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jueves, noviembre 21, 2024
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Alfredo Zavala, el piloto olvidado por México y EU

Como si solo se tratara del secuestro y muerte del agente de la DEA, Enrique Camarena, el recuerdo del capitán aviador mexicano Alfredo Zavala Avelar sigue a la sombra del olvido. Sus deudos, a quienes les fue arrebatado su destino y forma de vida, siguen esperando justicia con el pago de la reparación del daño. Ni siquiera son reconocidos en el registro de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) que de 2018 hasta junio de 2022 ha pagado casi tres mil 400 millones de pesos en indemnizaciones

 

 

A más de 37 años de ocurrida la tragedia que creó un conflicto diplomático entre Estados Unidos de América y México por el secuestro y homicidio de un agente antidrogas norteamericano, un personaje relevante en el mismo caso, que también fue privado de su libertad, torturado y asesinado por narcotraficantes del Cártel de Guadalajara, permanece al margen de los lauros y reconocimiento de héroe, que su país brindó a Enrique Camarena Salazar.

Se trata del piloto mexicano, capitán Alfredo Zavala Avelar, un militar pensionado que cursó estudios superiores en materia de aviación y era empleado de la extinta Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH), donde tuvo un desempeñó sobresaliente como Jefe de Servicios Federales, cargo que tenía por lo menos desde el 16 de julio de 1975 hasta el día que fue secuestrado, el 7 de febrero de 1985 y posteriormente asesinado.

El capitán Zavala cumpliría 58 años de edad en mayo de esa anualidad, había servido con gallardía a las Fuerzas Armadas, sufriendo incluso algunas lesiones en la pierna derecha, en la región lumbar y perdiendo algunas piezas molares durante la práctica del paracaidismo, con motivo de su profesión de piloto aviador. Su desempeño en las tareas militares fue intachable hasta que llegó el proceso de la pensión y surgió la oportunidad de seguir laborando para el gobierno federal.

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Casado, padre de cinco hijos, cuatro de ellos varones y una mujer, el piloto se entregó a la SARH, en la Delegación Jalisco, donde su actividad principal consistía en el traslado de los funcionarios de esa secretaría a diversos puntos geográficos del país. Acostumbraba tripular una avioneta Cessna con capacidad de seis plazas, de colores verde y blanco, propiedad de la dependencia federal, que en ese entonces era encabezada en la entidad por el delegado Carlos Manuel Castaños Martínez.

El 6 de febrero de 1985, el capitán Alfredo Zavala Avelar fue comisionado para trasladar vía aérea a Durango, Durango, al director general de auditoria de la SARH, Jorge Sanz Ibarra, con la encomienda de reportar su regreso a Guadalajara. En Durango, el capitán se encontró en el hotel donde se hospedó al esposo de la secretaria particular del delegado Castaños, al que ofreció un raite en el vuelo a Guadalajara el 7 de febrero.

·         El secuestro

Aproximadamente a las 16:30 horas de la fecha, la secretaria del delegado de la SARH acudió por su marido al aeropuerto de Guadalajara a bordo de un automóvil Renault modelo 1981, propiedad de la dependencia, situación que aprovechó el piloto para acercarse a la ciudad, pues sus domicilios quedaban por el rumbo. Sin embargo, cuando circulaban sobre la carretera de Chapala hacia la Perla Tapatía, fueron interceptados por un vehículo Galaxie, modelo 1975, de color café, sin placas.

Sujetos armados, cubiertos del rostro con pasamontañas, amenazaron a los viajeros del Renault con metralletas y preguntaron quién era el piloto Alfredo Zavala, a lo que el militar que iba en el asiento trasero respondió que él, y fue obligado a bajar del auto para subirlo en el otro vehículo. Así se lo llevaron privado de la libertad, sin que los plagiarios se dieran cuenta de que el capitán se deshizo de las llaves de su casa en el automotor de la secretaria pensando en poner a salvo a su familia.

La esposa e hijos de Zavala Avelar le esperaron en vano en su casa, pues nunca regresó. Fue hasta el día siguiente, cuando la viuda llamó, primero a un mecánico del aeropuerto, y después a la secretaria del delegado, para enterarse por esta última del secuestro ocurrido aproximadamente un kilómetro del aeropuerto. La vida de la familia se derrumbó, el mayor de los cinco hijos apenas contaba con 23 años de edad. Fue el segundo de los vástagos, de 22 años, quien formuló la denuncia ante la Procuraduría General de Justicia de Jalisco el 8 de febrero.

