CETYS Universidad publica este año “Las proporciones de la resistencia. Acercamientos a la obra de Javier Sicilia”, de la autoría de Carlos González Palacios, Luis Enrique Linares, Carlos Mendoza-Álvarez, Raúl Fernando Linares y Enzia Verduchi, con prólogo de Miguel Ángel Osuna y coordinación editorial de Jorge Ortega. “Hay una violencia desde el Presidente de la República (Andrés Manuel López Obrador) hasta los partidos, y ya no podemos entendernos, y ya no hay una posibilidad de esperanza hacia adelante porque esto ya se barbarizó, lo único que queda es la esperanza teologal”, expresó a ZETA
La vida y obra de Javier Sicilia es celebrada a través del libro de entrevista y ensayo titulado “Las proporciones de la resistencia. Acercamientos a la obra de Javier Sicilia”, recién publicado este año por el Programa Editorial de CETYS Universidad de Baja California, bajo la coordinación editorial de Jorge Ortega; de la autoría de Carlos González Palacios, Luis Enrique Linares, Carlos Mendoza-Álvarez, Raúl Fernando Linares y Enzia Verduchi, y con prólogo de Miguel Ángel Osuna.
Se trata de un libro que contiene una extensa y reveladora entrevista, donde los autores logran que el poeta confiese algunos pormenores de su vida personal y poética; además, incluye diversos ensayos donde se aborda al Javier Sicilia ensayista, al hombre espiritual, al novelista y, por supuesto, al poeta.
El título fue presentado los días 13, 14 y 15 de octubre en CETYS Universidad de Tijuana, Mexicali y Ensenada; además, Sicilia participó en diversas actividades con los estudiantes universitarios.
Durante su visita a Baja California, el poeta concedió una entrevista a ZETA, en la que abundó un poco más en sus orígenes, su idea de la poesía y el silencio que lo embarga en la escritura de poesía a raíz del asesinato de su hijo Juan Francisco en 2011, hace ya poco más de 10 años.
LA POESÍA EN LOS PRIMEROS AÑOS
En la entrevista para ZETA, Javier Sicilia Zardain (Ciudad de México, 1956) contó primero cómo la poesía llegó desde sus primeros años, sobre todo gracias a su papá:
“Mi padre, Óscar Sicilia, católico de iglesia en el mejor sentido de la palabra, era un poeta. Para mí la religión, los salmos y los profetas, siempre estuvieron asociados con la poesía, con los poetas favoritos de mi papá, como Miguel Hernández, Federico García Lorca, Ramón López Velarde, entonces, para mí estaban simultáneos. Mi papá además era un gran decidor de poesía. Yo oí poesía desde que estaba en la cuna, a través de los labios de mi padre, de los poetas que amaba mi padre y de su propia obra; y a través de los salmos, la Biblia y los profetas, este universo siempre estuvo desde que yo era chiquito”, confesó para empezar.
— ¿Cuáles fueron esas lecturas que te llamaron la atención más allá de los textos escolares?
“Había una buena biblioteca de poesía en la casa de mi papá. Mi padre tenía una buena biblioteca de novela, también. Bajo las recomendaciones de mi papá, estaba Salgari, Julio Verne y pues los poetas. Yo empecé a visitar a esos poetas como Lorca desde chiquito, cuando ya sabía leer y escribir. Me fascinaba sobre todo el ‘Romancero gitano’, la música gitana, las imágenes del ‘Romancero…’ me fascinaban; y Antonio Machado. Y eso estaba ahí a la mano de la biblioteca, estaba no sólo a la mano la biblioteca, sino estaban los gustos de mi padre, y eso era un guía más allá de lo que enseñaba la escuela”.
Además de su padre, Javier Sicilia trajo a la memoria especialmente a una tía, también responsable de sus primeros acercamientos a la poesía:
“Tenía una tía con la que aprendí a leer y a escribir, también era una gran decidora de poesía y una mujer que amaba mucho la poesía, que se llamaba Tarcila, una mujer feísima, contrahecha, tenía ojos saltones, las piernas hinchadas, era una cosa feísima mi tía, era de esos seres que han sufrido tanto que se les adelgaza el corazón; ella me enseñó a leer y a escribir, y también me acompañaba, me leía poesía. Ella tenía siempre poemas, no tenía una biblioteca, pero cuando algo le gustaba, algún poema, lo pedía a mi padre o a alguien y lo apuntaba, tenía carpetas llenas de poesía manuscrita y también la compartía. Eran poetas menos conocidos, menos sólidos que los que me revelaba mi padre, poetas más del modernismo”.
