En memoria del señor Vicente Fernández, con cariño y respeto. Q.D.E.P.
Con la música de Chente
que escuché siendo una niña,
llegaron las ilusiones
y también las despedidas.
“Y volver, volver, volver”
escuchaba yo en la radio;
mientras late el corazón
de los ojos brota el llanto.
“Pero sigo siendo el rey”.
No hay nadie que le discuta,
porque su obra lo demuestra
con tintes de buena cuna.
Su nombre quedó grabado
en magueyes y en las almas
de aquéllos que lo escucharon
cantando en ferias y plazas.
El mariachi está de luto
por la muerte del artista;
tañen arpas y guitarras
bajo el sol de mediodía.
Hoy relinchan los caballos
y corren por todo el campo.
En el pecho gran herida,
ya no besarán su mano.
De madrugada los gallos
a Chente su amigo piden
que, como antaño, les cante
mientras feliz les sonríe.
En su rancho se quedó
para admirar las estrellas,
y disfrutar el aroma
del romero y yerbabuena.
Hombre sencillo y creyente
en Dios Padre y en la Virgen,
defensor de la familia,
que amorosos lo bendicen.
Aunque haya muerto, se queda
en el corazón Vicente.
Bellas interpretaciones,
su esencia en ellas presente.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California