Hace ya algunos ayeres una mujer dio a luz a un varón. En aquella ocasión, que le vio por primera vez, lo tomó en su regazo y le arropó, con todo el amor que una madre tiene. Le besó la frente, le tocó las piernas, los brazos, para asegurarse que estaba completo, pues comúnmente eso hacen las madres al parir; es su instinto.
Una vez hecho esto, dijo para sus adentros: “Te llamarás Noel”. Y con ello empezó la aventura.
Fuiste travieso, igual que todo crío. Te llevaste tus regaños y correcciones. Pero igual, te dio cariños y mimos, cuando así lo necesitaste. En silencio, sufrió por ti cuando te vio cabizbajo. O cuando estuviste enfermo. Y también celebró cada uno de tus triunfos, como cuando te titulaste de la universidad o en tus posgrados. Orgullosa le dice, y le ha dicho a las personas, que tiene un hijo muy inteligente, educado… ¡ah! y guapo.
Hoy que estás tú aquí, ella piensa que tu nombre, al igual que la historia de Papá Noel, aquel hombre barbado que lleva juguetes a los niños y les da felicidad, es similar.
Pues al estar tú aquí, le das felicidad a ella y a todos y cada uno de los que te rodean.
Eres un ser humano que se preocupa por los demás. Tierno, cariñoso y muy humano.
Tú aquí obedeces a un propósito de vida creado con amor desde el vientre de tu madre. Sí, aquella que te tomó en sus brazos por primera vez y con un beso en la frente te dio la bienvenida a este mundo.
Atentamente,
Francisco Navarro Fausto.
Tijuana, B.C.
Correo: navarro.francisco2010@gmail.com