En esta interesante cinta dirigida por Ridley Scott, el personaje central no es Maurizio Gucci -pese a que Adam Driver es quien lo interpreta-, sino Lady Gaga, encarnando estupendamente a Patrizia Reggiani, la mujer de origen humilde y ambiciones desmedidas que desencadenó el trágico desenlace de la afamada familia.
El otro papel muy destacado aquí le pertenece a Jared Leto como Paolo, el primo de Maurizio; y otros actores reputadísimos que aquí participan son, por supuesto, Al Pacino como el tío Aldo, y el británico Jeremy Irons en el rol de Rodolfo, el suegro.
Es el elenco y no tanto la manera en que se recreó la historia lo que vale la pena en este filme, donde la traición, el deseo, el fracaso y el crimen se funden en una dinastía que comienza aquí con Aldo y termina con el titubeo de Maurizio, apenas resuelto por su demoníaca esposa, ya en la decadencia de los Gucci como el imperio de la moda, justo en la antesala de la empresa que prevalece.
A ratos telenovela, después convertida en una cinta que busca una visión más profunda de la conflictuada familia; hay escenas de sobra para recordar, excelentes diálogos y esos momentos brillantes que Scott sabe tan bien estructurar, ya como un director veterano de 84 años.
Lástima que también se nota que la película dura casi dos horas y media, lo que indica que hay paja que pudo editarse para aligerar la narrativa y permitir gozar aún más lo mejor que este guion aporta: los personajes.
Esperemos, por eso, próximas nominaciones de seguro para Gaga, Leto, y muy probablemente para Pacino y Driver. Por ellos vale la pena la ida al cine, palomitas incluidas. *** y media.
Punto final.- Como que muy esporádicamente hay algo que ver en los cines…