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sábado, octubre 26, 2024
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La vida medio difícil de la viuda en la sociedad moderna

Conzultoría Matrimonial y Familiar

 

 

 

Enviudar repercute positivamente en la salud de la mujer heterosexual, al disminuir su nivel de estrés tras la pérdida del marido. Así lo plantea un estudio publicado en Journal of Women’s Health. Según su autora, Caterina Traviesan, del departamento de Medicina de la Universidad de Padua (Italia), se debe al descargo de las tareas del hogar (que habitualmente recaen sobre la mujer) y al hecho de que, al tener más esperanza de vida, son ellas quienes acaban cuidando a sus maltrechos esposos, por lo que un fatal desenlace “las libera”.

Los datos demuestran que ellas son menos vulnerables a la depresión que los hombres en la viudez, probablemente porque tienen más recursos para salir adelante y son más capaces de compartir sus emociones, cosa que poco hace el hombre. Las viudas de más de 65 años, dice la misma investigación, tienen un 23% menos de probabilidades de presentar problemas de salud que sus homólogas casadas. El estado físico y mental de ellos, sin embargo, cae en picado tras la pérdida de la pareja.

Si bien la mayoría cuenta con una mejor cobertura económica, debido a que trabajan o han trabajado (y en este sentido se constata mayor independencia), a la hora de retomar su vida social, una mujer que ha perdido a su marido encuentra serias dificultades para lograr su propio lugar, en un mundo donde buena parte del rol social parece proporcionarlo el marido.

La incorporación de la mujer al mercado de trabajo supuso uno de los cambios sociales más importantes del siglo XX. Pero siendo realistas, la mayoría de las mujeres ha visto interrumpida su carrera profesional para cuidar de los hijos y del marido, o de otros miembros de la familia. El tiempo dedicado a la formación y a la profesión ha sido menor; los salarios más bajos; el absentismo por motivos familiares mucho más elevado; las posibilidades de promoción menores… y un largo etcétera. Todo ello se resume en haber sacrificado su proyecto profesional para ser el refugio de toda la familia, muchas veces a exigencias del marido.

Apenas hay estadísticas sobre el tema, pero en estos campos las tendencias tienen tanto o más valor. Y estas nos dicen que la viudedad ha cambiado muchísimo: actualmente la mujer tiene más recursos personales, está preparada profesionalmente y, aunque guarde respeto al fallecido toda la vida, puede rehacer la suya, especialmente en relación con la familia.

Antes, quien enviudaba con 30 o 40 años no lo hacía, ni a nivel económico ni sentimental. Esto tiene sus implicaciones porque rehacer la vida con otra persona es más difícil para una mujer que para un hombre.

Algunas de ellas externas a su condición: socialmente es más ignorada por los demás que cuando el rol se lo proporcionaba el marido, dado que nuestra sociedad ha sido eminentemente patriarcal.

Otros obstáculos son los derivados de las actitudes personales. Una mujer soltera que alcanza una edad madura está acostumbrada a vivir por sí misma, sin precisar de la figura protectora del hombre. Pero la cosa cambia en una mujer que ha estado casada veinte o treinta años y ha compartido su vida, sus amistades y su ocio con otra persona. Las mujeres de cierta edad tienen que reconducir sus expectativas, ya que su vida se ha desarrollado fuertemente centrada en la familia.

La caída de la autoestima y la tristeza que se producen como consecuencia de su viudez hace, a su vez, aumentar el aislamiento y la sensación de desamparo, por lo que es peligroso caer atrapada en ese círculo vicioso. En esos momentos en que una mujer puede dedicarse más tiempo y afianzar sus proyectos, surge una especie de «invisibilidad social», encontrando más dificultades de las comunes en gestiones, actos sociales y otros eventos en los que antes participaba junto con su marido.

Hay que buscar estrategias que faciliten la adaptación, el paso de ser socialmente invisible a ser la protagonista de la propia vida. Y no hay que soslayar los celos que causan a sus conocidas por temor a que sus maridos las quieran conquistar por el desamparo que creen se encuentran.

 

El Licenciado Roberto Bautista es terapeuta de parejas con maestría en Educación.

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