Se mira viejo y cansado
con el pasar de los años,
pero en el alma le quedan
un montón de recuerdos.
Se mira en el fondo del agua
y su reflejo le hace daño,
porque se siente muy solo
con muchas ganas de llorar.
El sol le ha causado estragos,
dejando huellas en su rostro;
ya no es ligero cuál venado,
pero anhela seguir corriendo.
Ya no danza en primavera
con el ritmo de las flores,
ni prueba el dulce néctar
como hace el ruiseñor.
Un delfín sale del agua
y le saluda muy sonriente,
le cuenta la historia de su vida
esperando que le de consuelo.
Le pide que levante el rostro
y mire el cielo tan hermoso,
de donde cuelgan la luna,
el sol y un sin fin de estrellas.
Le ruega que piense en la lluvia
que riega sus raíces con amor;
en las aves que en sus ramos anidan
y le cantan baladas de amor.
El viento alborota su cabello
y le trae el aroma de rosas;
entonces recuerda a sus hijos
y a su rostro llega una sonrisa.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California