El joven Zavala sabía que su padre tenía una relación de trabajo espontánea y esporádica con el agente de la Drugs Enforcement Agency (DEA), Enrique Camarena Salazar, a quien llamó al Consulado de Estados Unidos de América, pero su secretaria respondió que no estaba en la oficina y le comunicó con su jefe inmediato James Kuykendall, quien le dijo “que no se preocupara, que ellos iban a tratar de encontrarlo”, sin comunicarle que su agente también fue secuestrado.

Con el paso de los días el sufrimiento de la familia del piloto aumentó al enterarse de la desaparición de Enrique Camarena y de la autoría en los hechos de un grupo de narcotraficantes encabezados por Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo. Los líderes del que después sería llamado el Cártel de Guadalajara, resultaron afectados en sus intereses con la información que Estados Unidos proporcionó a las autoridades mexicanas para que les destruyeran una serie de plantíos de marihuana en 1984 en los estados de Jalisco y Chihuahua.

Con motivo de sus comisiones como piloto, Alfredo Zavala Avelar volaba su aeronave por los cielos de la región Occidente del país, como Jalisco, Colima, Nayarit y Zacatecas, pero también surcó los aires sobre estados como Sinaloa, Durango y Chihuahua, dándose cuenta de que existían sembradíos de marihuana y amapola, además de la existencia de pistas clandestinas, información que proporcionaba al agente Enrique Camarena para los fines de la Campaña contra el Narcotráfico.

·         La identificación

Al conocerse y ser denunciada la desaparición tanto del detective norteamericano como del piloto federal, la presión de autoridades mexicanas para localizar sobre todo a su agente, fue políticamente asfixiante, lo que llevo a la Procuraduría General de la Republica a realizar una búsqueda en Jalisco y Michoacán, última entidad donde una denuncia anónima les alerto sobre la localización de dos cadáveres en el municipio de Vista Hermosa de Negrete el 5 de marzo de ese 1985. Se trataba de los cuerpos de Zavala y Camarena, “sembrados” a un costado de una carretera a Zamora.

Los cuerpos presentaban un avanzado estado de descomposición, uno de ellos dentro de una bolsa de polietileno, y el otro cubierto por encima con una bolsa similar, entre matorrales. Las prendas que llevaban eran calzoncillos y camiseta. Ambas víctimas, policontundidas en el cuerpo, presentaban ataduras, hundimiento craneal, y una de ellas, lesiones en el recto. Sus ejecutores les introdujeron trozos de tela en la boca, les obstruyeron las vías respiratorias con cinta adhesiva y les provocaron asfixia por sofocación.

La identificación del cuerpo del piloto Alfredo Zavala, del que señalan algunos testigos presentaba un impacto de bala, fue muy dolorosa para sus deudos. La persona que reconoció el cadáver proporcionó información de las cirugías quirúrgicas que tuvo el capitán en la rodilla derecha y en la región lumbar, mismas que se corroboraron con las cicatrices. Además fue aportada la prótesis que la familia conservaba para cubrir la falta de diferentes piezas dentales en los maxilares superior e inferior.

También sirvió para efectos de identificación la ropa recabada por el Ministerio Público de la División de Homicidios Intencionales, y que el capitán Zavala Avelar vestía el día que salió de su casa para viajar a Durango, consistente en una camisa para caballero, de tela tipo nylon, con marca de procedencia extranjera, estampada con estrellas de diferentes colores. Reconocieron una sudadera de algodón acojinada con resortes en los puños y un pantalón. La familia entrego dos fotografías y una credencial de la SARH de la víctima.

El hijo, que declaró ante un fiscal, reiteró los datos de la colaboración de su padre con la agencia antidrogas estadounidense y Enrique Camarena, pero además señaló que el piloto le comentaba que el teléfono de su casa, un modesto departamento que rentaba desde 1961 en céntrica zona de Guadalajara, estaba “intervenido”. Dos meses antes, el capitán dijo a sus hijos que un sujeto, en un hangar contiguo a donde resguardaba la avioneta a su cargo, expresó en voz alta “que se cuidaran aquellas personas que se estuvieran entrometiendo en sus asuntos particulares o hablando de ellos, porque en el futuro se arrepentirían”, mismo individuo que en otra ocasión realizo maniobras amenazantes con una camioneta muy cerca del ahora fallecido.