EN LA PREPARATORIA
Sicilia también confesó a este Semanario que fue en el Instituto de Humanidades y Ciencias (Inhumyc) en la Ciudad de México donde empezó a escribir poesía:
“En la secundaria me dediqué al futbol, al deporte, el futbol tiene algo de poético, hay algo mágico en el futbol también. Hasta que entré a la Preparatoria, que encontré verdaderamente muchachos que venían de clases medias como la mía, o más altas, o que venían de estratos más humildes, como Fabio Morábito, que venía de Italia, pero que sí venían de familias con lecturas como la mía; eso me permite articular lo que traía en mi corazón, que me parecía que era un asunto de mi papá, de gente adulta”.
Sus andanzas literarias las vivió entonces con Fabio Morábito y Tomás Calvillo:
“Lo que más me gustaba de la literatura, que me compartía mi padre o mi tía Tarcila, era la poesía. Morábito acababa de llegar de Italia, estaba aprendiendo español apenas. Siempre había cuadernos indescifrables, pero el que más me asombraba era Tomás Calvillo, ese chavo siempre traía una Yangpa o una chamarra de mezclilla, que siempre traía poemas que escribía él en pedazos y luego que compartía. Entonces me asombraba, era un vínculo directo que a mí me gustaba”.
Reconoció: “Entonces, a partir de mirar que Tomás escribía, yo empecé a tratar de escribir, pero lo que me frustraba era que no encontraba el misterio de la música, y a mí me costaban los ritmos. La poesía de Tomás tenía un tono; yo creo que la fuerza de Tomás, más que el tono, son las imágenes, una capacidad de producir imágenes, capturar imágenes que puede traducir en el lenguaje; pero a mí me seguía intrigando el ritmo, no lo hallaba. Entonces, eran poemas muy prosaicos, me frustraba mucho”.
EL RITMO
Aunque primero ingresó a la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Autónoma de México, pronto Javier Sicilia se cambió a la de Letras Francesas. Con Gonzalo Celorio y Tomás Segovia, pulió el ritmo en su incipiente obra poética.
“Cuando me encuentro con la magia del ritmo es justamente cuando entro a la Universidad y tengo una clase con Gonzalo Celorio, nos daba literatura, y le dedica unas buenas semanas a la métrica y por fin encontré dónde está el misterio del ritmo que tanto me fascinaba, de las rimas y el juego, y cómo se imbrica eso ya con la retórica, con las metáforas, las imágenes, los oxímoros, las sinécdoques, las metonimias, etcétera”, rememoró.
“Empiezo a ejercitarme en ese universo y es cuando ya empiezo a decir: ‘Creo que ya puedo expresarme como poeta’, y lo va a completar justamente en la Universidad un seminario con Tomás Segovia, que le dedicó mucho, de una manera mucho más honda, a la métrica; ese seminario de El Colegio de México me dio mucha más comprensión de los juegos rítmicos y de la musicalidad de la poesía”, confesó.
“Por mucho tiempo, hasta muy tardíamente, yo desaté mi verso, siempre me moví en territorios métricos y rítmicos muy clásicos; me sentía seguro ahí, porque ahí estaba la música que yo había aprendido”.
EL PRIMER POEMARIO
Javier Sicilia publicó su primer poemario “Permanencia en los puertos” en 1982, editado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Cuando terminé la Universidad me invitan a trabajar en la UNAM, a Difusión Cultural, en el Departamento Editorial, era un departamento que se llamaba Intercambio, y había que llevar grupos a otras universidades. Era un trabajo interesante, pero a mí lo que me interesaba era la editorial que estaba junto, las publicaciones que hacía Difusión Cultural; pero bueno, terminó esa administración y llegó Fernando Curiel, escritor, académico, a la dirección, y el que era mi jefe, que eran muy amigos, se fue”, evocó.
“Entonces me llama Curiel, y yo dije: ‘Me va a pedir la renuncia’, pero me dijo, ‘Quiero que te quedes’ con la jefatura. Y le dije: ‘No Fernando, es que yo en las tardes me dedico a escribir’. Me dice: ‘¿Entonces qué quieres hacer?, y le digo: ‘Pues yo quiero ser editor, a mí me interesan los libros, ¿no me puedes abrir un espacio en la editorial?’. Me dijo ‘Órale’”.
Así surgió la posibilidad de publicar su primer poemario:
“Le dije: ‘Ya que estás en ese plan, tengo un libro de poesía, te lo voy a traer, si te interesa pues me gustaría que lo publicaras’. Se lo llevé y le gustó. Se lo di a Margarita García Robles, que era la directora de la editorial, ¡y así salió!, fue una audacia y una generosidad. Yo era un muchacho de 23 años, así salió ‘Permanencia en los puertos’, se publicó en la UNAM”.
