Experimentando nuevas visiones y voces que resaltan su riqueza cultural y estilo de vida, la industria del cine y producción audiovisual del país asiático se planta en el mundo como potencia fílmica en salas y streaming. En plena proliferación, Netflix apuesta e invierte en esa mirada hacia el interior, fortaleza sudcoreana frente a Hollywood, contra el que ganan terreno en el mundo con exitosas y laureados contenidos
El mercado de Corea del Sur y su producción audiovisual y fílmica, son los principales objetivos de Netflix, por lo cual en 2021, invirtieron 500 millones de dólares, respaldados en casi 4 millones de suscriptores sudcoreanos; a la par del auge de su cinematográfica, encabezada por la multipremiada “Parásitos”, del director Bong Joon-ho, y de manera reciente, las series “El Juego del Calamar” y “Hellbound”, las más vistas en la historia del “Gigante del Streaming”, que sumara 111 millones de personas en los primeros 17 días después de su estreno, y la más vista en sus primeras 24 horas, respectivamente.
Comprendiendo la industria cultural como mecanismo económico y con la Ley de Promoción de Películas (1955) para la atracción e inversión empresarial de la producción local, Corea del Sur continuó su camino hacia el crecimiento audiovisual, implementando el 40% de tiempo en pantallas de cine para producciones nacionales, nicho secundado por títulos como “La doncella” (2016), del director Park Chan-wook; “Memoir of a Murderer” (2017), dirigida por Won Shin-yeon; y “Train to Busan” (2016), bajo la dirección de Yeon Sang-ho.
Netflix Asia ha expandido sus títulos en más de 190 países, llegando a más espectadores, superando los límites de géneros, formatos, personajes e industria creativa nacional, detonando el desarrollo y crecimiento agigantado de contenidos sudcoreanos, en parte por el impacto y notable cantidad de Doramas (dramas coreanos), que acaparan el catálogo con más de 80 títulos.
Como prueba del compromiso en la realización de series, dramas y películas en la nación cuyo lema se enfoca en “beneficiar ampliamente a la humanidad”, Netflix alquiló dos centros de producción en Paju-si y Yeoncheon-gun, a las afueras de Seúl, en la provincia sudcoreana de Gyeonggi, cuya demanda y proliferación ha tenido que atender con especial atención a suscriptores en Europa y América Latina. Dichos estudios albergan la producción de “Kingdom: La historia de Ashin”, “Mar de tranquilidad”, “El cielo de está esperando”, “Estamos muertos” y los éxitos mundiales “D.P: El Cazadesertores” y “Rumbo al infierno”, peculiares por su estética visual, narrativa y actores. Ejes que guían el éxito de los K-Dramas que, a comparación de series occidentales, sólo requieren entre 10 y 15 episodios de una sola temporada para entablar una trama contundente.
Otras de las producciones que han llegado a la cúspide en el mercado occidental, y parte de los 57 títulos estrenados durante la segunda mitad del año en curso, son “Mi nombre”, “Kingdom”, “Un amor tan hermoso”, “Aún así”, “Vicenzo”, “Boys Over Flowers”, “Está bien no estar bien”, “Love Alarm”, “Herederos”, “Start-Up”, “Hola, mi amor”, “El amor es la meta”, “Dulce hogar”, “Stranger”, “Itaewon Class”, “Black”, “Oh my Ghost” y “Abyss”, que comprenden una industria fílmica contemporánea de finales de 2000, una nueva era con cambios a nivel industria, social y libertad para experimentar visiones y voces.
De acuerdo con la investigadora Tania Mouzo Domínguez (Máster en Gestión Cultural de la Universitat Oberta de Catalunya, España), en su estudio El Desarrollo de la Industria del Cine en Corea y El Cine Coreano LGTBI+, se determina que gran parte de la expansión del cine sudcoreano se debe al concepto Korean Wave (ola coreana), el aumento de la visibilidad internacional, gracias a una industria que crece desde adentro y sigue su expansión a partir de la cinta considerada por muchos historiadores como la primera producción de cine desarrollada en su totalidad en ese país, “The Righteous Revenge” (1919), del director Kim Tosan; hasta tener su punto álgido en 2019 con el Consejo Fílmico de Corea destinando 221 millones de dólares al Fondo de Desarrollo Fílmico, de los cuales 55 millones fueron repartidos al apoyo de la realización en intercambios de películas, generando mil 398 millones de dólares y la producción de 642 películas en ese año.
A su vez, el estudio México contra el Mundo, de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica (Canacine), refiere que previo a la pandemia, cada sudcoreano compró 4.6 boletos de cine, el promedio más alto en el mundo, con 3 mil 152 pantallas en todo su territorio, esto es, 4.4% de la recaudación en taquilla a nivel mundial.
El gusto por su propio cine, la designación a uno de cada cinco días para la promoción de filmes sudcoreanos (marcada por el Acta de Promoción de Películas), la vasta sensibilidad cultural en un sentido internacional y la conservación de sus tradiciones, ha colocado a la industria cinéfila de ese país en el ojo del mundo, como lo explica Youngdoo Park, director del Centro Cultural Sudcoreano en México:
“Es difícil determinar por qué el cine sudcoreano tiene tan buena acogida no sólo a nivel local, sino en todo el mundo. Una de las razones podría ser el entendimiento que tiene de la condición humana. Por lo general, las películas enfatizan valores universales, como la familia, el amor, la amistad y la patria”.
Mientras que la comparativa con México señala que en 2019 la industria vendió 350 millones de boletos, con una asistencia promedio anual de 2.77 veces por habitante y 101 títulos nacionales estrenados, cifra considerablemente significativa, teniendo en cuenta que la población mexicana es de 127.8 millones de habitantes, a diferencia de Corea del Sur, donde se crearon más películas con una población de 51 millones, con la determinación de hacerse ver, palpar sus historias, tener feedback de sus ideas y hacer equipo.