Después, en las investigaciones del caso, se conocería que a Alfredo Zavala Avelar lo trasladaron a la misma casa de la calle de Lope de Vega, en Guadalajara, en donde estaba privado de la libertad el agente Enrique Camarena, solo que al piloto lo mantuvieron dentro de un cuarto de servicio del inmueble cerca del jardín, maniatado, con los ojos vendados, sentado en el piso y con la espalda recargada en la pared, mientras al estadounidense lo tuvieron en una recamara sobre una cama. Ahí les torturaron y asesinaron.

Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo ordenaron el plagio del capitán Zavala, ya que consideraban que la información proporcionada a Enrique Camarena, provocó que se destruyeran los plantíos de marihuana de la comunidad agrícola de El Búfalo, en Chihuahua, en noviembre de 1984, lo que ocasionó que los narcotraficantes sufrieran un considerable detrimento económico de varios millones de dólares.

·         Sobrevivencia

Con el tiempo se logró aclarar lo ocurrido, aunque muchos políticos que presuntamente estaban involucrados con los narcotraficantes Caro Quintero, Fonseca Carrillo y Miguel Félix Gallardo, nunca fueron llamados a cuentas, a pesar de que sus nombres obran en los expedientes del lado norteamericano, como el de Manuel Bartlett Díaz, que era secretario de Gobernación en la época de los hechos y ha sobrevivido políticamente hasta nuestros días, ahora como director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

Los tres capos señalados y decenas de sus colaboradores, entre ellos ex elementos de la entonces denominada Policía Judicial del Estado de Jalisco, de la Policía Judicial Federal de la PGR y de la extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS), pisaron la cárcel. Caro, Fonseca y Félix, de una manera “accidentada” judicialmente, cuentan con sentencias de 40 años de prisión y también fueron condenados a pagar por concepto de reparación del daño, en forma solidaria y mancomunada, la cantidad de 20 millones 810 mil 004 pesos con 80 centavos, en favor de los deudos de Zavala y Camarena.

La mitad de esa suma de dinero es para los familiares del piloto aviador, cuya esposa, mujer que con muchos esfuerzos sacó adelante a sus hijos, murió hace aproximadamente tres años sin ver la justicia. Reparación del daño que no se ha hecho efectiva, a pesar de que en 2018 el juez de la causa quiso ejecutar, a través de la Secretaría de Hacienda, en contra del narcotraficante Félix Gallardo, quien entre recursos legales ha evitado su cobro. A los hijos del agente Camarena parece no importarles el tema.

El derecho humano de la indemnización como compensación por los daños ocasionados a las victimas indirectas, en este caso, los deudos de Zavala, no se ha materializado. Ni siquiera han sido reconocidos en el registro de la Comisión de Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), que del 1 de enero de 2018 al 30 de junio de 2022 ha entregado montos económicos como reparación del daño a víctimas de algún delito por casi 3 mil 400 millones de pesos, según datos proporcionados por el director de Recursos de Ayuda, de ese organismo, Carlos Ezequiel Medrano Barriga.

De acuerdo con estándares internacionales, las autoridades están obligadas a velar por brindar atención inmediata en especial en materias de salud, educación y asistencia social de las víctimas, lo que no ha sucedido con la familia del capitán Alfredo Zavala Avelar, a quienes la tragedia les cambió el destino y forma de vida, ignorados por las autoridades estadounidenses a quienes prestó riesgosos servicios de información, y por las autoridades mexicanas, que nunca le han reconocido como el héroe que fue el piloto de la SARH.
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Autor(a)

Luis Carlos Sáinz
Luis Carlos Sáinz
Reportero desde 1989 en W Radio, Promomedios Radio, TV Azteca, Canal Ocho, Grupo ACIR, Ocho Columnas, Associated Press y ZETA; Consejero Editorial en Mural 2010-2011. Autor del libro Rejas Rotas.
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