es que no me fío de ella… Avísame cuando notes algo anormal”.
Al cabo de quince días, le escribe pidiéndole que regrese y le avisa:
— Desde que te fuiste, el hijo del panadero va a tu casa todas las noches y sale al día siguiente.
“¿Y me avisas ahora?”.
— Me pediste que te avisara cuando notara algo anormal, ¿no? Bueno, ¡pues anoche no fue!
Autor: Ex amigo.
Metida de pata
En una boda, un hombre exclama:
“¡Mira que es fea la novia!”.
Entonces se escucha una voz:
— Pero ¡cómo se atreve, es mi hija!
“Perdone, no sabía que usted fuera el padre”.
—¡Soy su madre, idiota!
Autor: Prudencio.
Caperucita Roja con final alternativo
Caperucita Roja fue a visitar a su Abuelita sin saber que el Lobo ya había dado buena cuenta de ella.
— Abuelita, qué ojos tan grandes tienes.
“Para verte mejor”.
Nuevamente Caperucita la mira y dice:
— Abuelita, qué orejas tan grandes tienes.
“Para escucharte mejor”.
Caperucita insiste:
— Abuelita, qué nariz tan grande tienes.
“Es para olerte mejor”.
Caperucita vuelve a la carga:
— Abuelita, qué boca tan grande tienes.
“A ver, ¿a qué viniste? ¿A visitarme, o a criticarme?”.
Autor: El Lobo.
Los disparos de un loco
Un loco que habitaba en el sexto piso de un edificio tenía desconcertado a un señor porque cada vez que pasaba rumbo a su trabajo, el chiflado le apuntaba
con la mano en forma de pistola y le disparaba desde la ventana.
Llegó el día en que el tipo decide seguirle el juego al loco: apunta con la mano y le dispara al chalado que se asomaba desde la ventana; éste se lleva las manos al pecho, se desploma y cae a la calle.
El hombre, sorprendido, corre a auxiliarlo.
El loco moribundo lo mira y le dice:
– Yo nunca te disparé al cuerpo.
Autor: Un psicólogo.
Loro peligroso
Un cartero entra a una casa y encuentra un cartel que dice “Cuidado con el loro”.
El cartero hace caso omiso y continúa caminando, encuentra otro cartel que dice “No moleste al loro”.
Algo asustado, el cartero abre la puerta y ve un lorito pequeño y viejo con un cartel que dice
“Loro peligroso”.
Riéndose, el cartero riéndose toca la jaula para saludar al lorito, éste mira hacia abajo y ordena a su perro:
“Dogo, ¡ataca!”.
Autor: Un veterinario.
Mal negocio
— ¿Qué te pasa, hombre, que te veo tan preocupado?
“Nada, tío, que mi negocio no funciona”.
— ¿Pusiste letreros?
“Los más caros”.
— ¿Pusiste ofertas?
“Imposibles de igualar”.
— ¿Publicidad?
“También”.
— Entonces, ¿qué pudo fallar? Déjame echar un vistazo. Letreros, publicidad, ofertas… Si serás idiota… ¡Que no es con C, sastrería se escribe con S!”.
Autor: Autor de publicaciones en Facebook.