Se podía pescar; había patos canadienses, pájaros carpinteros, cenzontles, canarios, gorriones, águilas, halcones, garzas, cangrejos; con tu familia y amigos, podrías hacer un día de campo en su bosque; y aún más, se podía beber el agua limpia que corría por sus arenas, vegetación, árboles y rocas…
En los años 80 y antes eran tiempos que no había la actual densidad de asentamientos humanos irregulares, invasiones toleradas por el gobierno, que la industria y ciudad no crecía amenazante y que no se asentaban las industrias maquiladoras en sus cercanías. Eran tiempo en que no se tiraban miles de desechables, muebles, llantas, plásticos, basura de toda clase; que en las últimas décadas se convirtió en cementerio de víctimas de la violencia que vive esta frontera, producto de la delincuencia y criminalidad, que no cede mientras no se solucione a fondo adicciones y narcotráfico.
Durante un recorrido por el arroyo del Alamar, se toma conciencia de las graves consecuencias de la pobreza extrema, de ausencia de capacitación técnica, educación, ingresos, conciencia, de políticas públicas ambientales responsables, problemáticas también causadas por sus propios habitantes, que contribuyen a deteriorar implacablemente el ambiente.
El Alamar proviene del Río Cottonwood Creek, de San Diego, y se convierte en Río Tecate; serpenteando, entra y sale del territorio norteamericano. Finalmente a lo largo de 10 kilómetros se une al cauce de la cuenca de la presa Abelardo L. Rodríguez, a la altura del Conalep, y desemboca en la bahía de San Diego.
Por lo que es un tema de interés y afectación binacional: en Tijuana está situado en el vértice del bulevar 2000 y la salida a Tecate por Mesa de Otay; es un bosque que se ha convertido en un vertedero contranatural de basura y un latigazo que debe despertar un salvamento urgente de uno de los pocos pulmones de Tijuana.
Son asentamientos y empresas irregulares que desde 1970 han invadido terrenos federales a ciencia y paciencia -o negligencia- de las autoridades de los tres niveles de gobierno: Semarnat federal, estatal y la responsabilidad municipal.
Pese a estar advertidos por organizaciones ambientales locales y binacionales a preservar este espacio natural, no hay atención a este problema. El menguado bosque que sobrevive, arbolado, resiste estoico la contaminación con su riqueza de flora y fauna, que sufre el grave deterioro y cuya diversidad ha sido degradada por los desechos de industrias maquiladoras y la agresión de la misma población.
Alarma el desorden urbano de la zona y las sucesivas invasiones de migrantes en condiciones precarias y las derivaciones de aguas negras de los pobladores adyacentes. Además, hay un par de “fraccionamientos” en pleno cauce sur de arroyo en terreno arenoso (asentamientos irregulares), sobre su lecho natural, conocido como Riberas del Bosque y el Pedregal; mismos que representan un peligro para sus habitantes, al carecer de aluviones en lluvias extraordinarias donde peligran vidas humanas. La falta de drenaje es causa de enfermedades respiratorias y gastrointestinales, un foco de patologías no solo de la zona, sino de la ciudad, que los vientos llevan a zonas comerciales y residenciales.
A pesar de la ilegal invasión a terrenos federales, del alto riesgo de estos asentamientos y los desechos cotidianos, se invisibiliza el problema; las autoridades solo planea avenidas, calles, fraccionamientos, zonas comerciales, pero no contemplan el ambiente “olvidando”, invertir en sistemas de drenaje profundo y plantas de tratamiento de aguas negras para el riego de nuevas áreas verdes estratégicas… a pesar de estas obviedades, y con la gestión inmoral que viola las leyes vigentes y agrede el sentido común, salud e inteligencia social.
Los desarrolladores obtienen permisos de construcción de asentamientos en riesgo. La irresponsabilidad de las autoridades municipales de desarrollo urbano, las autoridades estatales y la federación “esconden” graves irregularidades, conocido como fraccionamientos Riberas del Bosque y Pontevedra. Ahí solo deberían construirse bosques, recreativas, deportivas, no lucrar con vivienda de alto riesgo en pleno lecho del río.
¿Cómo revertir este daño ecológico? El cauce del Arroyo del Alamar demanda:
1.- La declaración de área protegida por los tres niveles de Gobierno;
2.- Exhaustivo saneamiento de basura;
3.- Llegar al corazón de ciudadanos con su conciencia de participación de atenciones a pulmones naturales, colapsada en sus ecosistemas y vialidades; y
4.- Revitalización como bosque natural de biodiversidad dando Vida a la cuenca del Río Tijuana.
Cada día respiramos peor calidad de aire, en parte por la contaminación de aguas negras y la carencia del 90% áreas verdes y desvíos (ineficiencia y corrupción); falta de recursos para la vida en una ciudad desbordada, aún carente de gobiernos con sana voluntad sociopolítica y ambiental.
M.C. Héctor Ramón González Cuéllar es académico del Instituto Tecnológico de Tijuana.
Correo electrónico: profe.hector.itt@gmail.com