“UN SER QUE SE VUELVE UNA ESPECIE DE TRADUCTOR”
— Siendo tu poesía cercana a la espiritualidad o al misticismo, algunos poemas están escritos en primera persona, otros en tercera persona, ¿quién habla en tu obra poética?
“¡Ah, qué pregunta! Pues habla un yo o un yo poético. Ahora sí que habría que decirlo con Rimbaud, ‘Yo es otro’. Habría que decir que desde la época de Platón alguien habla a través del poeta, tiene que ver con el tema del profeta, en Nevi’im en la tradición hebrea; o con esto que nombró equívocamente, para mí, Platón, el poeta, decidió que ese ser alado, que ese ser poseído por los daimon, por algo que está allá, los daimon eran estos seres como bisagra que pasaban una información al poeta; y después lo redujo a una segunda fuerza, como un artesano. Pero realmente Platón tiene una idea justamente del poeta como alguien que es poseído como un daimon, por alguien que informa cosas que están del otro lado; el profeta quiere decir esto también, está tomado por el aliento de Dios, es el que habla en nombre de, es el navi.
“Y luego se va viviendo de otras maneras. ‘¿Quién habla en el poeta?’. ‘El duende’, diría Lorca. La inspiración, dirían los románticos; las musas, los latinos; es decir, es un ser que se vuelve una especie de traductor de algo que está más allá de sí mismo, pero en el sí mismo, por eso nombraba a Rimbaud: ‘Yo es otro’; hay un otro que está allí, que soy, y que es más que yo mismo, el cual me revela cosas. El poeta dice cosas que le son reveladas por ese yo otro, su lenguaje es oscuro, un saber que se revela a través de las imágenes, de los sonidos, pero no es un embrague del orden racional de la demostración, como la filosofía, sin embargo, toca los niveles más profundos de la filosofía, la gran poesía”, reflexionó el autor de poemarios como “Permanencia en los puertos” (1982), “La presencia desierta” (1985), “Oro” (1990), “Trinidad” (1992), “Vigilias” (1994), “Resurrección” (1995), “Pascua” (2000), “Lectio” (2004), “Tríptico del desierto” (2009, Premio Nacional de Poesía Aguascalientes) y “Vestigios” (2013).
“EL SILENCIO ES LA MEJOR RESISTENCIA”
Tras el asesinato de su hijo Juan Francisco y sus amigos el 28 de marzo de 2011, Javier Sicilia anunció: “Ya no hay más que decir / el mundo ya no es digno de la palabra…”, cuyos versos también culminan el poemario “Vestigios” (Era, 2013).
“Llegado a este punto, llegado al punto desde donde estoy hablando, desde el punto donde estoy ahorita, adonde desemboca mi vida poética, a través de mi historia, que es el silencio, ya no he escrito poesía ni voy a volver a escribir poesía”, reafirmó Javier Sicilia en la entrevista para ZETA.
“Yo estoy en un universo de experiencias ya de lo indecible, como no las puedo expresar ya, trato de vivirlas en el silencio y de expresarlas en mi vida diaria, en pequeños actos, en otro tipo de escritura que nunca va a llegar a revelar lo que podía revelar la poesía, una literatura más modesta, pero que estoy convencido de que es indecible. En el fondo, lo que yo habito es una especie de silencio, por eso el silencio es poético, porque para mí la poesía es lo más sagrado, lo más revelador; y este tiempo bárbaro, este tiempo miserable, no se merece la palabra del poeta”.
Arguyó su silencio: “El poeta tiene que callar porque ya tampoco puede decir algo que pueda refundar, algo que pueda dar cuenta de ese sentido que ya la historia degradó. Incluso la imagen de Cristo está degradada, pero su experiencialidad ahí está, ya no alcanza a revelarse, a decirse en palabras, ni la experiencia del mal. ¿Qué puede uno decir frente a las decapitaciones, a los asesinatos? Cuando eso sucede en tu entorno, cuando lo has vivido, no hay palabras para describirlo y no hay palabra para contrarrestarlo. Entonces, el silencio es la mejor resistencia, porque estás ya en territorio de lo indecible”.
Sentenció Sicilia:
“Cuando matan a un hijo y caminas este país y lo que ves es horror, infierno, historias tan terribles como las que yo viví, aún más terribles de las que nosotros vivimos, de la que yo viví, y tienen 90 mil desaparecidos, 300 mil asesinados, y hay una violencia desde el Presidente de la República (Andrés Manuel López Obrador) hasta los partidos, y ya no podemos entendernos, ya no hay una posibilidad de esperanza hacia adelante, porque esto ya se barbarizó; lo único que queda es la esperanza teologal”.