Encontrarse con sus ojos
a Dios del Cielo le pedía
cuando salía de su casa
y a la escuela se dirigía.
La niña de pelo bonito
se anidó en su corazón
y él vivía para adorarla,
pues le causaba ilusión.
De regreso por la tarde,
vestido se tiraba al lago
con ella en el pensamiento,
y en el agua la seguía mirando.
Él vivía para admirarla
y un regalo el mirar sus ojos,
que ella, esquiva, le escondía,
mas no así sus labios rojos.
Un día tuvo que marcharse
por el viejo y curveado camino,
pues se lo llevaron sus padres,
cambiando así su destino.
Día y noche pensaba en ella
y hasta en sueños le platicaba;
le rogaba que no sufriera,
pues dulce amor le profesaba.
Los años fueron desfilando
y otra mujer llegó a su vida;
la niña guardó en su pecho,
pues era su rosa de Castilla.
La cubrió con una caracola,
protegida como una perla,
para que nadie le hiciera daño
y en el corazón poder tenerla.
Lourdes P. Cabral.
San Diego California.