“Dame entonces las palabras del silencio, las palabras que viajan de la cabeza al corazón, de ida y vuelta […] son palabras secretas, sinceras, verdaderas, palabras de ellas, y ahora mías, y tuyas, y de quien lee y leyendo las libera de la prisión de la tinta y el papel”.
-Beatrice Masini, Voces griegas.
Van más de 40 años que el Semanario ZETA mantiene su sección de “Cartaz” enviadas por sus lectores. Aún en la actualidad, y a pesar de que es posible enviar estas colaboraciones voluntarias por medio de un email (para publicarse tanto en la versión impresa como en su portal en línea), hay muchos que continúan entintando hojas con los temas y composiciones más diversas:
Poemas a ciudades y amores, peticiones, reclamos a la sociedad, anuncios, promociones de eventos, felicitaciones, pésames, derechos de réplica y más ha sido publicado en este medio periodístico, incluyendo a los casi extintos faxes, como uno que se recibiera en 2019, proveniente de Tamaulipas, y que luego formaría parte del archivo de “Huellaz”.
Cuándo habría creído ser partícipe de este ritual epistolar cuyo origen data de siglos, y que en la actualidad permea con tecleos frente a una computadora, tablet o smartphone.
Las cartas tienen un sentido poderoso, en la labor periodística es notable conforme pasan las transcripciones; mientras se copian, pegan y confirman datos digitales; o al también redactar cartas esporádicamente para que lleguen a las oficinas del ZETA, y contactarse de alguna manera con la puerta noroeste del país, quien lleva en su ser muchas testigos de estas historias y recuerdos de la frontera: voces que “avanzan todas juntas, bellas, cansadas, jóvenes, viejas, pensativas, libres hasta hacernos llorar, sonreír, hasta lastimarnos y también hacer dichoso nuestro corazón; libres de existir en nuestro ojos, en la cabeza, en los oídos que escuchan sus palabras”…Voces que son libres como el viento.
Atentamente,
Andrea López González.
Tijuana, B.C.