Los mexicanos debemos sentirnos orgullosos del papel que hoy juega nuestro país en el concierto de las naciones. El respeto, la admiración y prestigio que se ha ganado la política exterior mexicana en el mundo, no se generó espontáneamente; es fruto de siglos de aprendizaje y experiencias adquiridas por nuestro pueblo debido a las múltiples intervenciones extranjeras, que han costado sangre, sudor y lágrimas. Por lo mismo, están enraizadas en nuestra conciencia colectiva y constituyen hoy el espíritu de las leyes que nos relacionan con el mundo, así como un escudo legal ante los intereses de las potencias.
En la coyuntura política actual, no deja de ser sorprendente la posición del Presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador respecto al conflicto ruso-ucraniano, claramente opuesta a la política de los Estados Unidos (EU) y de la Unión Europea (UE). “¿Cómo es posible tan temeraria actitud?”, dicen algunos. “¿Acaso se está comprando pleitos ajenos y metiéndose en problemas con Biden?”, dicen otros. ¡Está poniendo en peligro a México! ¡Los rusos son comunistas y asesinos invasores! ¿Qué AMLO no pregona abrazos y no balazos?
El gobierno mexicano se posiciona como país independiente y soberano, recuperando la dignidad y el honor de su política exterior, que había sido vergonzosamente utilizada como mecanismo para negocios corruptos contrarios al interés nacional. Recupera fielmente lo mejor de la tradición diplomática y practica hoy el apotegma de Benito Juárez: “entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, y se apoya en la llamada Doctrina Mexicana o Doctrina Estrada y en el mandato del Artículo 89 fracción X de la Constitución Política Mexicana, que establece los principios bajo los cuales el jefe de Estado debe conducir las relaciones internacionales de México:
“…el Ejecutivo observará los siguientes principios normativos: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de las controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales”.
La posición mexicana en el conflicto ruso-ucraniano se basa en esta doctrina y actúa en consecuencia cuando el Presidente no cancela los vuelos de las aeronaves rusas ni las ucranianas, cuando no cancela las agencias de noticias RT o Sputnik y cuando no rompe relaciones con estos países. No interviniendo en los asuntos internos de estos países que son jurídicamente iguales, conforme al derecho internacional, son tratados de igual a igual.
Sin embargo, vemos que en los medios masivos de comunicación occidentales se atribuye a la Federación Rusa la responsabilidad del conflicto y “olvidan” que este inició en el año 2014 cuando un grupo neofascista derrocó al presidente legítimo de Ucrania, Víctor Yanukovich, e inmediatamente iniciaron los bombardeos a las repúblicas independientes de Donetsk y Lugansk en la región del Donbass. Repúblicas que colindan con Rusia y cuyos habitantes son mayoritariamente rusoparlantes, lo que hace de esta región de vital importancia para la seguridad de Rusia. Durante los ocho años que duraron los bombardeos de Kiev a Donetsk y a Lugansk, antes de la intervención rusa, murieron más de 14,000 personas, entre las cuales había niños y mujeres.
Como en un juego de ajedrez geopolítico, el gobierno de Ucrania, apoyado por los Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea, movió sus piezas e intentó su ingreso a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, para luego instalar armas de destrucción masiva en la misma frontera con Rusia; armas que proporcionarían los Estados Unidos y la Unión Europea. Ya estamos viendo que Alemania está mandando a Ucrania alrededor de 500 millones de dólares en armas.
Los rusos, muy buenos para jugar ajedrez, vieron claramente las intenciones del oponente en el Donbass, y con una jugada maestra, movieron sorpresiva y contundentemente sus piezas; atacaron al Rey, lo hicieron correr en busca de la protección del consejo de seguridad de la ONU y ahora tratan de recuperar posiciones cerrando las cuentas bancarias y los medios rusos de comunicación, y convocando al mundo a boicotear a Rusia, en un intento desesperado para evitar el mate. Por lo pronto, el futuro de la OTAN en Ucrania está en jaque. ¿Quién ganará la partida? Ya veremos.
Atentamente,
Fidel Fuentes, sociólogo, FCPyS de la UNAM.
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