Estas elecciones del 19 de diciembre no fueron derecha contra derecha, como aquí el PRI y el PAN, y a veces Morena, sino una confrontación ideológica radical del joven líder estudiantil con un perfil democrático de 35 años contra un fascista como José Antonio Kast, admirador del asesino serial Augusto Pinochet.
Los 20 años de transición política, con Ricardo Lagos, Patricio Aylwin, Michel Bachelet, no tocaron una coma de la constitución pinochetista ni el sistema neoliberal que fracaso en cuanto a acelerar la desigualdad el sistema de pensiones. Lo que se acumuló por décadas, fueron y siguen siendo que muchas generaciones de chilenos terminan fuertemente endeudados, peor que si comprara una casa con las tasas de interés de los bancos mexicanos de por vida, si quieren un crédito para cursar la universidad.
Algunos cercanos a la tercera edad aún siguen cubriendo capital e intereses de la deuda por sus estudios profesionales; la educación es más que un lujo es una esclavitud financiera en ese país para la mayoría de los universitarios. Ese es uno de los motores principales de las protestas que desde 2011 ocuparon las calles de las ciudades chilenas. Ahí se destacó el liderazgo natural juvenil de Camila Vallejo, Gabriel Boric, Karol Cariola, entre otros.
La tesis de estos jóvenes es que el modelo neoliberal es esencialmente antidemocrático porque profundiza las desigualdades ya existentes del capitalismo, donde unos cuantos se aprovechan del resto de la sociedad al privatizar en unos cuantos grupos los medios de producción y detentar los giros nuevos de la producción de bienes y servicios.
BORIC, el presidente electo chileno, es abogado de la Universidad de Chile, oriundo del sur de Chile, de origen croata y catalán, la región sur del estrecho de Magallanes, la más sureña y alejada del centralismo, desde donde se impulsó al líder estudiantil y se convirtió en activista de las movilizaciones de la revolución estudiantil chilena contra la educación lucrativa y en diputado del congreso por el partido comunista chileno (PCCH).
Pare entender por qué los jóvenes se posicionaron en el PCCH, la razón es que los “socialistas” chilenos son semejantes a los priistas neoliberales; el equipo de Boric se corrió hacia la izquierda más consecuente, que pintó su raya del abusivo movimiento empresarial privatizador, que adoptó el salinismo imperante en México, empujado desde las empresas transnacionales norteamericanas y el aliento “académico” e ideológico de los Chicago Boys de Milton Friedman.
Las madres y padres, sus abuelos y bisabuelos, tres generaciones anteriores, los ven como si sus hijos llegaran al poder del Estado para salvar la dignidad y justicia social en un país con el primer lugar en desigualdad en América Latina, exponente máximo de la injusticia y acusada desigualdad social.
Boric proviene de la nueva izquierda comunista, formada en las luchas estudiantiles tras 11 años de organización de las protestas ante el régimen pinochetismo que le declaró la guerra a su propio pueblo, que privatizó el agua, la educación, y todo lo que genera ganancias en el país austral.
Hoy los nietos de una generación de jóvenes que sufrió el terrible golpe militar el 11 de septiembre de 1973, contra la presidencia de Salvador Allende, toman el poder político, sin tener mayoría en el congreso, donde su habilidad negociadora y de conciliación se pondrá a prueba.
Chile es la punta de lanza del neoliberalismo, el primer país en experimentar ese sistema que privatiza todo lo que huele a ganancias crecientes. En un contexto donde resurge el radicalismo conservador de los 70.
Chile es la Corea del Norte del neoliberalismo, donde se privatizó a ultranza todo negocio rentable, pensiones, agua, telecomunicaciones, educación, etc.
En contraste en las capitales del sistema privatizador -por ejemplo, Europa-, los hijos de los reyes asisten y se afirman en las escuelas públicas.
M.C. Héctor Ramón González Cuéllar es académico del Instituto Tecnológico de Tijuana.
Correo electrónico: profe.hector.itt@gmail.com