Todos los miserables cuervos de la burguesía graznan en el mismo tenor. Culpan, todos ellos, a los “traficantes de indocumentados”. Siempre en estos casos los guías de personas que tratan de internarse en Estados Unidos para ir a ofrecer su fuerza de trabajo son usados como cabeza de turco.
Esa es una mentira del tamaño de una montaña. Las caravanas de migrantes sudamericanos, antillanos y centroamericanos desmienten esta mentira de la burguesía. El proletariado latinoamericano con guía o sin guía, a pie o pidiendo aventones, va a tratar de escapar del infierno de miseria y hambre que impera en sus respectivos países.
Escuchemos lo que recientemente afirmó el actual cabecilla de la Casa Blanca, Joe Biden: “Horripilante y desgarrador. Esta calamidad fue provocada por contrabandistas que explotan a los indocumentados sin respeto por sus vidas”. Qué tal. El imperialismo se lava las manos. Ellos -que lo sepa el mundo entero- no son culpables de la “calamidad” que prevalece en Latinoamérica.
Ahí tenemos al representante del imperialismo yankee, “compadecido” por los migrantes masacrados. Repugnante demagogia. Pura miserable hipocresía.
La reciente masacre de migrantes, la mayoría mexicanos, ocurrida el pasado 28 de junio en San Antonio, Texas, no es una “tragedia”, como la han calificado los portavoces de la burguesía. Ha sido un espantoso crimen perpetrado por el capitalismo.
Los verdaderos culpables de la miseria y de la pobreza, del desempleo y del hambre, están “tras las sórdidas paredes de la Casa Blanca”, como decía el patriota nicaragüense César Augusto Sandino.
Ellos han saqueados por décadas las patrias latinoamericanas, han impuesto dictadorzuelos feroces (de “izquierda” y de derecha) y han creado una Latinoamérica sumisa a los dictados de Wall Street.
Las migajas -“apoyos”- que el régimen morenista de López Obrador presumió que iban a ser la panacea universal para arraigar a los trabajadores en sus respectivos, pueblos han sido inservibles para detener la emigración.
Las migajas no son más que aspirinas para el cáncer. No erradican la pobreza ni el hambre del obrero.
Nuestros lectores han de recordar que AMLO, cuando era candidato a la presidencia, afirmaba en la plaza pública que su régimen convertiría a México en un país del primer mundo y que muchos trabajadores mexicanos ya no tendrían que aventurarse a emigrar a Estados Unidos en busca de trabajo. Su verborrea demagógica llegó al extremo de asegurar que muchos mexicanos que estaban en EEUU regresarían porque durante su gobierno habría trabajos en abundancia y altos salarios.
AMLO, como fiel lacayo del imperialismo, une su voz a la de su actual amo, Biden, y culpa de la susodicha “tragedia” a los guías de migrantes y a la “falta de control” en la frontera.
¿Se le podría llamar “falta de control de la frontera”, como dice AMLO, al muro de militares de la Guardia Nazional que hostigan, reprimen y asesinan a los migrantes en la frontera sur, México-Guatemala? ¿Podría asegurar alguien en su sano juicio que en la frontera norte, México-EEUU, existe “falta de control”? ¿Acaso no es visible el recio muro metálico y los centenares de agentes de la migra, apoyados por rangers y ku klux klanes, que como perros rabiosos arremeten contra los migrantes?
Lo que en realidad existe son masas miserables y desesperadas en busca de pan. Y para unas masas proletarias que no tienen nada que perder no hay muros, ni militares, ni policías que las detengan.
La emigración no es causa sino efecto. La causa es el sistema capitalista. El desempleo, la miseria y el hambre son lacras que le son consubstanciales a este sistema injusto y criminal.
Las lágrimas de la burguesía y de sus testaferros por la “tragedia” de los migrantes, no son más que lágrimas de cocodrilo. Detestable hipocresía de miserables farsantes.
Atentamente,
Javier Antuna
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